Esta es la mesita de noche de Álex Nortub. Fotografiada por Álex Nortub. Y colgada en Hotel junto a la vía. Es una prueba de agudeza visual, nadadores. Felices fiestas.
martes, diciembre 23, 2008
viernes, noviembre 28, 2008
Club de las ideas
Hace unos meses estuvieron en casa el equipo del Club de las ideas. Y hoy me he dado cuenta de que el programa está colgado en la página web de Canal Sur. No creo que dure mucho ahí. Así que lo enlazo para aquellos que tengan interés en saber dónde y cómo trabajo como profesor, y dónde y cómo escribo como escribidor. Está el programa entero. Para quienes quieran ir directo a juanmagil, éste es el minutaje: 13:50-19:48. Si alguien sabe cómo puedo capturar el vídeo y pasarlo a mi equipo, seré feliz.
martes, septiembre 23, 2008
El síndrome Travis
El escritor Miguel Ángel Muñoz, autor del siempre recomendable y restituyente libro de relatos El síndrome Chéjov, ha recordado en su blog aquella noche mágica en la que homenajeamos los emblemáticos 24 años de París, Texas en la cápsula espacial Zaguán. Así que voceo su recuerdo para que a su vez vosotros lo voceeis por ahí. Pandilla de golfos.
sábado, septiembre 20, 2008
Ciencias exactas
Números sobre letras
- 369.000: el número de títulos vivos en catálogo actualmente existentes en España.
- 220: los libros que apareceran cada día (sábados y domingos incluidos).
- 200: los euros de coste por metro cuadrado de mobiliario de una librería .
- 2%: el procentaje de las ventas de libros que se realizan en España por internet (frente a los 12,5% de Alemania o el 9% del Reino Unido).
- 200.000: las visitas que recibe la librería virtual de Casa del Libro. Por ella se expiden cada día 2.000 libros, que van a clientes de 60 países, lo que la convierte en la segunda librería por ventas de la cadena, por delante de la tienda física de Barcelona.
[Fuente: El País]
- 369.000: el número de títulos vivos en catálogo actualmente existentes en España.
- 220: los libros que apareceran cada día (sábados y domingos incluidos).
- 200: los euros de coste por metro cuadrado de mobiliario de una librería .
- 2%: el procentaje de las ventas de libros que se realizan en España por internet (frente a los 12,5% de Alemania o el 9% del Reino Unido).
- 200.000: las visitas que recibe la librería virtual de Casa del Libro. Por ella se expiden cada día 2.000 libros, que van a clientes de 60 países, lo que la convierte en la segunda librería por ventas de la cadena, por delante de la tienda física de Barcelona.
[Fuente: El País]
viernes, septiembre 05, 2008
Inopia en Mercurio (19)
Justo un mes después del último post, La casa del nadador vuelve a la carga. Y lo hacemos con esta reseña sobre Inopia, firmada por el novelista Antonio Orejudo en la Revista Mercurio. Tengo que reconocer que cuando he leido el texto la sintomatología del sindrome postvacacional ha desaparecido. Ahora septiembre es otra cosa.
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FRAGMENTOS Y TRAMAS
ANTONIO OREJUDO
Inopia
Juan Manuel Gil
El Gaviero
Precio: 14 € ; Páginas: 130
Esta novela de Juan Manuel Gil (Almería, 1979), que ya se dio a conocer en 2004 con un excelente libro de poemas, Guía inútil de un naufragio, se abre con tres imágenes poderosas, tres fragmentos, tres sinónimos de Inopia (escasez, pobreza e indigencia), tres espacios en los que las personas acaban de desaparecer.Inopia, la segunda parte, el corazón del libro, trata de la desaparición. La sostienen cinco historias fragmentadasy entrecruzadas: la de Héctor, un escritor que se parece a Ray Loriga, y de su novia, Lola, a los que les gusta desaparecer pero al mismo tiempo seguir siendo vistos; la historia de Pier Paolo Pasolini, que desapareció a golpes; la de Marco Pantani, que desapareció a solas en un hotel; la historia de la cajera Carmela y el inmigrante Yassine, que desaparecen para dejar de ser invisibles; y la historia del bibliotecario Mateo Garcés, que desaparece por el sumidero de su propio sueño. A estas cinco hay que añadir otras tantas insertadas a lo largo de la narración, que se cierra con un breve fragmento, ‘Euforia’, el capítulo final.Pese a las apariencias, Inopia no es hostil a las tramas. Sin duda muestra una evidente insatisfacción con el relato lineal, pero no renuncia al argumento ni a la verosimilitud. Ni pierde de vista su naturaleza textual. Bajo su apariencia sincopada y rota hay una red de hilos sutiles, de redundancias, que van tejiendo la tela del texto. El puzzle que compra Sofía Carano para su hijo remite al puzzle-texto que nosotros tenemos en las manos. Italia, donde se localizan varias de estas historias de desapariciones, hilvana sucesos separados en el espacio y en el tiempo. La transparencia del joven que asesina a Pasolini es la piel transparente de Carmela cuando se une al cuerpo de Yassmine. Sangra el bibliotecario Mateo por heridas imaginarias, y sangra la Lola de ese patético Héctor. De hecho, en cita de Malcom Lowry que abre el libro está cifrada la estructura de Inopia, que comienza en el capítulo 100 y termina en el 0, como si el libro, a medida que avanza la lectura, se estuviera precipitando al vacío, hacia su propia extinción.Desde el siglo XIX la novela no ha hecho otra cosa que replegarse y ceder competencias. ¿Nuevas experiencias? mucho mejor las drogas. ¿Vivir otras realidades? mucho mejor los videojuegos o la realidad virtual. ¿Viajar a otros mundos? Para eso están las compañías aéreas de bajo coste. ¿Retratar un lugar o un personaje? ¿Traer a los ojos, como decían los retóricos, una atmósfera? Mejor comprarse una buena cámara digital, y colgar las fotos en nuestro blog. En los periodos, como el presente, de transición cultural y búsqueda, hay escritores que resisten y escritores que buscan. Buscan los temas que solo pueden ser tratados con palabras. Buscan en qué ámbitos la sintaxis supera a otros modos de expresión. Buscan la parcela que se les ha quedado tras ceder terreno a las nuevas modalidades de entretenimiento.Inopia busca. Bastaría con esto para destacarlo entre las mil novedades que se solapan las librerías. Pero no solo busca. También encuentra. Encuentra una narración rápida, veloz, minimalista, despojada de datos innecesarios, pero cuidada, que va directa al asunto; quizás la única manera de dirigirse hoy por escrito a nuestros contemporáneos. Y prefigura la que quizás sea la vía más adecuada para narrar, una vía a medio camino entre lo fragmentario y lo argumental. Tomar la agilidad y la potencia expresiva del fragmento sin renunciar al placer de la trama.
martes, agosto 05, 2008
Swimming pool: Derrumbe
Ya se sabe que uno puede cometer la tontería de pensar que una situación determinada ya no puede ir a peor, que se ha tocado fondo y que lo que corresponde ahora es ascender con más o menos destreza. Valiente estupidez. Si por algo se caracteriza una experiencia indeseable es porque las cosas empeoraron cuando ya pensábamos que era imposible continuar en caída libre. Pero ¿qué sería de nosotros sin esas creencias terapéuticas, sin esas tablas de salvación que se mecen en mitad del naufragio?
En verano, y más aún en vacaciones, esas tablas de salvación cobran tal peso específico que resultan vitales. Sí, no se alarme. Porque tablas de salvación, son, por ejemplo, el ascenso terriblemente humano de Carlos Sastre al Alpe D’Huez, la caza de Radovan Karadzic en un autobús urbano con destino al Tribunal Internacional de La Haya o el paisaje de nuestra holganza en una polaroid ya extinta. Ahora bien, si hay una tabla de salvación por excelencia esa es la lectura, y por ello, quizá, deberíamos preguntarnos si un libro cumple el mismo papel en verano que en el resto de estaciones. Yo creo que no. Es mi opinión. En las vacaciones estivales el libro asume una responsabilidad añadida a las que ya se le adjudican: convertirse en válvula de escape de lo que suponíamos que iba a ser nuestra válvula de escape, las anheladas vacaciones. Ahí es nada.
Como consecuencia de este planteamiento, estoy conformándome una balsa de salvamento a golpe de lectura. No vaya a ser que. Y la novela ‘Derrumbe’ de Ricardo Menéndez Salmón, paradójicamente, se ha convertido en una de las últimas incorporaciones a ese entramado de cordajes y maderas; una historia poderosísima donde la violencia, el dolor, la constante amenaza y el futuro, sumados a un lenguaje tan sugerente como efectivo, tejen un thriller de los que ya cuesta encontrar en la literatura española. Luego di que no te avisé.
En verano, y más aún en vacaciones, esas tablas de salvación cobran tal peso específico que resultan vitales. Sí, no se alarme. Porque tablas de salvación, son, por ejemplo, el ascenso terriblemente humano de Carlos Sastre al Alpe D’Huez, la caza de Radovan Karadzic en un autobús urbano con destino al Tribunal Internacional de La Haya o el paisaje de nuestra holganza en una polaroid ya extinta. Ahora bien, si hay una tabla de salvación por excelencia esa es la lectura, y por ello, quizá, deberíamos preguntarnos si un libro cumple el mismo papel en verano que en el resto de estaciones. Yo creo que no. Es mi opinión. En las vacaciones estivales el libro asume una responsabilidad añadida a las que ya se le adjudican: convertirse en válvula de escape de lo que suponíamos que iba a ser nuestra válvula de escape, las anheladas vacaciones. Ahí es nada.
Como consecuencia de este planteamiento, estoy conformándome una balsa de salvamento a golpe de lectura. No vaya a ser que. Y la novela ‘Derrumbe’ de Ricardo Menéndez Salmón, paradójicamente, se ha convertido en una de las últimas incorporaciones a ese entramado de cordajes y maderas; una historia poderosísima donde la violencia, el dolor, la constante amenaza y el futuro, sumados a un lenguaje tan sugerente como efectivo, tejen un thriller de los que ya cuesta encontrar en la literatura española. Luego di que no te avisé.
miércoles, julio 30, 2008
Inopia en SolodeLibros (18)
La página dedicada a la crítica de libros http://www.solodelibros.com/ ha colgado esta misma semana un texto sobre Inopia. Podéis verla con un suave, sencillo, ligero y efectivo click. Aquí y allá.
lunes, julio 28, 2008
La generación X se hace mayor
Paolo Corroto se acerca en el diario Público a uno de los escritores más importantes de la Generación X.: Douglas Coupland. Su evolución, su presente y la impronta que ha dejado en algunos escritores de hoy. Por ahí se cuelan Fernández Mallo, Menéndez Salmón, Ismael Grasa y un servidor. Echadle un vistazo.
domingo, julio 27, 2008
Swimming pool: Sueño de verano
He soñado que sonaba el teléfono de casa a las 3:45 de la madrugada. Yo, empapado en un sudor anestésico, intentaba abandonar la cama e ir a atenderlo con el terror propio de las llamadas telefónicas en mitad de la noche, pero apenas era capaz de ejercer el derecho al más mínimo espasmo de brazos y piernas. Tenía la sensación de que mis párpados estaban tan cosidos como mi espalda al colchón. Después de practicar durante un buen rato esa especie de fuerza fláccida –muy característica de los sueños comunes-, conseguía atravesar el pasillo y sentarme junto al teléfono a la espera de que volviera a sonar. Media hora después llegaba el timbrazo. Al otro lado escuchaba la voz de un hombre absolutamente roto, con un discurso desmadejado y oscurecido por un intermitente ruido de fondo. Poco a poco, conforme me iba adaptando al desorden, discernía con más precisión lo que me contaba, hasta que, por fin, pronunciaba su nombre. Decía llamarse José Luis Rodríguez Zapatero y me advertía de los sueños que lo habían asediado en las últimas noches. Me repetía una y otra vez que todo era una conspiración, una especie de pesadilla del desabastecimiento, pero que aún estaba a tiempo y podía remediar mi futuro, si las cosas importantes seguían en su sitio. Yo, barbilampiño en este tipo de confidencias, insistía en que se tranquilizara, que no se preocupara por mí, que lo necesario era hablar, y, cuando vine a darme cuenta, el que hablaba al otro lado del auricular era Luis Aragonés diciéndome que Raúl, el 7 del Real Madrid, había emprendido una campaña de difamación contra mi persona por haber mostrado una euforia desmedida ante su no convocatoria en la reciente Eurocopa. ‘Tendrás todo mi apoyo’, me gritaba Luis Aragonés desde Turquía. ‘¿Y qué hago?’, le preguntaba, mientras me daba instrucciones tácticas indescifrables. La siguiente voz era la de Carla Bruni. ‘¿No habrás venido con él?’, le decía yo, justo antes de que comenzara a cantar.
jueves, julio 24, 2008
Swimming pool: Le Tour de France
Mientras escribo este artículo, la cabeza de carrera del Tour de Francia está a punto de emprender la subida al Col du Galibier. Y asisto al espectáculo con la tensión de quien cada vez que coge una bicicleta se pregunta en qué demonios pensaba Marco Pantani en mitad de los Alpes o de los Pirineos. Se trata, sin lugar a dudas, de la etapa reinona de la gala francesa: 210 kilómetros (desde Embrun hasta Alpe D’Huez) con tres puertos de montaña especiales: Galibier (2645 m.), Croix de Fer (2067 m.) y Alpe D’Huez (1660 m.), y rampas que no superaría la parroquia ni en un teleférico. Para que se haga una idea, si ha cometido el sacrilegio de no contemplarla, visualice la subida a Sierra Alhamilla y después hártese de reír. Una etapa que, antes de que existiera el dopaje más sofisticado y canallesco, era considerada un efectivo matahombres y, a cuyos puertos, algunos ciclistas no tenían más remedio que ascender agarrados a los peugeot de la organización.
