Clasificaciones
Si algo aprendí de mi profesor de ciencias, el mismo que me suspendió la primera asignatura en mi vida y me llamó de usted hasta que cumplí la mayoría de edad, fue que una clasificación puede ser una forma muy divertida y efectiva –sólo a veces- de sistematizar el conocimiento del mundo. En sus clases siempre había un primer, un segundo y un tercer epígrafe; las rocas venían dispuestas con las letras del abecedario; y los músculos del cuerpo se agarraban a llaves y guiones, a índices y subíndices que se iban reproduciendo biológicamente.
Desde aquellos días –cuatro horas en semana durante dos cursos académicos- he arrastrado este sistema con cierta pesadumbre porque acabé estudiando letras puras. Y ahí, en tiempos –benditos sean- en que se impartían a la semana cuatro horas de lengua, cuatro de literatura y una o dos de comentario de texto, los esquemas anémicos, las estilizadas llaves y los apretados guiones no terminaban de estar bien vistos. Los profesores se empeñaban en que redactara, defenestrara las faltas de ortografía, puntuara con corrección, mejorara mi caligrafía e, incluso, algunos me exigían cierto estilo literario en los comentarios de texto. Eso, además de responder con acierto a lo que me preguntaban. Como deducirán, en su momento los maldije a todos. Hoy les pago un porcentaje de mis enclenques ingresos como escritor.
Fruto de mi época clasificadora suelo hacer de casi todo una tipología. A, b o c. Uno, dos y tres. Uno punto uno, uno punto dos y uno punto tres. Me da igual de lo que se trate. Y luego, como consecuencia de mi época renacentista, me esfuerzo en redactarlo con un mínimo de decencia. Más o menos para un siete en las clases de literatura latina de bachillerato. Pero, ¿qué ocurre cuando te enfrentas a algo que por inverosímil te resulta imposible clasificar? A) Recurres a aquel profesor de ciencias y te arriesgas a que vuelva a llamarte de usted. B) Obvias el conflicto planteado y traicionas las clases de ética que recibiste de aquel profesor moderno e interino que llamabas por su nombre de pila. C) Escribes un artículo en un intento de aliviar la consternación que te irrita el cielo de la boca.
IES Alhadra
A mediados de semana, abrí el periódico y me jodió el desayuno. Conecté la radio del coche y me jodió el cigüeñal y el ánimo. La noticia, efectivamente, era una de las inclasificables. O de las que casi no me atrevo a clasificar por miedo a que los daños cerebrales sean irreversibles. ‘Los profesores del Instituto Alhadra tendrán que fichar a través de un sistema de huella digital’. Ya saben. Ese aparato que cualquier casino de Las Vegas tiene a la entrada de su cámara acorazada para que George Clooney no le saque brillo en un descuido. Pues ese mismo aparato, pero taladrado en una de las paredes de la sala de profesores de un instituto.
Trabajé en el IES Alhadra durante dos años y tuve la suerte de formar parte de un excelente equipo de profesionales. Y esto que voy a decir a continuación lo puedo demostrar. 1. Su ciclo formativo de lenguaje de signos es todo un referente a nivel andaluz (rastreen en las hemerotecas). 2. Su departamento de filosofía enseña a alumnos y a profesores como yo a distinguir con nitidez la sibilina y bífida frontera entre la exposición y la imposición, a través de la primera, claro. 3. Allí supe que para ser un buen matemático primero se debe leer tanta poesía como se pueda. 4. En los ciclos formativos, los profesores han preparado el aterrizaje en el mundo laboral de muchísimos jóvenes. 5. En mi esquizofrenia diaria, la parte buena que pueda tener de profesor –si es que llegué a agarrarla- se la debo a Antonio Reina, el que sigue siendo el jefe del departamento de lengua que durante años y años formó lectores –algo que ahora se busca con desesperación-. 6. A pesar de los numerosos problemas que viene sufriendo la enseñanza en los últimos tiempos, la mayor parte del claustro procura adaptarse con profesionalidad a los veloces cambios -con los recursos de los que dispone-. 7. Mientras trabajé allí, el departamento de orientación hizo una tarea que algún día alguien tendrá que reconocer. 8. Todos los méritos de este instituto se deben exclusivamente, a mi juicio, a los profesores que suben la escalera, se meten en el aula y procuran transmitir conocimientos a los alumnos, porque de forma telepática es imposible. 9. El esfuerzo de los alumnos es parte indispensable de ese éxito.
Claro que tienen puntos débiles. Como en casi todos los trabajos. Y quizá no me corresponda a mí recordar la profesionalidad que despliega de lunes a viernes la mayoría de estos profesores en sus respectivos puestos (cosa que nadie mencionó en la entrevista que anunciaba la llegada de la tecnología punta al instituto). Quizá les corresponda recordarlo a aquellos que decidieron invertir 4000 euros en un sistema innecesario, desmedido y efectista. Eso pienso yo. Porque medios para controlar el cumplimiento de los profesores en el trabajo ya existen. De hecho se aplican y con bastante éxito en otros institutos. Y presentar a bombo y platillo la imposición de este cacharro, y no los logros de los equipos educativos, puede hacer pensar que los profesores duermen hasta las diez y media y almuerzan a la una de la tarde, porque se escaquean y hay que llevarlos al minuto.