El Tour de Francia, además de ser un componente sin el cual el verano sería primavera u otoño, posee en su naturaleza un lirismo descarnado que subyuga e hipnotiza al espectador. A veces, eso se traduce en una profunda siesta estival, siempre amenizada por los chisposos comentarios del heroico Perico Delgado, y, en otras ocasiones, todo acaba en una suerte de desvelo que provoca agujetas cardiovasculares y distensión del lagrimal.
Eche cuentas y comprobará cómo los mejores veranos de su vida están asociados, al menos de una forma visual, a las melancólicas escaladas de Marco Pantani, al gesto espasmódico de Fernando Escartín, a las sonámbulas pulsaciones de Miguel Indurain, al vuelo aerodinámico de Perico Delgado o al demarraje casi metafísico de Tony Rominger. Las bicicletas son definitivamente para el verano. A estas alturas de su historia, la cuestión no es lo que el Tour puede hacer por nosotros. Es lo que nosotros podemos hacer por el Tour. A mí se me ocurre verlo, mezclarlo con mis siestas e infusiones y escribirlo.
El Tour de Francia, además de ser un componente sin el cual el verano sería primavera u otoño, posee en su naturaleza un lirismo descarnado que subyuga e hipnotiza al espectador. A veces, eso se traduce en una profunda siesta estival, siempre amenizada por los chisposos comentarios del heroico Perico Delgado, y, en otras ocasiones, todo acaba en una suerte de desvelo que provoca agujetas cardiovasculares y distensión del lagrimal.
Eche cuentas y comprobará cómo los mejores veranos de su vida están asociados, al menos de una forma visual, a las melancólicas escaladas de Marco Pantani, al gesto espasmódico de Fernando Escartín, a las sonámbulas pulsaciones de Miguel Indurain, al vuelo aerodinámico de Perico Delgado o al demarraje casi metafísico de Tony Rominger. Las bicicletas son definitivamente para el verano. A estas alturas de su historia, la cuestión no es lo que el Tour puede hacer por nosotros. Es lo que nosotros podemos hacer por el Tour. A mí se me ocurre verlo, mezclarlo con mis siestas e infusiones y escribirlo.
martes, julio 22, 2008
Swimming pool: La vida subterránea
Hoy en día, podríamos decir, sin miedo a equivocarnos, que el grado de modernidad de una gran ciudad se puede cuantificar atendiendo a lo que no se ve a primera vista. Es decir, a los soterramientos. Tiren de memoria y díganme qué gran ciudad europea no ha confinado gran parte de su actividad diaria en la esfera de lo subterráneo. Madrid, París, Moscú, Londres. Metro, cercanías, autovías, alcantarillas, aparcamientos, fosas sépticas. La cuestión es ésa: una gran ciudad ha de tener el corazón horadado, acribillado, taladrado, hecho unos zorros, porque de esas galerías subterráneas emana la fuerza que después genera el movimiento en la superficie.
La clase política almeriense –en general- hace ya bastantes años que se percató de los beneficios terapéuticos de la palabra soterramiento. Y la ha frecuentado tanto y de tan distintas maneras que la ha vaciado de semilla. Curiosamente, ayer mismo se publicaba en este periódico la posibilidad de que el Paseo de Almería fuese peatonal, como ocurre con algunas avenidas emblemáticas de otras ciudades, ensoñación que a los comerciantes le parecía ‘estupenda’. Cuando le preguntaron a nuestro alcalde, dijo: ‘Para peatonalizar el Paseo haría falta soterrar todo el tránsito que circula por esa calle. Es posible, pero cuesta mucho dinero’. Y ahí nos calzó nuevamente la palabreja. Y es que si un equipo de gobierno la verbaliza, genera unas ondas concéntricas de carácter balsámico que le asegura la posteridad.
La clase política almeriense –en general- hace ya bastantes años que se percató de los beneficios terapéuticos de la palabra soterramiento. Y la ha frecuentado tanto y de tan distintas maneras que la ha vaciado de semilla. Curiosamente, ayer mismo se publicaba en este periódico la posibilidad de que el Paseo de Almería fuese peatonal, como ocurre con algunas avenidas emblemáticas de otras ciudades, ensoñación que a los comerciantes le parecía ‘estupenda’. Cuando le preguntaron a nuestro alcalde, dijo: ‘Para peatonalizar el Paseo haría falta soterrar todo el tránsito que circula por esa calle. Es posible, pero cuesta mucho dinero’. Y ahí nos calzó nuevamente la palabreja. Y es que si un equipo de gobierno la verbaliza, genera unas ondas concéntricas de carácter balsámico que le asegura la posteridad.
Claro que, para la calma de todos los ciudadanos, la clase política almeriense –en general- debería especificar a qué tipo de soterramiento se refiere, porque caros suelen ser todos. Por ejemplo: ¿soterramiento A? (aquel que siempre es prometido pero que nunca llega así pasen ciento y un años) o ¿soterramiento B? (aquel en el que se trabaja a marchas forzadas porque lo que se entierra no son carreteras ni vías ferroviarias, sino poderosos tubos que canalizan gas). ¿A o B?
lunes, julio 21, 2008
Swimming pool: Inmersión
La casa del nadador, esa sección de apariencia anfibia que durante dos años, domingo a domingo, ha ocupado un lugar en la sección Vivir de este periódico, cierra sus puertas transitoriamente para buscar el alivio directo del agua clorada, libre de algas y de presencia cristalina. Dicho de otro modo: que nos salimos a la piscina, vamos. No es que ésta tenga el empaque del mar Mediterráneo, pero al menos el nadador sabe dónde pisa, las ve venir y, hongos a parte, la calidad del agua es más fácil de estabilizar.
Nos trasladamos, pues, de los pasadizos y habitaciones-espejo de ‘La casa del nadador’, a la lectura anaeróbica de ‘Swimming pool’, la columna que firmará un servidor, de lunes a viernes, en estas mismas páginas que ahora tiene entre manos. El propósito es que este espacio mínimo –en comparación con la ‘La casa’, claro- acabe siendo un lugar físico donde uno se sumerja a apnea, busque la ingravidez y, cinco o seis brazadas después, rompa por la mitad la superficie. Más o menos, vamos. Sin presiones, que estamos en verano y las metáforas abruman.
Como no puede ser de otro modo, el nadador traerá a estas aguas lecturas confesables, viajes propios y ajenos, recortes de ciudades, etapas del tour de Francia, madrugadas, blogs, programas radiofónicos, actrices de otro tiempo, tickets de la gasolinera, psicofonías, repeticiones de la jugada, letras de canciones que no piensa reconocer nunca, quejas de los usuarios e instrucciones para hacer cócteles altamente balsámicos. Y además de eso, todo lo que se le ocurra.
Si el lector lo desea, siempre podrá darse un chapuzón en www.lacasadelnadador.blogspot.com, que es donde estarán los artículos amarrados, y así comentar, apostillar, proponer, criticar y gritar cuanto uno desee. Que no veas lo que libera. Sea bienvenido a esta piscina.
Nos trasladamos, pues, de los pasadizos y habitaciones-espejo de ‘La casa del nadador’, a la lectura anaeróbica de ‘Swimming pool’, la columna que firmará un servidor, de lunes a viernes, en estas mismas páginas que ahora tiene entre manos. El propósito es que este espacio mínimo –en comparación con la ‘La casa’, claro- acabe siendo un lugar físico donde uno se sumerja a apnea, busque la ingravidez y, cinco o seis brazadas después, rompa por la mitad la superficie. Más o menos, vamos. Sin presiones, que estamos en verano y las metáforas abruman.
Como no puede ser de otro modo, el nadador traerá a estas aguas lecturas confesables, viajes propios y ajenos, recortes de ciudades, etapas del tour de Francia, madrugadas, blogs, programas radiofónicos, actrices de otro tiempo, tickets de la gasolinera, psicofonías, repeticiones de la jugada, letras de canciones que no piensa reconocer nunca, quejas de los usuarios e instrucciones para hacer cócteles altamente balsámicos. Y además de eso, todo lo que se le ocurra.
Si el lector lo desea, siempre podrá darse un chapuzón en www.lacasadelnadador.blogspot.com, que es donde estarán los artículos amarrados, y así comentar, apostillar, proponer, criticar y gritar cuanto uno desee. Que no veas lo que libera. Sea bienvenido a esta piscina.
sábado, julio 19, 2008
martes, julio 15, 2008
Poesía e internet
Esta mañana, en el marco de los Cursos de verano de la Universidad de Almería, he participado en una mesa redonda junto a Ramón Navarrete (profesor de la Universidad Pablo de Olavide) y José Bárcenas (Escritor y camarero del Café Gijón). Mi parte se centraba en los blogs como modelo actual de tertulia literaria. La cosa ha estado bastante entretenida. La pena es que no me acordé de colgarlo en La casa del nadador para que se enterase quien por aquí nada. Para curarme en salud, ya os digo que este jueves vuelvo a participar en un recital, según el programa, con Elena Medel, Raúl Quinto, Antonio Portela, Rubén Martín y Miguel Ángel Feria (todos ganadores del premio Andalucía Joven de Poesía). Los actos son en el Hotel Catedral. A las 18:00 seremos entrevistados por Juan Luis Valenzuela. A las 21:00 tendrá lugar un recital. Por video conferencia también participarán los poetas de San Salvador Krisma Mancía, Eleanor Rivera y Jorge Galán.
lunes, julio 07, 2008
Echar a volar
Tres. Estos días hemos conocido una de las peores noticias que nos podían llegar. Para quien no recuerde el asunto que nos ha tenido en vilo más de dos meses, ahí va: el pasado 20 de abril, el padre Adelir Antonio de Carli, se ató a la cintura unos mil globos de los de toda la vida, de colores alegres, muy festivos ellos, y se echó al aire para batir el record de permanencia con este sencillo pero sofisticado sistema, que estaba en 20 horas. Su objetivo era pedir más derechos para los camioneros de su parroquia. Poco después de su partida, arreciaron los vientos, soplaron con ira traicionera, y el padre Adelir Antonio de Carli, ascendió y ascendió y se desdibujó camino del cielo. Nada volvimos a saber de él hasta hace apenas tres días, cuando el barco remolcador Ana Gabriela encontró su cuerpo flotando a 100 kilómetros de la costa de Maricá, en Rio de Janeiro. Y digo que es una de las peores noticias que podíamos conocer porque ya estábamos empezando a creer en este sistema de desaparición. Proletario, festivo y eficiente. A nosotros no nos faltan razones para cosernos al cinturón un buen puñado de estos globos, pero claro, seamos honestos, ahora que sabemos cómo, dónde y cuándo acaba la historia, no creo que nadie se atreva. ¿No habría sido más saludable ocultar el hallazgo del cuerpo sin vida de este valiente sacerdote? Seguir pensando que, si se complica la cosa, siempre nos queda la posibilidad de echar a volar y suspendernos sobre las razones que nos empujan a hacerlo. ¿Que qué razones? Ahí van algunas.
Dos. Esto que voy a contar es absolutamente real, por muy poco creíble que parezca. Hace año y medio nosotros acudimos a una promotora para que nos enseñaran los planos de algunas viviendas que tenían a la venta. La que nos gustó (66 metros cuadrados construidos), además de una terraza mínima, el suelo entarimado y dos habitaciones bastante modestas, tenía un precio de 205.000 euros. Hicimos cuentas y nos marchamos con la música a otra parte. Pues bien, hace un mes aproximadamente, el mismo comercial que nos atendió, el mismo que nos pedía que no nos lo pensásemos mucho porque tenía a tres parejas esperando y una de ellas a puntito de dar a luz, el mismo que nos enumeraba concienzudamente las virtudes del ladrillo tabiquero y las comodidades de la tarima flotante de calidad media-baja, el mismo que nos dio la señas de la sucursal bancaria con la que habían llegado a un acuerdo inhumano, nos volvió a llamar y nos ofreció el mismo piso por 154.00 euros. Lo que le gritamos a través del manos libres del coche no se puede reproducir aquí por una cuestión de decoro. ¿Es o no es para echar a volar?