¿Habrá carencias en las que invertir esos 4000 euros? A mí se me ocurren unas cuantas. Y estoy convencido de que al claustro del IES Alhadra muchas más. Pregúntenle.
Juan Manuel Gil
Si algo aprendí de mi profesor de ciencias, el mismo que me suspendió la primera asignatura en mi vida y me llamó de usted hasta que cumplí la mayoría de edad, fue que una clasificación puede ser una forma muy divertida y efectiva –sólo a veces- de sistematizar el conocimiento del mundo. En sus clases siempre había un primer, un segundo y un tercer epígrafe; las rocas venían dispuestas con las letras del abecedario; y los músculos del cuerpo se agarraban a llaves y guiones, a índices y subíndices que se iban reproduciendo biológicamente.
Desde aquellos días –cuatro horas en semana durante dos cursos académicos- he arrastrado este sistema con cierta pesadumbre porque acabé estudiando letras puras. Y ahí, en tiempos –benditos sean- en que se impartían a la semana cuatro horas de lengua, cuatro de literatura y una o dos de comentario de texto, los esquemas anémicos, las estilizadas llaves y los apretados guiones no terminaban de estar bien vistos. Los profesores se empeñaban en que redactara, defenestrara las faltas de ortografía, puntuara con corrección, mejorara mi caligrafía e, incluso, algunos me exigían cierto estilo literario en los comentarios de texto. Eso, además de responder con acierto a lo que me preguntaban. Como deducirán, en su momento los maldije a todos. Hoy les pago un porcentaje de mis enclenques ingresos como escritor.
Fruto de mi época clasificadora suelo hacer de casi todo una tipología. A, b o c. Uno, dos y tres. Uno punto uno, uno punto dos y uno punto tres. Me da igual de lo que se trate. Y luego, como consecuencia de mi época renacentista, me esfuerzo en redactarlo con un mínimo de decencia. Más o menos para un siete en las clases de literatura latina de bachillerato. Pero, ¿qué ocurre cuando te enfrentas a algo que por inverosímil te resulta imposible clasificar? A) Recurres a aquel profesor de ciencias y te arriesgas a que vuelva a llamarte de usted. B) Obvias el conflicto planteado y traicionas las clases de ética que recibiste de aquel profesor moderno e interino que llamabas por su nombre de pila. C) Escribes un artículo en un intento de aliviar la consternación que te irrita el cielo de la boca.
IES Alhadra
A mediados de semana, abrí el periódico y me jodió el desayuno. Conecté la radio del coche y me jodió el cigüeñal y el ánimo. La noticia, efectivamente, era una de las inclasificables. O de las que casi no me atrevo a clasificar por miedo a que los daños cerebrales sean irreversibles. ‘Los profesores del Instituto Alhadra tendrán que fichar a través de un sistema de huella digital’. Ya saben. Ese aparato que cualquier casino de Las Vegas tiene a la entrada de su cámara acorazada para que George Clooney no le saque brillo en un descuido. Pues ese mismo aparato, pero taladrado en una de las paredes de la sala de profesores de un instituto.
Trabajé en el IES Alhadra durante dos años y tuve la suerte de formar parte de un excelente equipo de profesionales. Y esto que voy a decir a continuación lo puedo demostrar. 1. Su ciclo formativo de lenguaje de signos es todo un referente a nivel andaluz (rastreen en las hemerotecas). 2. Su departamento de filosofía enseña a alumnos y a profesores como yo a distinguir con nitidez la sibilina y bífida frontera entre la exposición y la imposición, a través de la primera, claro. 3. Allí supe que para ser un buen matemático primero se debe leer tanta poesía como se pueda. 4. En los ciclos formativos, los profesores han preparado el aterrizaje en el mundo laboral de muchísimos jóvenes. 5. En mi esquizofrenia diaria, la parte buena que pueda tener de profesor –si es que llegué a agarrarla- se la debo a Antonio Reina, el que sigue siendo el jefe del departamento de lengua que durante años y años formó lectores –algo que ahora se busca con desesperación-. 6. A pesar de los numerosos problemas que viene sufriendo la enseñanza en los últimos tiempos, la mayor parte del claustro procura adaptarse con profesionalidad a los veloces cambios -con los recursos de los que dispone-. 7. Mientras trabajé allí, el departamento de orientación hizo una tarea que algún día alguien tendrá que reconocer. 8. Todos los méritos de este instituto se deben exclusivamente, a mi juicio, a los profesores que suben la escalera, se meten en el aula y procuran transmitir conocimientos a los alumnos, porque de forma telepática es imposible. 9. El esfuerzo de los alumnos es parte indispensable de ese éxito.
Claro que tienen puntos débiles. Como en casi todos los trabajos. Y quizá no me corresponda a mí recordar la profesionalidad que despliega de lunes a viernes la mayoría de estos profesores en sus respectivos puestos (cosa que nadie mencionó en la entrevista que anunciaba la llegada de la tecnología punta al instituto). Quizá les corresponda recordarlo a aquellos que decidieron invertir 4000 euros en un sistema innecesario, desmedido y efectista. Eso pienso yo. Porque medios para controlar el cumplimiento de los profesores en el trabajo ya existen. De hecho se aplican y con bastante éxito en otros institutos. Y presentar a bombo y platillo la imposición de este cacharro, y no los logros de los equipos educativos, puede hacer pensar que los profesores duermen hasta las diez y media y almuerzan a la una de la tarde, porque se escaquean y hay que llevarlos al minuto.
¿Habrá carencias en las que invertir esos 4000 euros? A mí se me ocurren unas cuantas. Y estoy convencido de que al claustro del IES Alhadra muchas más. Pregúntenle.
Juan Manuel Gil
9 comentarios:
No falla. Profesor que sale del Alhadra, siempre echa piropos a su antigüo jefe.
Esto de la huella, me parece... lamentable, creo que ya hay un método eficaz para ver quién va y quién deja de ir a dar clase. Además yo creo que para los profesores es una falta de respecto, no se... es como decir, no os vais a escapar ni uno, os voy a pillar a todos! Patético. Sobretodo teniendo en cuenta el estado del instituto... ya podrían haber invertido ese dinero en darle una "mano de pintura" a la fachada ¿no?
PDT: ¿te dejarás ver este miércoles en la presentación del libro de tu compañero?
Damián
amigo damián, antonio reina es uno de esos profesores que dejan huella en otros profesores. una huella que a uno le apetece llevar consigo durante el máximo tiem po posible. me alegra comprobar que te mojas en este asunto, tú que eres exalumno, y lo dejas por escrito.
claro que iré a la presentación de raúl.
saludos
La noticia es demencial, pero qué quieres que te diga, no me sorprende nada... confirma lo que viví allí durante el curso pasado: existen los mundos paralelos, las dimensiones desconocidas,vamos, que el Triángulo de las Bermudas está en algún que otro despacho.
Luego, claro, se echan las manos a la cabeza porque el "prestigio" del Alhadra haya decaído hasta niveles inimaginables hace 20 años, esas cosas pasan cuando se confunden las prioridades. 4000 euros y un artículo en portada del periódico, esa foto no tapa otra más obscena que sufren compañeros y alumnos día a día.
Por cierto, coincido contigo en que lo mejor del viejo Alhadra es su capital humano: los alumnos y un buen puñado de profesores voluntariosos y estupendos profesionales.
Un abrazo muy fuerte a todos ellos. Y a ver si os pasáis el miércoles por la Picasso.
el próximo miércoles 12 de diciembre a las 20:30h presentación en la Picasso de Reyes Católicos del libro de Raúl Quinto Grietas-Poemas del Cabo de Gata (La Garúa, 2007), oficiará de presentador el crítico José Andújar Almansa.
Cuando decia: "...siempre echa piropos a su antigüo jefe." no quería referirme sobre Antonio Reina, al cuál no lo conozco, ya que no tuve clase con él, sino cuando digo jefe me refiero al jefe, jefe, a la persona que ha decidido invertir esos 4.000€, que me imagino que será el mismo que decidió convertir lo que hace unos años era un instituto a una cosa mas parecida a una cárcel...
Damián
Bueno las tecnologias se van apoderando de los institutos, quiza demasiado rapido y sin razon.
Yo si tuve a Antonio Reina de profesor y era muy bueno a mi parecer. A ver como acaba esto, con tanta camara y detectores y demas no se puede ir tranquilo por ahi...
Me alegro de haberte visto en la presentacion, un saludo.
PD. Soy Jose
Estimado Juan Manuel comparto tu desasosiego. Me pregunto si es legal ceder una información tan personal como la de nuestra huella dactilar. Al parecer, ya ha habido por ahí plantes de funcionarios. Además, esta medida no redundará en la mejor eficacia del profesorado: quien sea vago, lo seguirá siendo, con huella o sin huella.
Creo que en mi instituto me enseñaron una lección importante: cómo gestionar mi libertad. Tu noticia me deja mustia porque habla de lo contrario, de desconfianza; y convierte ese foro de cultura en una fábrica de peleles en serie, en un supermercado con productos etiquetados. Desde luego, admirado Juan Manuel, a quien se le haya ocurrido implantar ese cepo en tu instituto deberíais recordarle sus tiempos de estudiante. ¿Será un amante del latoso pitido de los lectores láser? ¿Y qué vendrá después? Imposición de códigos de barras en la nuca de los alumnos y patines de bota para los conserjes.
Andrómeda
"No te importe que Perseo haya traído a Andrómeda del país de los indios de tez oscura"
Ovidio,
Ars Amandi, Libro I, vv 53-55
^He encontrado esta cita, por si te sirve para descubrir el misterio.
Saludos^
amigo curri, ya lo dices tú casi todo. poco puedo añadir.
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