Uno. He seguido la Eurocopa con una fidelidad casi absoluta. No sólo a España. Habré visto el 90% de los partidos. Y creo que es la primera vez que lo hago. Por supuesto, yo era de los que no querían que Luis Aragonés seleccionase a Raúl bajo ningún concepto. De hecho, cuando el seleccionador español acudió al programa ‘Tengo una pregunta para usted’, envié unos cinco mensajes de apoyo y de agradecimiento profundo por haber tenido la valentía, no de olvidarse de Raúl, sino de decir abiertamente que no contaría con él (porque no es bueno tener a alguien que malmete en un equipo). ¡Viva Luis Aragonés! Hasta aquí, teniendo en cuenta que ganamos el campeonato, no hay razones para atarse globos y echarse al aire. Pero es que he obviado lo que me ocurrió el día de antes de la final. Amanecí sin televisor. Mi cuñado, propietario del televisor LCD de altísima resolución de 32 pulgadas que tenía instalado en mi casa desde hacía un par de meses por cuestiones que no vienen al caso, pasó a primera hora de la mañana y se lo llevó mientras yo dormía. Lo llamamos y nos dijo que tenía un comprador, que ya le había entregado una señal y que quería ver la final en esa pantalla. Durante hora y media estuve tumbado en el sofá en estado semicataléptico, pensando que tendría que ver el partido en ese televisor entrado en carnes que oculto bajo una manta en el sótano como una de mis mayores vergüenzas, pensando que ya no vería con precisión las gotitas de sudor en la frente de Fernando Torres, ni los salivajos enfurecidos de Dani Güiza, ni la rabia líquida en los ojos de Luis Aragonés, después de tanto ataque y mala baba. Y sí, lo reconozco, estuve a punto a atarme globos a la cintura y echar a volar. Pero he optado por la venganza.
Juan Manuel Gil
Dos. Esto que voy a contar es absolutamente real, por muy poco creíble que parezca. Hace año y medio nosotros acudimos a una promotora para que nos enseñaran los planos de algunas viviendas que tenían a la venta. La que nos gustó (66 metros cuadrados construidos), además de una terraza mínima, el suelo entarimado y dos habitaciones bastante modestas, tenía un precio de 205.000 euros. Hicimos cuentas y nos marchamos con la música a otra parte. Pues bien, hace un mes aproximadamente, el mismo comercial que nos atendió, el mismo que nos pedía que no nos lo pensásemos mucho porque tenía a tres parejas esperando y una de ellas a puntito de dar a luz, el mismo que nos enumeraba concienzudamente las virtudes del ladrillo tabiquero y las comodidades de la tarima flotante de calidad media-baja, el mismo que nos dio la señas de la sucursal bancaria con la que habían llegado a un acuerdo inhumano, nos volvió a llamar y nos ofreció el mismo piso por 154.00 euros. Lo que le gritamos a través del manos libres del coche no se puede reproducir aquí por una cuestión de decoro. ¿Es o no es para echar a volar?
Uno. He seguido la Eurocopa con una fidelidad casi absoluta. No sólo a España. Habré visto el 90% de los partidos. Y creo que es la primera vez que lo hago. Por supuesto, yo era de los que no querían que Luis Aragonés seleccionase a Raúl bajo ningún concepto. De hecho, cuando el seleccionador español acudió al programa ‘Tengo una pregunta para usted’, envié unos cinco mensajes de apoyo y de agradecimiento profundo por haber tenido la valentía, no de olvidarse de Raúl, sino de decir abiertamente que no contaría con él (porque no es bueno tener a alguien que malmete en un equipo). ¡Viva Luis Aragonés! Hasta aquí, teniendo en cuenta que ganamos el campeonato, no hay razones para atarse globos y echarse al aire. Pero es que he obviado lo que me ocurrió el día de antes de la final. Amanecí sin televisor. Mi cuñado, propietario del televisor LCD de altísima resolución de 32 pulgadas que tenía instalado en mi casa desde hacía un par de meses por cuestiones que no vienen al caso, pasó a primera hora de la mañana y se lo llevó mientras yo dormía. Lo llamamos y nos dijo que tenía un comprador, que ya le había entregado una señal y que quería ver la final en esa pantalla. Durante hora y media estuve tumbado en el sofá en estado semicataléptico, pensando que tendría que ver el partido en ese televisor entrado en carnes que oculto bajo una manta en el sótano como una de mis mayores vergüenzas, pensando que ya no vería con precisión las gotitas de sudor en la frente de Fernando Torres, ni los salivajos enfurecidos de Dani Güiza, ni la rabia líquida en los ojos de Luis Aragonés, después de tanto ataque y mala baba. Y sí, lo reconozco, estuve a punto a atarme globos a la cintura y echar a volar. Pero he optado por la venganza.
Juan Manuel Gil
martes, julio 01, 2008
Inopia en el diario 'Ideal' (17)
Las ventanas de Juan Manuel Gil
En la literatura, donde la ficción marca los cursos de la realidad, caben todas las direcciones. No hay reglas ni sistemas. Basta un esquema, la razón cercana a la síntesis, para desvelar acontecimientos, personajes, hechos, ideas. La intuición es la principal acometida del autor que impone desde sugerencias los retos al lector. Juan Manuel Gil (Almería, 1979) establece una propuesta narrativa desde 'ventanas' literarias hacia un mundo cercado por diferentes realidades, como fórmula de acercamiento. Invita al lector a asomarse y observar. Es el gesto del escritor en torno a su libro 'Inopia' (Colección Troquel, nº 8, El Gaviero Ediciones, 2008). Con prólogo de Enrique Vila-Matas («Soy el bibliotecario un tanto maníaco que usted encontrará en las páginas de este libro»); con imagen de Ramón David Morales, donde todas las direcciones son posibles, resquebrajadas, sin orientación definida, salvo el infinito; y citas literarias de Malcom Lowry, Aldoux Huxley y Enrique Vila-Matas, el autor aporta un sugestivo lenguaje narrativo en un libro donde los conceptos imponen la estructura narrativa. El mismo título, 'Inopia' (indigencia, pobreza escasez), es la principal sugerencia para interpretar el laberinto camuflado en el texto. Juan Manuel Gil ha escrito una novela 'breve', preludio de sus aptitudes para lo 'grande', para el discurso literario de la narración, tras demostrar su capacidad de tejer historias con el lenguaje. El libro está ordenado en tres partes ('Extinción', 'Inopia' y 'Euforia'). La primera parte ofrece tres retratos de la abstracción. La palabra es el elemento transmisor de ideas, éstas reflejan su propia independencia. El lenguaje es altivo, sugerente y configura su propia brillantez. Independiente.
La segunda parte, eje central, es el territorio de los personajes, con un planteamiento de vidas paralelas. Es un mundo de 'ventanas', desde la creatividad del autor, que invita al lector a asomarse, con distintas realidades que nunca llegan a cruzarse, aunque siempre queda en el aire la posibilidad de tal acontecimiento. Los personajes se mueven entre la referencia literaria, donde los libros, como conceptos, son elementos vitales. De nuevo surge la abstracción literaria para configurar una atmósfera precisa. Libros y paisajes literarios definen los momentos, en los que la captación de la realidad, su influencia, vive como elemento clave de la ficción. La intriga se convierte en una obsesión lectora que comparte momentos destacados, con extractos sublimes de lo cotidiano. En ello, Juan Manuel Gil no sólo es capaz de insinuar las escenas, los momentos, con gran brillantez, sino que lo hace desde una visión arquitectónica de la narrativa. A eso ayuda el sentido críptico de las escenas. Y este planteamiento es una original propuesta de pequeños territorios que se reencuentran. De Cien a Cero. Lo que permite hacer una relectura en sentido contrario, si así lo decide el lector, con capacidad para desarrollar una personal visión de imágenes. De Cero a Cien. Regreso al presente.'
Inopia' tiene también su cerco, entre la 'extinción' y la 'euforia', con distintos recorridos posibles, que conducen al momento final: 'el rastro'.
El autor despliega sus miradas y 'ventanas' desde una reducción máxima de la síntesis. La idea-concepto se reduce al mínimo, esencia literaria en 'Inopia', es su propia razón que se mueve lentamente. En estas circunstancias, el lector es libre de imaginar la historia argumental, los hechos cotidianos diversos, desde la atenta mirada del escritor. Sin necesidad de llegar a alguna parte. Sin principio, ni fin.
[Autor de la reseña: Miguel Ángel Blanco. Publicado en el diario Ideal el 29.05.08]
miércoles, junio 25, 2008
Inopia by José Daniel García* (16)
Presentar un libro supone siempre una responsabilidad, más aún si se trata de un amigo. Siempre temo que la novela no me guste o que no me apetezca leerla, lo que me obliga a realizar un ejercicio de profesionalidad… a salir del paso como buenamente puedas. En ese caso, aunque consigas engañar al público asistente, el escritor que tienes al lado verá la gomilla de tu máscara y te arriesgas a que algo muera sin remedio entre vosotros. Por suerte, a mí me ha ocurrido justo lo contrario.
Cuando Juan Manuel Gil me pidió que lo presentara, cerré la agenda, porque entonces me enfrentaría a las miles de cosas que tengo que hacer durante este mes, y le dije que sí, que estaría encantado. No contábamos con mucho tiempo, pero estaba seguro de que Juanma no iba a defraudarme. Por problemas de envío, Inopia llegó el lunes a casa en manos de un cartero que casi funde el portero automático. Preparé un té, me subí al cuarto y me senté en el silloncito orejero con intención de echarle un primer vistazo… casi llego tarde a clase. INOPIA me enganchó desde el principio.
Si tuviera que definir por qué me ha gustado, y mucho, y por qué recomiendo, y mucho, su lectura y (auguro) su disfrute, diría que el acierto de Juanma está en el mantener un arriesgado equilibrio entre lo novedoso y lo ameno. La estructura de esta novela se aleja del planteamiento clásico y se aproxima a una aplicación literaria de la teoría del caos. Cinco historias donde se mezclan personajes ficticios y reales a un paso de la inopia, cerca de la frontera; una zona que, como la define Héctor, el escritor cuyo pasaporte a la literatura reside en cierto parecido físico con Ray Loriga, está “marcada a fuego por la imposibilidad de comunicarse mediante cualquier medio tecnológico de tercera o cuarta generación”. En ese espacio sin cobertura se mueven, como sombras casi transparentes, una serie de personajes que, sin previo aviso, burlan el radar y los satélites, desapareciendo tras un rastro de amoniaco. En la frontera está el hotel donde Marco Pantani decidió descolgarse del pelotón. Y más allá flotan, ingrávidas, las últimas palabras de Passolini. En la aduana se sienta el escritor, y desde su garita tiene acceso a lo inefable, abre la ventana y se zambulle en lo desconocido, a riesgo de volver con uno de los velos que cubren la verdad o regresar, en cambio, con los labios cosidos y las manos vacías.
INOPIA es, como digo, similar a un caos ordenado donde la fragmentación de las historias que se dan cita en esta novela híbrida no le quita coherencia al resultado, sino que, conforme aumentan la tensión y el vértigo, los partes fragmentadas del relato parecen alinearse en la cabeza del lector, consiguiendo, sin esfuerzo, encajar las piezas del puzzle conforme transcurre la cuenta atrás. Aunque el tiempo del libro es simultáneo, como en el poema de Eliot. Es quizá en este manejo de los tiempos, en el uso discreto de estructuras rítmicas y figuras retóricas donde el poeta le echa una mano al prosista para mantener el pulso e insertar imágenes de hondo lirismo dentro de los párrafos, dando mayor intensidad a la página. De forma sutil, el mensaje del libro se va desvelando, y pongo por ejemplo este símil: “la mayoría de aquellos nombres se disolvieron, como terrones de azúcar en una pecera china”. Flotando, quedan Sofía, Mateo, una encarnación ficticia de Holden Caulfield, el detective Naldini, Lola…
Cuando Juan Manuel Gil me pidió que lo presentara, cerré la agenda, porque entonces me enfrentaría a las miles de cosas que tengo que hacer durante este mes, y le dije que sí, que estaría encantado. No contábamos con mucho tiempo, pero estaba seguro de que Juanma no iba a defraudarme. Por problemas de envío, Inopia llegó el lunes a casa en manos de un cartero que casi funde el portero automático. Preparé un té, me subí al cuarto y me senté en el silloncito orejero con intención de echarle un primer vistazo… casi llego tarde a clase. INOPIA me enganchó desde el principio.
Si tuviera que definir por qué me ha gustado, y mucho, y por qué recomiendo, y mucho, su lectura y (auguro) su disfrute, diría que el acierto de Juanma está en el mantener un arriesgado equilibrio entre lo novedoso y lo ameno. La estructura de esta novela se aleja del planteamiento clásico y se aproxima a una aplicación literaria de la teoría del caos. Cinco historias donde se mezclan personajes ficticios y reales a un paso de la inopia, cerca de la frontera; una zona que, como la define Héctor, el escritor cuyo pasaporte a la literatura reside en cierto parecido físico con Ray Loriga, está “marcada a fuego por la imposibilidad de comunicarse mediante cualquier medio tecnológico de tercera o cuarta generación”. En ese espacio sin cobertura se mueven, como sombras casi transparentes, una serie de personajes que, sin previo aviso, burlan el radar y los satélites, desapareciendo tras un rastro de amoniaco. En la frontera está el hotel donde Marco Pantani decidió descolgarse del pelotón. Y más allá flotan, ingrávidas, las últimas palabras de Passolini. En la aduana se sienta el escritor, y desde su garita tiene acceso a lo inefable, abre la ventana y se zambulle en lo desconocido, a riesgo de volver con uno de los velos que cubren la verdad o regresar, en cambio, con los labios cosidos y las manos vacías.
INOPIA es, como digo, similar a un caos ordenado donde la fragmentación de las historias que se dan cita en esta novela híbrida no le quita coherencia al resultado, sino que, conforme aumentan la tensión y el vértigo, los partes fragmentadas del relato parecen alinearse en la cabeza del lector, consiguiendo, sin esfuerzo, encajar las piezas del puzzle conforme transcurre la cuenta atrás. Aunque el tiempo del libro es simultáneo, como en el poema de Eliot. Es quizá en este manejo de los tiempos, en el uso discreto de estructuras rítmicas y figuras retóricas donde el poeta le echa una mano al prosista para mantener el pulso e insertar imágenes de hondo lirismo dentro de los párrafos, dando mayor intensidad a la página. De forma sutil, el mensaje del libro se va desvelando, y pongo por ejemplo este símil: “la mayoría de aquellos nombres se disolvieron, como terrones de azúcar en una pecera china”. Flotando, quedan Sofía, Mateo, una encarnación ficticia de Holden Caulfield, el detective Naldini, Lola…
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[José Daniel García ha ganado el premio 'Andalucía Joven' de poesía con El sueño del monóxido (DVD, 2006) y el premio Hiperión de poesía con Coma (Hiperión, 2008)]
lunes, junio 23, 2008
Notebook: Se subasta el verano
Cuatro. Se aproxima la noche más mágica del año. Eso dicen quienes entienden de arquitectura galáctica. Las hogueras de San Juan concentran y catapultan hacia la mañana la energía de nuestro trasfondo más atávico: caminar despacio sobre ascuas, bailar buscando la convulsión, beber hasta alcanzar el trance etílico y comer para rayar el corte digestivo. Y para quienes vean esta noche como un géiser de accidentalidad, siempre pueden agotar su deseo en cuanto el reloj marque las doce. Es cuestión de meter los pies en el agua y decir para los adentros de uno: ‘San Juan, San Juan, deseo salir vivo de aquí y que el filo de una lata de atún en aceite vegetal no me acabe rebanando un dedo del pie’. Es mucho pedir, pero, precisamente por eso, es la noche más mágica del año.
Tres. Ahora que han declarado oficialmente el inicio del verano –oficiosamente ya lo trajo la manga corta hace algunas semanas-, el cuerpo empieza a pedir un callejeo de sombrajo y terraza al caer la tarde. Recuerdo que, en mi etapa universitaria, la época estival era de lo mejorcito que tenía el año. Y no porque dejara de ir a clase –que también-, sino porque algunos amigos y yo empezábamos el periplo que habíamos proyectado meses antes a través de becas y pequeñas inversiones bien rentabilizadas. Como lo nuestro no eran los festivales de música electrónica que tan de moda están hoy, buscábamos teatro, talleres, charlas y buen ambiente. Literatura, en definitiva. Ahí van algunas recomendaciones para quienes se atrevan. Están a tiempo. Primera: Festival de Teatro de Mérida (del 21 de junio al 30 de agosto). Segunda: Festival de Teatro Clásico de Almagro (del 26 de junio al 20 de julio). Tercera: La escritura de la poesía española actual (en Barbastro, del 2 al 4 de julio). Y cuarta: La novela en el cine (en Cursos de verano de la UAL, del 9 al 11 de julio). Todo es rastreable en Internet y, en algunos casos, ofrecen becas que cubren parte de la actividad e, incluso, el alojamiento.
Dos. Aún no he terminado de leer este libro, pero ya tengo ganas de hablar de él. Me refiero a ‘Así fueron las cosas’ (Circe, Barcelona) de Maryann Burk Carver: un testimonio en primera persona de quien fue la primera esposa del memorable escritor Raymond Carver. De lo que tengo leído -más o menos la mitad-, puedo decir que se engulle cómodamente. A pesar de que algunas páginas están cargadas, para mi gusto, de un exceso de sentimentalismo, quizá para reconstruir los años de adolescencia, enamoramiento y paternidad precipitada, su valor documental, sobre todo para los amantes irrecuperables de Carver, es grandísimo. Me da que este libro –ya os lo confirmaré cuando termine su lectura- no es un acercamiento certero a determinadas facetas de su vida, pero sí una fuente de información inevitable para cualquier futuro biógrafo.
Uno. Acabo de enterarme de que ha salido a subasta un nuevo vídeo de Marilyn Monroe. Al parecer, y a diferencia de otros, es decente. Se trata de imágenes captadas por un videoaficionado durante el rodaje de ‘Vidas rebeldes’. Concretamente unos tres cuartos de hora, donde la Monroe juguetea con éste y con aquél, toma café o habla con Clark Gable, sin que éste supiera, claro está, que su corazón estaba a punto de tartamudear y detenerse para siempre. Unos sesenta y cuatro mil euros será probablemente el jugo que dé el estrujón del video. No está nada mal, la verdad. Sobre todo teniendo en cuenta que este tipo de actividades ya van tomando el peso específico de la costumbre. En cualquier caso, no creo que pase nada parecido con los escritores, los libros y los autógrafos. O si ocurre, será a la inversa: el día de mañana se subastarán por cantidades astronómicas aquellos libros que no tengan en las primeras páginas señal alguna de que ese ejemplar estuvo en las manos de su autor; que no lo firmó ni lo dedicó, vamos. Porque si hay algo que le gusta a un escritor es ponerse en una caseta de la feria del libro y que la gente enfile el bolígrafo bic con el que les firmará. Por eso suelo poner a buen recaudo los ejemplares de mi biblioteca particular. Los protejo hasta de mí.
Juan Manuel Gil
Tres. Ahora que han declarado oficialmente el inicio del verano –oficiosamente ya lo trajo la manga corta hace algunas semanas-, el cuerpo empieza a pedir un callejeo de sombrajo y terraza al caer la tarde. Recuerdo que, en mi etapa universitaria, la época estival era de lo mejorcito que tenía el año. Y no porque dejara de ir a clase –que también-, sino porque algunos amigos y yo empezábamos el periplo que habíamos proyectado meses antes a través de becas y pequeñas inversiones bien rentabilizadas. Como lo nuestro no eran los festivales de música electrónica que tan de moda están hoy, buscábamos teatro, talleres, charlas y buen ambiente. Literatura, en definitiva. Ahí van algunas recomendaciones para quienes se atrevan. Están a tiempo. Primera: Festival de Teatro de Mérida (del 21 de junio al 30 de agosto). Segunda: Festival de Teatro Clásico de Almagro (del 26 de junio al 20 de julio). Tercera: La escritura de la poesía española actual (en Barbastro, del 2 al 4 de julio). Y cuarta: La novela en el cine (en Cursos de verano de la UAL, del 9 al 11 de julio). Todo es rastreable en Internet y, en algunos casos, ofrecen becas que cubren parte de la actividad e, incluso, el alojamiento.
Dos. Aún no he terminado de leer este libro, pero ya tengo ganas de hablar de él. Me refiero a ‘Así fueron las cosas’ (Circe, Barcelona) de Maryann Burk Carver: un testimonio en primera persona de quien fue la primera esposa del memorable escritor Raymond Carver. De lo que tengo leído -más o menos la mitad-, puedo decir que se engulle cómodamente. A pesar de que algunas páginas están cargadas, para mi gusto, de un exceso de sentimentalismo, quizá para reconstruir los años de adolescencia, enamoramiento y paternidad precipitada, su valor documental, sobre todo para los amantes irrecuperables de Carver, es grandísimo. Me da que este libro –ya os lo confirmaré cuando termine su lectura- no es un acercamiento certero a determinadas facetas de su vida, pero sí una fuente de información inevitable para cualquier futuro biógrafo.
Uno. Acabo de enterarme de que ha salido a subasta un nuevo vídeo de Marilyn Monroe. Al parecer, y a diferencia de otros, es decente. Se trata de imágenes captadas por un videoaficionado durante el rodaje de ‘Vidas rebeldes’. Concretamente unos tres cuartos de hora, donde la Monroe juguetea con éste y con aquél, toma café o habla con Clark Gable, sin que éste supiera, claro está, que su corazón estaba a punto de tartamudear y detenerse para siempre. Unos sesenta y cuatro mil euros será probablemente el jugo que dé el estrujón del video. No está nada mal, la verdad. Sobre todo teniendo en cuenta que este tipo de actividades ya van tomando el peso específico de la costumbre. En cualquier caso, no creo que pase nada parecido con los escritores, los libros y los autógrafos. O si ocurre, será a la inversa: el día de mañana se subastarán por cantidades astronómicas aquellos libros que no tengan en las primeras páginas señal alguna de que ese ejemplar estuvo en las manos de su autor; que no lo firmó ni lo dedicó, vamos. Porque si hay algo que le gusta a un escritor es ponerse en una caseta de la feria del libro y que la gente enfile el bolígrafo bic con el que les firmará. Por eso suelo poner a buen recaudo los ejemplares de mi biblioteca particular. Los protejo hasta de mí.
Juan Manuel Gil
viernes, junio 13, 2008
Inopia, Travis y El Vértigo (15)
Amigos, ya estoy de vuelta. Abro las puertas de la casa del nadador de par en par. Que entre el verano. Tengo algunos recortes y enlaces sobre las presentaciones de Inopia, y alguna que otra reseña, que iré colgando en los próximos días. Empiezo con lo más reciente:
Raúl Quinto, autor de los poemarios Grietas, La piel del vigilante y La flor de la tortura, hace una crónica en su blog sobre uno de los actos literarios más interesantes del año -a pesar de mi participación-. Tuvo lugar en el Zaguán y se homenajeaba la película París, Texas de Wim Wender. Aprovecha Raúl Quinto ese post para recomendar encarecidamente la lectura de Inopia. Ahora hago yo lo propio en mi casa: mil gracias.
domingo, junio 01, 2008
Inopia by Ginés Torres* (14)
[Fragmento]
Se ha puesto muy de moda en últimos tiempos la idea, la continua reflexión sobre la tan traída y llevada muerte de la novela: ha desatado riadas de artículos, de enfrentadas opiniones, de desconfiadas miradas críticas hacia cierto tipo de textos: una sensación de que al pulso de la vieja novela decimonónica tipo, digamos, Madame Bovary, el arsénico le ha empezado a hacer efecto. Yo creo que el foco hay que desplazarlo un poco: porque si es cierto que, tal vez, el viejo modelo decimonónico no goza de su mejor momento; si lo que hacemos es preguntarnos por la salud de la narrativa, o la nueva narrativa, la respuesta, creo, es que es muy, muy buena.
Y un gran ejemplo de esa buena salud es esta Inopia: por eso he evitado calificarla como novela, o como libro de cuentos, y dejarlo en libro, en un gran y buen libro de narrativa. Una obra que se estructura a partir de un nudo central, la inopia (entendida desde el principio del libro como indigencia, pobreza, escasez); inopia que va evolucionando a lo largo del libro hacia su grado máximo, que sería la desaparición -que afecta incluso a la propia estructura del libro: recordemos el orden descendente -de cien a cero- de los capítulos que conforman la parte de central del libro-, la posibilidad de encontrar una respuesta a la frase de Maurice Blanchot con que, precisamente, Enrique Vila-Matas abría El Mal de Montano: ¿Cómo haremos para desaparecer?.
Creo que ahí está la clave del libro: cómo hacer para desaparecer, o también cómo es que ha tenido lugar esa desaparición, o cómo contar una desaparición o cómo uno se sumerge cada vez más en la desaparición, incluso en la disolución de la propia conciencia -ese tema que ahora recorre con fuerza gran parte de la literatura europea-; o, incluso, las desapariciones casi míticas, parte ya de nuestra cultura popular de Elvis y Jesús Gil.
Todo esto nos lo plantea Juan Manuel Gil con una sabia construcción estructural en la que unas historias refuerzan a las otras, amplificando su fuerza, tendiendo hilos de unas a otras para formar una figura perfectamente trazada y trenzada, que se ve más clara según se avanza en el libro, según el lector va construyendo su silueta, aplicando la perspectiva, tendiendo líneas de una historia a otra, encontrando así un tono, un rumor, un clima -y no estoy hablando sólo de la meteorología almeriense, que también se proyecta sobre las páginas del libro- de los que participan sus diferentes historias: así, por ejemplo, nos encontramos con la conmovedora y difícil, por tantas cosas, historia de amor entre Yassine y Carmen; con Mateo, el peculiar y obsesivo bibliotecario, quien sostiene ante su no menos peculiar novia haber conocido a Holden Caulfield, protagonista de El guardián entre el centeno, y otro desaparecido, Salinger, al fondo; con la inspectora Sofía Carano, sus moleskines y su investigación sobre la muerte del ciclista Marco Pantani; o, entre otras historias, con una narración de los últimos días de Pier Paolo Pasolini.Pero, para terminar, creo que el libro niega y, gozosamente, hace fracasar gozosamente su título: Inopia no invita a la desaparición, a la disolución, sino a volver sobre él, a releerlo, a hacerlo aparecer una y otra vez, a hacerle ganar consistencia, la que Juan Manuel Gil ha sabido dar a su libro: la fuerte presencia literaria.
Y un gran ejemplo de esa buena salud es esta Inopia: por eso he evitado calificarla como novela, o como libro de cuentos, y dejarlo en libro, en un gran y buen libro de narrativa. Una obra que se estructura a partir de un nudo central, la inopia (entendida desde el principio del libro como indigencia, pobreza, escasez); inopia que va evolucionando a lo largo del libro hacia su grado máximo, que sería la desaparición -que afecta incluso a la propia estructura del libro: recordemos el orden descendente -de cien a cero- de los capítulos que conforman la parte de central del libro-, la posibilidad de encontrar una respuesta a la frase de Maurice Blanchot con que, precisamente, Enrique Vila-Matas abría El Mal de Montano: ¿Cómo haremos para desaparecer?.
Creo que ahí está la clave del libro: cómo hacer para desaparecer, o también cómo es que ha tenido lugar esa desaparición, o cómo contar una desaparición o cómo uno se sumerge cada vez más en la desaparición, incluso en la disolución de la propia conciencia -ese tema que ahora recorre con fuerza gran parte de la literatura europea-; o, incluso, las desapariciones casi míticas, parte ya de nuestra cultura popular de Elvis y Jesús Gil.
Todo esto nos lo plantea Juan Manuel Gil con una sabia construcción estructural en la que unas historias refuerzan a las otras, amplificando su fuerza, tendiendo hilos de unas a otras para formar una figura perfectamente trazada y trenzada, que se ve más clara según se avanza en el libro, según el lector va construyendo su silueta, aplicando la perspectiva, tendiendo líneas de una historia a otra, encontrando así un tono, un rumor, un clima -y no estoy hablando sólo de la meteorología almeriense, que también se proyecta sobre las páginas del libro- de los que participan sus diferentes historias: así, por ejemplo, nos encontramos con la conmovedora y difícil, por tantas cosas, historia de amor entre Yassine y Carmen; con Mateo, el peculiar y obsesivo bibliotecario, quien sostiene ante su no menos peculiar novia haber conocido a Holden Caulfield, protagonista de El guardián entre el centeno, y otro desaparecido, Salinger, al fondo; con la inspectora Sofía Carano, sus moleskines y su investigación sobre la muerte del ciclista Marco Pantani; o, entre otras historias, con una narración de los últimos días de Pier Paolo Pasolini.Pero, para terminar, creo que el libro niega y, gozosamente, hace fracasar gozosamente su título: Inopia no invita a la desaparición, a la disolución, sino a volver sobre él, a releerlo, a hacerlo aparecer una y otra vez, a hacerle ganar consistencia, la que Juan Manuel Gil ha sabido dar a su libro: la fuerte presencia literaria.
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*[Gines Torres Salinas es autor de El amor en tiempos de Chernobyl e Historia oculta de la literatura universal (Premio García Lorca)]
lunes, mayo 26, 2008
Inopia en La Tormenta (13)
El escritor Fernando Sánchez Calvo ha reseñado Inopia en el incansable, balsámico y natural blog La tormenta en un vaso. Este espacio, desde el año 2006, recomienda un libro cada día, de lunes a viernes, y está integrado por un amplio grupo de escritores y críticos literarios de primera línea. Todo un placer.
domingo, mayo 25, 2008
Inopia en las ondas (12)
El lunes, 26 de mayo, a las 19:30, se estrena el programa radiofónico El corazón de los libros en CandilRadio. He tenido la suerte de ser entrevistado en el comienzo de este interesante viaje literario. Francisco Sánchez, presentador del espacio, decidió invitarme para hablar de Inopia y es de recibo agradecérselo. Para quien quiera escucharlo:
-Vía Radio en Almería: 87.6 fm
-Vía internet: http://www.candilradio.com/
[Ya se puede escuchar la entrevista en la página de Candil Radio. En la sección de El corazón de los libros. Muy fácil]
lunes, mayo 19, 2008
Inopia en El hombre que salió de la tarta (11)
1. Agustín Fernández Mallo, autor de Nocilla Dream y Nocilla Experience, ha recomendado la lectura de Inopia en su blog El hombre que salió de la tarta. Un lujo que me apetece compartir con todos los nadadores que, habitualmente, le seguís la pista a la novela.
2. El jueves, 22 de mayo, se presenta Inopia en Córdoba. Lugar: la Fundación Antonio Gala. Hora: 20:00. Presentador: José Daniel García (flamante y reluciente Premio Hiperión).
domingo, mayo 18, 2008
Notebook: lecturas
Cuatro. Cuando usted lea este artículo, la edición 2008 del Festival del Libro y de la Lectura habrá tocado a su fin. Si no asistió a ninguna de sus noches, tiene razones para lamentarse. El teatro Apolo, durante algo más de una semana, se ha vestido y desvestido ante unas cifras de público que no suelen ser habituales en el resto de actos librescos que jalonan el año. Un resumen del saldo podría ser el siguiente: Manuel Rivas dejando volar las cometas; el dramaturgo José Luis Alonso de Santos atando piedras a las cometas; las poetas Yolanda Castaño, Estíbaliz Espinosa y María Lado intentando ser cometas; y el costurero Adolfo Domínguez disfrutando, más que de las cometas, del viento que las hace cometas.
Tres. Acabo de leer que la Junta de Andalucía se ha comprometido a conectar los municipios del poniente, el Bajo Andarax y Cabo de Gata con una especie de tren híbrido; algo así como un tranvía, pero con nombre de recalcón: tren-tran. Me pregunto si se acordarán de El Alquián a la hora de decidir los apeaderos, del mismo modo que se acordaron para poner un gaseoducto y un aeropuerto, o, sencillamente, este tren será otro más que pase de largo. Me cuentan que hay políticos que ya le han puesto nombre al barrio: punto muerto. Al este los residenciales de El Toyo y el Parque Natural, al oeste el campus Universitario. Entre un punto y otro: El Alquián y el gaseoducto y el aeropuerto y, algo más allá, el vertedero de la ciudad y una planta de tratamiento de aguas residuales. Me dijo el escritor Manuel Rivas con su habitual ironía y sentido del humor: ‘Quizá se trate de una conspiración’. No lo descarto.
Dos. También acabo de leer ‘Sale el espectro’, del escritor norteamericano Philip Roth. Se trata de su última novela, y en ella vuelve a dar vidilla al viejo escritor Nathan Zuckerman, una especie de trasunto del propio autor, que decide volver a la ciudad, después de muchísimo tiempo apartado y encerrado en su escritura, para tratarse las incómodas secuelas de una operación de próstata. Ese viaje de retorno a Nueva York sacudirá con violencia sus miedos y deseos más radicales. Lo cierto es que no está a la altura de algunos otros de sus títulos como ‘La mancha humana’, ‘La conjura contra América’ o ‘El lamento de Portnoy’, pero el lector agradece la mirada implacable, afilada y, a la vez, compasiva del único escritor norteamericano vivo cuya obra ya está publicada en la Library of America. Que es como decir que se caga la perra de lo bien que escribe. Si no han leído aún nada de Philip Roth, apúntenlo en su lista de propósitos veraniegos.
Uno. ¿Qué aún no tiene lista de lecturas veraniegas? Aquí van unas cuantas recomendaciones, pero les advierto que no son lecturas que se lleven bien con la insolación y los cortes digestivos. Son más de sombrajo y atardeceres. Primera. ‘España’ (DVD Ediciones), del escritor zaragozano Manuel Vilas. Una novela desconcertante que te exige tanto como te da. Casi parece un blog, un repositorio de materiales inteligentemente dispuestos, una forma totalmente distinta de contar lo pensado. Segunda. El ensayo de Joyce Johnson titulado ‘Personajes secundarios’ (Libros del asteroide). Bueno, más que ensayo, memorias, y, más que memorias, relato. Se trata de un libro necesario para entender algo mejor lo que se dio en llamar ‘Generación Beat’. Ya saben: los Burroughs, Ginsberg, Corso, Kooning y Kerouac. Con éste último, Joyce Johnson mantuvo una relación durante años, lo que la convirtió en testigo y protagonista de excepción. Y tercera. ‘El viento ligero en Parma’ (Sexto Piso) de Enrique Vila-Matas. Se trata de una ordenada recopilación y disposición de textos que transitan por el extenso terreno de una literatura cuyos manidos límites se desdibujan para reinventarse. Este libro está lleno de libros. Y de películas, anécdotas, escritores, ciudades y años inolvidables. Enrique Vila-Matas en estado puro.
Juan Manuel Gil
Tres. Acabo de leer que la Junta de Andalucía se ha comprometido a conectar los municipios del poniente, el Bajo Andarax y Cabo de Gata con una especie de tren híbrido; algo así como un tranvía, pero con nombre de recalcón: tren-tran. Me pregunto si se acordarán de El Alquián a la hora de decidir los apeaderos, del mismo modo que se acordaron para poner un gaseoducto y un aeropuerto, o, sencillamente, este tren será otro más que pase de largo. Me cuentan que hay políticos que ya le han puesto nombre al barrio: punto muerto. Al este los residenciales de El Toyo y el Parque Natural, al oeste el campus Universitario. Entre un punto y otro: El Alquián y el gaseoducto y el aeropuerto y, algo más allá, el vertedero de la ciudad y una planta de tratamiento de aguas residuales. Me dijo el escritor Manuel Rivas con su habitual ironía y sentido del humor: ‘Quizá se trate de una conspiración’. No lo descarto.
Dos. También acabo de leer ‘Sale el espectro’, del escritor norteamericano Philip Roth. Se trata de su última novela, y en ella vuelve a dar vidilla al viejo escritor Nathan Zuckerman, una especie de trasunto del propio autor, que decide volver a la ciudad, después de muchísimo tiempo apartado y encerrado en su escritura, para tratarse las incómodas secuelas de una operación de próstata. Ese viaje de retorno a Nueva York sacudirá con violencia sus miedos y deseos más radicales. Lo cierto es que no está a la altura de algunos otros de sus títulos como ‘La mancha humana’, ‘La conjura contra América’ o ‘El lamento de Portnoy’, pero el lector agradece la mirada implacable, afilada y, a la vez, compasiva del único escritor norteamericano vivo cuya obra ya está publicada en la Library of America. Que es como decir que se caga la perra de lo bien que escribe. Si no han leído aún nada de Philip Roth, apúntenlo en su lista de propósitos veraniegos.
Uno. ¿Qué aún no tiene lista de lecturas veraniegas? Aquí van unas cuantas recomendaciones, pero les advierto que no son lecturas que se lleven bien con la insolación y los cortes digestivos. Son más de sombrajo y atardeceres. Primera. ‘España’ (DVD Ediciones), del escritor zaragozano Manuel Vilas. Una novela desconcertante que te exige tanto como te da. Casi parece un blog, un repositorio de materiales inteligentemente dispuestos, una forma totalmente distinta de contar lo pensado. Segunda. El ensayo de Joyce Johnson titulado ‘Personajes secundarios’ (Libros del asteroide). Bueno, más que ensayo, memorias, y, más que memorias, relato. Se trata de un libro necesario para entender algo mejor lo que se dio en llamar ‘Generación Beat’. Ya saben: los Burroughs, Ginsberg, Corso, Kooning y Kerouac. Con éste último, Joyce Johnson mantuvo una relación durante años, lo que la convirtió en testigo y protagonista de excepción. Y tercera. ‘El viento ligero en Parma’ (Sexto Piso) de Enrique Vila-Matas. Se trata de una ordenada recopilación y disposición de textos que transitan por el extenso terreno de una literatura cuyos manidos límites se desdibujan para reinventarse. Este libro está lleno de libros. Y de películas, anécdotas, escritores, ciudades y años inolvidables. Enrique Vila-Matas en estado puro.
Juan Manuel Gil
sábado, mayo 10, 2008
jueves, mayo 01, 2008
Inopia en 'Cuadernos del Sur' (9)
domingo, abril 27, 2008
Inopia en la Universidad de Almería
viernes, abril 25, 2008
Inopia en Granada
Presentamos Inopia en la Feria del libro de Granada. Será el domingo, 27 de abril, a las 19:00h., en el Salón CajaGranada. Me acompañará el escritor Ginés Torres Salinas, autor de El amor en tiempos de Chernobyl e Historia oculta de la literatura universal (Premio García Lorca). A las 20:00 h. estaré en la caseta de firmas. Os espero.
martes, abril 22, 2008
Presentación de Inopia
El Jueves, 24 de abril, a las 20:30, en el Salón Noble de delgación (Paseo de Almería, frente a Zara), presento Inopia de la mano del escritor Antonio Orejudo. Si estás leyendo esto y decides venir, me das una alegría. [Hoy el sistema no me deja poner fotografía. Menudo bloggero estoy hecho]
domingo, abril 20, 2008
Soy lo que leo
El 23 de abril, a las 19:00 horas, con motivo del día del libro, doy una conferencia en el IES Portocarrero titulada Soy lo que leo. Se enmarca dentro de un programa de actividades más amplio coordinado por el El Departamento de Lengua Castellana y Literatura de dicho centro. Una hora después estaré en la lectura que homenajerá a Juan Ramón Jiménez en el Salón Noble de Delegación (Paseo de Almería).
jueves, abril 17, 2008
En la mesa de Félix Romeo (8)
El sábado pasado, Inopia llegó hasta la mesa de trabajo de Félix Romeo. En el ABCD las artes y las letras (sumplemento de Abc), quedó una ligera pero ilusionante huella. Cuando me enteré, andaba perdido en algún punto impreciso de La Alpujarra.
viernes, abril 11, 2008
Inopia a la vista
El 18 de abril, viernes, a las 19:00 horas, tendrá lugar la presentación de Inopia en la III Feria del Libro de El Ejido (Almería). Será en el Patio de Luces del Ayuntamiento.
martes, abril 08, 2008
martes, abril 01, 2008
Inopia en El síndrome Chéjov (6)
Miguel Ángel Muñoz, el autor del libro de relatos El síndrome Chéjov (Páginas de Espuma, 2006), ha reseñado Inopia en su conocido blog. Para mí es todo un lujazo. Primero, porque soy un seguidor de este blog desde sus inicios. Segundo, porque admiro el trabajo crítico, creativo y teórico -sus apuntes sobre el cuento son excepcionales- que viene desarrollando este escritor desde años. Y tercero, porque formar parte de esa biblioteca que va conformando en su blog, sencillamente, me hace feliz. Quien esté interesado en leer la crítica, que mire fijamente la fotografía, si no se carga la página como es debido, basta con pinchar aquí.
lunes, marzo 31, 2008
Inopia en la revista Oniria (5)
La magnífica revista Oniria recomienda estos días la lectura de Inopia. Así que desde aquí quiero agradecer la recomendación y el interés mostrado por sus directores: en un futuro muy cercano publicarán una detallada entrevista al autor, es decir, al menda lerenda. Os iré informando.
miércoles, marzo 19, 2008
Óscar Santos en La noche a tientas
"Es joven, atractivo (algo raro en la literatura) delgado y perilla siglo de oro. Gasta gafas pequeñas y modernas, lejanas de la bohemia oscura y de pasta dura. Tiene una sonrisa perenne que navega entre el gesto fijo y la picaresca. Dirían de él que es un escritor que despunta, que tiene futuro, pero creo que se equivocan. Juanma Gil es ya un escritor en el presente, un hacedor de espléndidos versos y un hacedor de historias herrmosas y bien contadas. Juanma Gil no es ninguna promesa sino un hecho consumado. Les aconsejo que lean lo que escribe, es una invitación a la verdadera literatura."
[Casi entrada la medianoche. Programa radiofónico La noche a tientas. Dirigido por Óscar Santos. Cierre de su primer programa. Voz atemperada.][Semblanza cortesía del director][Gracias][Si mis libros llevarán fajín rojo, el texto sería éste.]
domingo, marzo 16, 2008
Inopia en Público (4)
El perdigal
La infancia y el aeropuerto
Mis primeros recuerdos de infancia están estrechamente ligados al mar. Mi madre aprovechaba cualquier resquicio de sol para embutirme en un carricoche veraniego, de esqueleto metálico y con franjas blanquiazules, y en menos de diez minutos estábamos o con los pies metidos en el agua o respetando bajo la sombrilla las dos horas homologadas de digestión. Recuerdo aquellas caminatas con una precisión tal, que a veces tengo la impresión de que he rellenado las posibles lagunas con otros recuerdos posteriores. Mi madre, en cambio, dice que no; que aquello no hay manera de olvidarlo.
La playa a la que desembocábamos era la de El Perdigal. Ya la conocen ustedes: un revuelo de la falda del Mediterráneo, situado en El Alquián, con más espuma que sal, con ganas de dejarse querer y con un amanecer excesivamente puntual. Y el camino que recorríamos para llegar hasta ella era una carretera breve y certera, que atravesaba la marina de norte a sur, sin la grandilocuencia y los aspavientos de los bulevares, pero con la fotogenia de una localización del cine de los años 50.
Desgraciadamente, de aquella carretera queda poco menos de la mitad. Pasó, de aquel ligero aire de interestatal norteamericana, a destilar esa presencia fantasma que suelen traer consigo las amputaciones. Lejos de aquí, se decidió que lo que necesitaba el aeropuerto de Almería no era un traslado a una zona de menor impacto medioambiental y urbano, sino una gran ampliación. Desde aquel día, quienes viven en el El Alquián distinguen con precisión mecánica el queroseno de la gasolina ordinaria, las luces de navidad prologan en sus casas la pista de aterrizaje y el ruido atronador marca las horas, a falta de un campanario y un par de cigüeñas.
Recuerdo cómo los vecinos se manifestaron entonces. Recuerdo los gritos en la misma puerta de la Terminal del aeropuerto, mientras la Guardia Civil impedía con contundencia que atravesaran una línea imaginaria. Recuerdo a la policía dispersando por la fuerza a los manifestantes para que no cortaran la carretera a su paso por El Alquián. Recuerdo a la gente corriendo de un lado a otro y llorando de impotencia. Tiene razón mi madre: hay cosas que no se pueden olvidar. Mi opinión es que aquel día le asestaron un golpe demasiado grave a este barrio. A cambio, nos construyeron un parque con el 2% de los pinos y eucaliptos que ya teníamos y que decidieron no talar en un alarde de generosidad.
La juventud y el gasoducto
Muchos años después, casualidades de la vida, el gasoducto que proviene de Argelia, recorrerá desde la Playa de San Miguel en Cabo de Gata hasta la playa de El Perdigal en El Alquián (caladeros imprescindibles para las embarcaciones de la zona), y allí tomará tierra y se construirá una Terminal de Recepción de tres pares de narices, desde la que se distribuirá en dirección norte el tan ansiado elixir energético. Según la información que se facilita en la propia página web de Medgaz (empresa que ejecuta la obra), la creciente demanda española de gas natural justifica plenamente esta inversión de 900 millones de euros, y en los tramos costeros, el tubo, de 24 pulgadas de diámetro y con una capacidad de 8 bcm/año, irá enterrado a dos metros de profundidad. No sé si a ustedes les tranquilizan estos argumentos. Lo que tengo claro es que no es profundidad suficiente para ocultar las preguntas: ¿Por qué de nuevo El Alquián? ¿Han escuchado a los vecinos? ¿Alguno de ellos les ha dicho que quiere que un tubo de 24 pulgadas le ensarte el barrio? Si los responsables de esta obra han hecho caso omiso a los vecino de El Alquián, ¿a quién han escuchado?
Cuando paso por allí y veo la tierra revuelta, la maquinaria pesada, los tubos pacientemente amontonados, las vallas de protección, los carteles de prohibido el paso a toda persona ajena a la obra, no puedo evitar reconstruir aquel paisaje desolador que trajo la ampliación del aeropuerto; la escalofriante decisión que se interpuso a la salida natural al mar de un barrio con una larga tradición pesquera que acabó mermada.
En un par de años, a los aviones sobrevolando el barrio, se les unirá el silencioso pero constante fluir subterráneo del gas. Quizá, a cambio, alguna vez nos hagan un parque con los restos del barrio que no arrollaron con las palas -en un nuevo alarde de generosidad, claro-. A El Alquián le han asestado un segundo golpe de máxima gravedad y los políticos han mirado hacia otro lado. Siento rabia y vergüenza ajena. Esa es la verdad.
Juan Manuel Gil
Mis primeros recuerdos de infancia están estrechamente ligados al mar. Mi madre aprovechaba cualquier resquicio de sol para embutirme en un carricoche veraniego, de esqueleto metálico y con franjas blanquiazules, y en menos de diez minutos estábamos o con los pies metidos en el agua o respetando bajo la sombrilla las dos horas homologadas de digestión. Recuerdo aquellas caminatas con una precisión tal, que a veces tengo la impresión de que he rellenado las posibles lagunas con otros recuerdos posteriores. Mi madre, en cambio, dice que no; que aquello no hay manera de olvidarlo.
La playa a la que desembocábamos era la de El Perdigal. Ya la conocen ustedes: un revuelo de la falda del Mediterráneo, situado en El Alquián, con más espuma que sal, con ganas de dejarse querer y con un amanecer excesivamente puntual. Y el camino que recorríamos para llegar hasta ella era una carretera breve y certera, que atravesaba la marina de norte a sur, sin la grandilocuencia y los aspavientos de los bulevares, pero con la fotogenia de una localización del cine de los años 50.
Desgraciadamente, de aquella carretera queda poco menos de la mitad. Pasó, de aquel ligero aire de interestatal norteamericana, a destilar esa presencia fantasma que suelen traer consigo las amputaciones. Lejos de aquí, se decidió que lo que necesitaba el aeropuerto de Almería no era un traslado a una zona de menor impacto medioambiental y urbano, sino una gran ampliación. Desde aquel día, quienes viven en el El Alquián distinguen con precisión mecánica el queroseno de la gasolina ordinaria, las luces de navidad prologan en sus casas la pista de aterrizaje y el ruido atronador marca las horas, a falta de un campanario y un par de cigüeñas.
Recuerdo cómo los vecinos se manifestaron entonces. Recuerdo los gritos en la misma puerta de la Terminal del aeropuerto, mientras la Guardia Civil impedía con contundencia que atravesaran una línea imaginaria. Recuerdo a la policía dispersando por la fuerza a los manifestantes para que no cortaran la carretera a su paso por El Alquián. Recuerdo a la gente corriendo de un lado a otro y llorando de impotencia. Tiene razón mi madre: hay cosas que no se pueden olvidar. Mi opinión es que aquel día le asestaron un golpe demasiado grave a este barrio. A cambio, nos construyeron un parque con el 2% de los pinos y eucaliptos que ya teníamos y que decidieron no talar en un alarde de generosidad.
La juventud y el gasoducto
Muchos años después, casualidades de la vida, el gasoducto que proviene de Argelia, recorrerá desde la Playa de San Miguel en Cabo de Gata hasta la playa de El Perdigal en El Alquián (caladeros imprescindibles para las embarcaciones de la zona), y allí tomará tierra y se construirá una Terminal de Recepción de tres pares de narices, desde la que se distribuirá en dirección norte el tan ansiado elixir energético. Según la información que se facilita en la propia página web de Medgaz (empresa que ejecuta la obra), la creciente demanda española de gas natural justifica plenamente esta inversión de 900 millones de euros, y en los tramos costeros, el tubo, de 24 pulgadas de diámetro y con una capacidad de 8 bcm/año, irá enterrado a dos metros de profundidad. No sé si a ustedes les tranquilizan estos argumentos. Lo que tengo claro es que no es profundidad suficiente para ocultar las preguntas: ¿Por qué de nuevo El Alquián? ¿Han escuchado a los vecinos? ¿Alguno de ellos les ha dicho que quiere que un tubo de 24 pulgadas le ensarte el barrio? Si los responsables de esta obra han hecho caso omiso a los vecino de El Alquián, ¿a quién han escuchado?
Cuando paso por allí y veo la tierra revuelta, la maquinaria pesada, los tubos pacientemente amontonados, las vallas de protección, los carteles de prohibido el paso a toda persona ajena a la obra, no puedo evitar reconstruir aquel paisaje desolador que trajo la ampliación del aeropuerto; la escalofriante decisión que se interpuso a la salida natural al mar de un barrio con una larga tradición pesquera que acabó mermada.
En un par de años, a los aviones sobrevolando el barrio, se les unirá el silencioso pero constante fluir subterráneo del gas. Quizá, a cambio, alguna vez nos hagan un parque con los restos del barrio que no arrollaron con las palas -en un nuevo alarde de generosidad, claro-. A El Alquián le han asestado un segundo golpe de máxima gravedad y los políticos han mirado hacia otro lado. Siento rabia y vergüenza ajena. Esa es la verdad.
Juan Manuel Gil
jueves, marzo 13, 2008
Inopia en blog (3)
El escritor Salvador Gutiérrez Solís, autor de novelas emblemáticas como La novela de un novelista malaleche (DVD, 1999) o El sentimiento cautivo (Fundación Lara, 2005), y finalista del premio Nacional de la Crítica y del Fernando Lara de Novela, ha tenido a bien recomendar Inopia en su blog personal.
Seguimos camino de la inopia más absoluta.
miércoles, marzo 12, 2008
Inopia en RK20 (2)
Amigos, mañana jueves, a partir de las 22:00 horas, Oscar Santos, autor de Infierno sostenido, entrevista en directo a Juan Manuel Gil [es decir,a mí] con motivo de su novela Inopia (El Gaviero, 2008), con prólogo de Enrique Vila-Matas e imagen de Ramón David Morales. Podéis sintonizar la emisora cliqueando en www.rk20.es. Sencillo, efectivo y, como siempre, altamente balsámico.
martes, marzo 11, 2008
sundown coffee hall / inopia
Muchísimas gracias a todos los que decidieron acompañarme física o telepáticamente en la fiesta/presentación de Inopia. Y gracias a Manu Muñoz por su inmensa generosidad. Eran las seis y media de la mañana cuando alguien dijo: ¿nos quedamos a ver amanecer?
[Imagen: Manu Muñoz]
lunes, marzo 10, 2008
Refugios de campaña
Elecciones
En campaña electoral, lo mejor es echarse a un lado, apartarse de la línea de fuego una vez traspasado el umbral de lo que estamos dispuestos a soportar. Para ello hay que prever y buscar con cierta antelación un refugio que resista el aliento húmedo de las promesas, el fogonazo de la cartelería de carretera y esa calderilla propagandística (bolígrafos, llaveros, imanes para el frigorífico) que se inmiscuye con bastante naturalidad en nuestros pequeños y sonrojantes quehaceres cotidianos.
Parece que todo el mundo está de acuerdo en señalar que esta campaña empezó en el mismo momento en que concluyeron las últimas elecciones. Cuatro años, por tanto, de un intenso y, en ocasiones, barriobajero cruce de declaraciones, salpicadas de insultos, mentiras, acusaciones, ocurrencias y, en el mejor de los casos, algunas contrapropuestas. Es comprensible, pues, que la gente, a estas alturas, acuse cierto cansancio, además de irritabilidad, desconcierto, espasmos, eccemas y un sinfín de trastornos de la personalidad. Y es que nos es para menos. Porque ya intuimos que mañana mismo empieza la nueva y flamante campaña electoral 2012.
Para ponerse a salvo de los salivajos de la caravana política de estos meses, no es suficiente con desconectar el televisor y sustituir la dosis radiofónica por una antología de las mejores canciones de los Judas Priest. En realidad no basta con casi nada. En algún momento y en algún lugar, la campaña se cuela, germina, se extiende como el musgo y acabamos pegando tal resbalón que nos tiemblan las muelas del juicio. Con lo cual uno termina por pensar una cosa rocambolesca: que el refugio no es otra cosa que la propia búsqueda del refugio.
El epitafio
No sé si por aquello de la defensa numantina o porque la combinación de trenes no parecía del todo inhumana, pero lo cierto es que decidimos que nuestra búsqueda de refugio la centraríamos en Soria. Sí, ya lo sé. Antonio Machado, el olmo viejo, la pobre Leonor tuberculosa perdida, allí no hay nadie, qué vais a hacer allí, Londres es más ciudad, dónde va a parar, estáis locos, completamente locos y ya que vais, traed algún recuerdo.
Y en parte no les faltaba razón a quienes nos advertían. No tardamos en darnos cuenta de que no era exactamente una fortaleza inexpugnable. Zaplana daba un mitin esa noche, el aguerrido aventurero Marichalar tiene allí su lanzadera política por el UPyD y el alcalde de Soria compite con Antonio Machado en la cartelería que forra la ciudad: tantas proclamas como versos.
En nuestro desesperado intento por aislarnos de todo ese trajín político, decidimos visitar la tumba de Leonor y leer, a su vera, sin aspaviento alguno, un poema que evocara aquellos días machadianos de paseos plagados de esputos, problemas respiratorios y dolores articulares. Y allí, lo que tuvo que ocurrir, ocurrió. Una de las viajeras que integraban nuestra comitiva observó que, en una lápida próxima a la de Leonor, cubierta casi en su totalidad por un musgo de un verde más propio del plástico que de la vida, apenas se podía leer un epitafio estremecedor. Decía así: “¡Alfredo! ¡Hijo de mi alma!”. Quien yacía bajo aquella piedra, había nacido en Soria en el siglo XIX, y su muerte, a la vista de esas palabras, había provocado un dolor especialmente desgarrador y lo habían sabido transmitir con apenas cinco palabras.
Decidimos indagar en el resto de lápidas que perteneciesen a esos años, por aquello de descartar la posibilidad de que fuese un epitafio recurrente y manido, pero no encontramos nada que se le asemejara. Y eso que las frases hechas en esta materia se lo han ido comiendo casi todo. Las preguntas empezaron a surgir: ¿Quién era Alfredo? ¿De qué murió? ¿Por qué emanaba su tumba ese dolor extremo y no cierta paz y descanso como ocurría en el resto? ¿Dónde radicaba la efectividad de ese epitafio? ¿Esas palabras eran decisión de la familia o de quien las escribió sobre la piedra? Y si eran de la familia, ¿salieron de la madre o del padre?
Por muy difícil que resulte creerlo, encontramos respuesta a todas y cada una de estas preguntas. La búsqueda empecinada de ellas fue nuestro refugio contra la campaña electoral. Se trazó así una historia real en la que se entrecruzó nuestra visita a varios archivos, un encuentro con el escritor Javier Marías y las revelaciones que tuvimos entre los arcos de San Juan de Duero y la Ermita de San Saturio. Aquí la contaré.
Juan Manuel Gil
En campaña electoral, lo mejor es echarse a un lado, apartarse de la línea de fuego una vez traspasado el umbral de lo que estamos dispuestos a soportar. Para ello hay que prever y buscar con cierta antelación un refugio que resista el aliento húmedo de las promesas, el fogonazo de la cartelería de carretera y esa calderilla propagandística (bolígrafos, llaveros, imanes para el frigorífico) que se inmiscuye con bastante naturalidad en nuestros pequeños y sonrojantes quehaceres cotidianos.
Parece que todo el mundo está de acuerdo en señalar que esta campaña empezó en el mismo momento en que concluyeron las últimas elecciones. Cuatro años, por tanto, de un intenso y, en ocasiones, barriobajero cruce de declaraciones, salpicadas de insultos, mentiras, acusaciones, ocurrencias y, en el mejor de los casos, algunas contrapropuestas. Es comprensible, pues, que la gente, a estas alturas, acuse cierto cansancio, además de irritabilidad, desconcierto, espasmos, eccemas y un sinfín de trastornos de la personalidad. Y es que nos es para menos. Porque ya intuimos que mañana mismo empieza la nueva y flamante campaña electoral 2012.
Para ponerse a salvo de los salivajos de la caravana política de estos meses, no es suficiente con desconectar el televisor y sustituir la dosis radiofónica por una antología de las mejores canciones de los Judas Priest. En realidad no basta con casi nada. En algún momento y en algún lugar, la campaña se cuela, germina, se extiende como el musgo y acabamos pegando tal resbalón que nos tiemblan las muelas del juicio. Con lo cual uno termina por pensar una cosa rocambolesca: que el refugio no es otra cosa que la propia búsqueda del refugio.
El epitafio
No sé si por aquello de la defensa numantina o porque la combinación de trenes no parecía del todo inhumana, pero lo cierto es que decidimos que nuestra búsqueda de refugio la centraríamos en Soria. Sí, ya lo sé. Antonio Machado, el olmo viejo, la pobre Leonor tuberculosa perdida, allí no hay nadie, qué vais a hacer allí, Londres es más ciudad, dónde va a parar, estáis locos, completamente locos y ya que vais, traed algún recuerdo.
Y en parte no les faltaba razón a quienes nos advertían. No tardamos en darnos cuenta de que no era exactamente una fortaleza inexpugnable. Zaplana daba un mitin esa noche, el aguerrido aventurero Marichalar tiene allí su lanzadera política por el UPyD y el alcalde de Soria compite con Antonio Machado en la cartelería que forra la ciudad: tantas proclamas como versos.
En nuestro desesperado intento por aislarnos de todo ese trajín político, decidimos visitar la tumba de Leonor y leer, a su vera, sin aspaviento alguno, un poema que evocara aquellos días machadianos de paseos plagados de esputos, problemas respiratorios y dolores articulares. Y allí, lo que tuvo que ocurrir, ocurrió. Una de las viajeras que integraban nuestra comitiva observó que, en una lápida próxima a la de Leonor, cubierta casi en su totalidad por un musgo de un verde más propio del plástico que de la vida, apenas se podía leer un epitafio estremecedor. Decía así: “¡Alfredo! ¡Hijo de mi alma!”. Quien yacía bajo aquella piedra, había nacido en Soria en el siglo XIX, y su muerte, a la vista de esas palabras, había provocado un dolor especialmente desgarrador y lo habían sabido transmitir con apenas cinco palabras.
Decidimos indagar en el resto de lápidas que perteneciesen a esos años, por aquello de descartar la posibilidad de que fuese un epitafio recurrente y manido, pero no encontramos nada que se le asemejara. Y eso que las frases hechas en esta materia se lo han ido comiendo casi todo. Las preguntas empezaron a surgir: ¿Quién era Alfredo? ¿De qué murió? ¿Por qué emanaba su tumba ese dolor extremo y no cierta paz y descanso como ocurría en el resto? ¿Dónde radicaba la efectividad de ese epitafio? ¿Esas palabras eran decisión de la familia o de quien las escribió sobre la piedra? Y si eran de la familia, ¿salieron de la madre o del padre?
Por muy difícil que resulte creerlo, encontramos respuesta a todas y cada una de estas preguntas. La búsqueda empecinada de ellas fue nuestro refugio contra la campaña electoral. Se trazó así una historia real en la que se entrecruzó nuestra visita a varios archivos, un encuentro con el escritor Javier Marías y las revelaciones que tuvimos entre los arcos de San Juan de Duero y la Ermita de San Saturio. Aquí la contaré.
Juan Manuel Gil
miércoles, marzo 05, 2008
InopiaParty
El próximo sábado, 8 de marzo, a las 23:30 h., en el Sundown Coffeehall (Paseo Marítimo de Cabo de Gata), se dará la bienvenida al último libro de Juan Manuel Gil. Se trata de la novela Inopia, editada por El Gaviero y prologada por el escritor Enrique Vila-Matas. La música correrá a cargo del dj Jose Cazorla . Para la ocasión se ha creado el Cóctel Inopia: suave, certero y altamente balsámico. Por supuesto, esperamos a todos los nadadores.
lunes, marzo 03, 2008
domingo, febrero 24, 2008
La casa de Valente
Más de lo mismo
Si uno tira de hemeroteca y analiza con cierto detenimiento las noticias publicadas en los últimos cinco años –y antes, muchos antes- en la prensa de nuestra ciudad, podrá comprobar que existe una serie de temas a los que les gusta la letra impresa, el espesor de la tinta y el aroma del papel reutilizable. Pero no es algo extraño ni atípico. Los periodistas ya les han cogido el pulso a esos temas, los tienen controlados, guardan estratégicamente en el portapapeles un listín de sinónimos y antónimos para intentar renovarlos –los temas, aclaro- y, aunque no suelen reconocerlo –los periodistas, aclaro-, están hastiados de cubrir una y otra vez el mismo asunto. Que me lo supongo yo, quiero decir.
Obviamente, no es algo exclusivo de Almería. Sucede en todos los periódicos de provincia o en los cuadernillos locales de ciertos diarios nacionales y en los nacionales propiamente dicho. Dependiendo de la sección, salen las mismas caras, empresas y lugares. De hecho, podríamos atrevernos y apostar aquí precisamente eso: qué caras, empresas o lugares aparecerán en la portada del próximo miércoles, por ejemplo. En el blog de ‘La casa del nadador’ se admiten propuestas
Pero así son las cosas. De un día para otro los temas no quedan zanjados, bien por la complejidad que entrañan, bien porque no interesa que sea así, y, al igual que la composición de nuestro desayuno suele ser siempre la misma a lo largo del año, la composición de los periódicos de un día acostumbra a ser muy parecida a la de otro.
Centrándonos en nuestra provincia, ahí están los límites del Parque Natural de Cabo de Gata, la queja exasperada de que los almerienses no llenan el Estadio Mediterráneo, los vaivenes de una agricultura que ya no es lo que era –en ganancias, digo-, los salones inmobiliarios –antes imparables, ahora temerosos-, las plantas desalinizadoras, el soterramiento, los alcaldes y los plenos, y todos los Meginos, Amates y Comendadores de nuestra política.
La actualidad manda. Y la actualidad, en Almería, parece que atraviesa por mitad de todo ese ramaje. Es comprensible, ¿no? Muchos de estos casos son asuntos que afectan de una manera muy directa a los ciudadanos y de ahí su relevancia. Otros, simplemente, son auténtica carnaza, telones de humo o polvo que arrojar a los ojos del rival político. Y por desgracia, no le queda más remedio al lector que ser él el que se encargue de separar una cosa de otra.
Bajeza
Uno de esos temas recurrentes en el área de cultura es el uso que acabarán dándole en un futuro a la casa del poeta José Ángel Valente. Hace apenas diez días leí la noticia, en este mismo periódico, de que por fin el Ayuntamiento había encargado un proyecto encaminado a darle vida a aquel lugar. Dos o tres días después, empezaban los rifirrafes políticos, las acusaciones electoralistas y el oportunismo de unos y otros. Todo eso que probablemente acabe haciendo pedazos la posibilidad de que la casa de Valente se convierta en la casa de la poesía de una vez por todas.
Cuando leí esta última noticia, me vino a la cabeza, probablemente por una especie de espasmo freudiano, un niño abusón de último curso quitándole la merienda a un chaval de primero. Y es que pienso que malmeter utilizando, por enésima vez, el tema de la casa del poeta de Orense es de una bajeza absoluta. Las puertas de esta casa están cerradas desde la muerte de José Ángel Valente en el año 2000. De lo que no es difícil deducir que los partidos que han pasado por el Ayuntamiento desde entonces no han hecho nada al respecto. Por eso, el mundo de la cultura de nuestra ciudad debería unirse y exigirles a todas las instituciones, independientemente del partido político en que se alineen, seriedad y responsabilidad en algo que ya empieza a provocar vergüenza ajena. Es un asunto que necesita toda la fortaleza y el impulso que seamos capaces de darle.
En política, no vale todo. Y no lo digo yo. Lo dicen, dándose golpes en el pecho, los políticos que ocupan los sillones de piel. Comprendo –aunque no comparto- que por la envergadura y trascendencia de algunos proyectos –soterramiento, tranvía, urbanismo…- los políticos saquen a relucir los colmillos en los plenos y en las ruedas de prensa. Son conocidas por todos las reglas de este juego. Ya sabemos quienes ganan y pierden. Pero, venga del partido que venga, ¿no es un poco vergonzoso sacar tajada política sembrando rayos y truenos en un tema como éste? Es vergonzoso. No me cabe la menor duda. Pero parece que, aún así, les merece la pena. Alma cándida la mía.
Juan Manuel Gil
Si uno tira de hemeroteca y analiza con cierto detenimiento las noticias publicadas en los últimos cinco años –y antes, muchos antes- en la prensa de nuestra ciudad, podrá comprobar que existe una serie de temas a los que les gusta la letra impresa, el espesor de la tinta y el aroma del papel reutilizable. Pero no es algo extraño ni atípico. Los periodistas ya les han cogido el pulso a esos temas, los tienen controlados, guardan estratégicamente en el portapapeles un listín de sinónimos y antónimos para intentar renovarlos –los temas, aclaro- y, aunque no suelen reconocerlo –los periodistas, aclaro-, están hastiados de cubrir una y otra vez el mismo asunto. Que me lo supongo yo, quiero decir.
Obviamente, no es algo exclusivo de Almería. Sucede en todos los periódicos de provincia o en los cuadernillos locales de ciertos diarios nacionales y en los nacionales propiamente dicho. Dependiendo de la sección, salen las mismas caras, empresas y lugares. De hecho, podríamos atrevernos y apostar aquí precisamente eso: qué caras, empresas o lugares aparecerán en la portada del próximo miércoles, por ejemplo. En el blog de ‘La casa del nadador’ se admiten propuestas
Pero así son las cosas. De un día para otro los temas no quedan zanjados, bien por la complejidad que entrañan, bien porque no interesa que sea así, y, al igual que la composición de nuestro desayuno suele ser siempre la misma a lo largo del año, la composición de los periódicos de un día acostumbra a ser muy parecida a la de otro.
Centrándonos en nuestra provincia, ahí están los límites del Parque Natural de Cabo de Gata, la queja exasperada de que los almerienses no llenan el Estadio Mediterráneo, los vaivenes de una agricultura que ya no es lo que era –en ganancias, digo-, los salones inmobiliarios –antes imparables, ahora temerosos-, las plantas desalinizadoras, el soterramiento, los alcaldes y los plenos, y todos los Meginos, Amates y Comendadores de nuestra política.
La actualidad manda. Y la actualidad, en Almería, parece que atraviesa por mitad de todo ese ramaje. Es comprensible, ¿no? Muchos de estos casos son asuntos que afectan de una manera muy directa a los ciudadanos y de ahí su relevancia. Otros, simplemente, son auténtica carnaza, telones de humo o polvo que arrojar a los ojos del rival político. Y por desgracia, no le queda más remedio al lector que ser él el que se encargue de separar una cosa de otra.
Bajeza
Uno de esos temas recurrentes en el área de cultura es el uso que acabarán dándole en un futuro a la casa del poeta José Ángel Valente. Hace apenas diez días leí la noticia, en este mismo periódico, de que por fin el Ayuntamiento había encargado un proyecto encaminado a darle vida a aquel lugar. Dos o tres días después, empezaban los rifirrafes políticos, las acusaciones electoralistas y el oportunismo de unos y otros. Todo eso que probablemente acabe haciendo pedazos la posibilidad de que la casa de Valente se convierta en la casa de la poesía de una vez por todas.
Cuando leí esta última noticia, me vino a la cabeza, probablemente por una especie de espasmo freudiano, un niño abusón de último curso quitándole la merienda a un chaval de primero. Y es que pienso que malmeter utilizando, por enésima vez, el tema de la casa del poeta de Orense es de una bajeza absoluta. Las puertas de esta casa están cerradas desde la muerte de José Ángel Valente en el año 2000. De lo que no es difícil deducir que los partidos que han pasado por el Ayuntamiento desde entonces no han hecho nada al respecto. Por eso, el mundo de la cultura de nuestra ciudad debería unirse y exigirles a todas las instituciones, independientemente del partido político en que se alineen, seriedad y responsabilidad en algo que ya empieza a provocar vergüenza ajena. Es un asunto que necesita toda la fortaleza y el impulso que seamos capaces de darle.
En política, no vale todo. Y no lo digo yo. Lo dicen, dándose golpes en el pecho, los políticos que ocupan los sillones de piel. Comprendo –aunque no comparto- que por la envergadura y trascendencia de algunos proyectos –soterramiento, tranvía, urbanismo…- los políticos saquen a relucir los colmillos en los plenos y en las ruedas de prensa. Son conocidas por todos las reglas de este juego. Ya sabemos quienes ganan y pierden. Pero, venga del partido que venga, ¿no es un poco vergonzoso sacar tajada política sembrando rayos y truenos en un tema como éste? Es vergonzoso. No me cabe la menor duda. Pero parece que, aún así, les merece la pena. Alma cándida la mía.
Juan Manuel Gil
domingo, febrero 17, 2008
Inopia
Ya está aquí el nuevo libro. Entramos en una inopia sostenida. Con la ayuda, eso sí, de Enrique Vila-Matas (prólogo), Ramón David Morales (imagen) y El Gaviero Ediciones. Aquí iré contando su periplo.
Universidad Laboral
Itinerarios
Yo pertenezco a esa híbrida y, quizá, desorientada camada de estudiantes que cursó Educación General Básica (EGB) y, después, dependiendo de lo que te sugiriera tu-maestro-de-toda-la-vida, cogía el itinerario de la Formación Profesional (FP), del Bachillerato Unificado Polivalente (BUP) o, en un acto de valentía y modernidad, te podías arriesgar y jugártela a una carta matriculándote en un desconocido –por entonces- pero apuesto 3º de Educación Secundaria (ES) -que era lo que correspondía una vez superado 8º de EGB-. Por suerte, mi maestro-de-toda-la-vida le dijo a mi madre con una de esas voces que nacen en la caja torácica: Señora, este niño tiene que hacer BUP. Y eso me trasmitió ella mientras almorzábamos un día de finales de junio. Primero, segundo y tercero de BUP, COU, Selectividad y Universidad. O lo que es lo mismo: sota, caballo y rey.
Se dice mucho, cada vez más, lo de que ‘de aquellos polvos, estos lodos’, pero la verdad es que yo no me quejo. No sé si porque conseguí eludir el modelo de Educación Secundaria que nunca ha terminado de cuajar y que no han sabido reconducir o porque eran otros tiempos o porque, sencillamente, mi maestro-de-toda-la-vida supo orientarme con bastante tino. Pero lo cierto es que siempre he tenido un concepto bastante digno de la educación académica que recibí entonces.
Los maestros y profesores que se encargaron de aquella labor, salvo algunos que ya se jubilaron con un cansancio más anímico que físico, siguen al pie del cañón. Y de una parte importante de ellos mantengo intacto un recuerdo de su actividad docente bastante grato. De hecho, puedo reconocer que si desarrollé determinados gustos por determinadas materias que luego han formado parte indispensable de mi vida (la literatura, por ejemplo), fue por el hipnotismo que ejercieron sobre mí algunos de esos profesores.
Espacio
Pero hubo algo que marcó de una forma indeleble mis años de bachillerato. Me refiero al espacio físico que tuve que recorrer durante cuatro cursos, a partir de las ocho y cuarto de la mañana y hasta las tres menos cuarto de la tarde: la antigua Universidad Laboral.
En la actualidad, cuando la Educación Secundaria Obligatoria ya es la reinona de todas las fiestas estudiantiles, ha pasado a llamarse IES Sol de Portocarrero. Que tiene enjundia y poesía, la verdad. Pero que sigue sin superar su naturaleza de entonces: un lugar que más que etiquetas tenía nombres de pila: Uni, Laboral, CUA y CEI. Todos ellos a la vez y ninguno en especial. Más o menos como cualquiera de los estudiantes y profesores que hacíamos vida allí hasta el mes de junio.
Lamentablemente, según he podido leer días atrás en este periódico, parece que el olvido ha mordisqueado sus pasillos y sus aulas. Y es algo para echarse las manos a la cabeza. Porque es probable que se trate de uno de los edificios modernos más emblemáticos de nuestra ciudad. Un edificio diseñado por el reconocido arquitecto Julio Cano Lasso. Una construcción que no hace mucho tiempo fue motivo de exposición en el Centro de Arte ¿Museo? de Almería. Un espacio que debería estar recogido en cualquier guía de arquitectura de nuestro país y para el que tendrían que organizar visitas guiadas durante el fin de semana por su indudable valor arquitectónico. Pregúntenles a los expertos y verán qué dicen.
Tengo el recuerdo intacto de aquellos profundos pasillos, la piel blanca de su estructura, su pose extendida de animal vivo de secarral, la luz ahogando cada rincón, sus patios interiores destrozando el concepto tradicional de aula, sus cristaleras anunciadas con círculos naranjas y el viento custodiando todo el perímetro.
Tiene razón la arquitecta Beatriz Pereiro cuando dice que es necesario el entendimiento entre Junta de Andalucía, Ministerio de Vivienda y Colegio de Arquitectos para la rehabilitación y conservación de este edificio. Y cuanto antes mejor. Ahora que estamos a tiempo. No nos vaya a pasar como siempre.
Juan Manuel Gil
lunes, enero 28, 2008
Rafael Reig a diario
Los fines de semanas
Soy un adicto a los fines de semanas por muchas razones. Algunas de ellas las intuyo muy compartidas por un elevado porcentaje de la población activa. Sin embargo, hoy quiero detenerme en una en concreto: los periódicos y su infinita descendencia.
A diferencia de muchos de los lectores asiduos a la prensa diaria, a mí no me molesta que las publicaciones de fin de semana lleven adosados suplementos, colecciones enciclopédicas, artículos de higiene personal, cuberterías de diseño y películas y compactos del más diverso pelaje. Si acaso todo lo contrario. Me genera una especie de euforia que no debe ser muy sana a ojos de según quién y qué casilla marque en la declaración de la renta.
Es así. Los fines de semana se articulan en torno a la lectura del ‘Babelia’, ‘El Viajero’, ‘El País Semanal’, el ‘ABCD las Letras’, ‘Negocios’, además de los correspondientes periódicos sin los que aquéllos no serían lo que han acabado siendo. Evidentemente, como no puede ser de otra forma, selecciono y desecho información a mi libre antojo, e, incluso, cuando mi motivación es alta, recorto y pego fragmentos, llevado por la estúpida creencia de que podré leerlos en cualquier otro momento. Pero, en la fugacidad propia de la prensa diaria, no hay cualquier-otro-momento. Sólo ése. El mismo en que decides que esto lo lees ahora o, probablemente, ya no vuelvas nunca atrás.
El resto de semana
La fidelidad que dispenso a los periódicos del fin se semana no suele ser la misma que la de los días de madrugón. Aunque siempre compro un diario –mínimo-, opto por darme un garbeo por la versión digital de alguno de ellos, dejar algún comentario entre centenares de comentarios y enviar vía mail a los amigos alguna noticia que probablemente ya hayan leído. Todo esto variable y dependiente de mi estado de ánimo, del trabajo acumulado y de los plazos de entrega. Por rachas, vamos.
Creo que si un buen momento, por pequeño que sea, justifica el resto del día, la lectura de un artículo brillante suele convencerme de que mereció la pena comprar el periódico e invertir el esfuerzo de rastrear en su interior. Por eso no dejo escapar las colaboraciones de Juan José Millás, Kayros, Antonio Orejudo, Javier Cercas, Vicente Verdú o Antonio Muñoz Molina, por mencionar algunos. Porque creo que apuesto sobre seguro.
En este mismo sentido, la mayor alegría de todas me la ha traído el nacimiento del nuevo periódico ‘Público’. Nunca le estaré lo suficientemente agradecido a Ignacio Escolar –el que fue director adjunto de La Voz durante algún tiempo- por contar en sus filas con Rafael Reig y ponerlo al frente de las cartas de los lectores.
Siento adicción por la literatura de Rafael Reig desde hace tiempo. Sus novelas ‘Autobiografía de Marilyn Monroe’, ‘Sangre a borbotones’ o ‘Manual de literatura para caníbales’ son tan buenas que siempre me acabo preguntando por qué a este tipo no lo mencionan todo lo que debieran cuando hablan de los escritores de su generación. Él, junto a tres o cuatro escritores más, como Lorenzo Silva, Antonio Orejudo, Martínez de Pisón y Juan Bonilla, constituyen una minúscula caterva cuyos resultados son verdaderamente difíciles de cuestionar. Se habla de futuras y pujantes generaciones transgresoras y posmodernas, y, paradójicamente, es justo ahora cuando ellos han empezado a dejar ver lo que son capaces de dar. Y en verdad provoca vértigo.
No sé si la participación de Rafael Reig en ‘Público’ le va a suponer un mayor número de lectores en lo que a sus novelas se refiere. Ojalá sea así, porque bien merecen la pena. En cualquier caso, estoy de celebración porque puedo leer a diario los artículos con los que responde a los lectores del nuevo periódico, y disfrutar así de su ingenio, ironía, malaleche, tino, desequilibrio, incomodidad, sentido del humor, transparencia, descaro, precisión y calidad. Si Charles Foster Kane siguiera vivo, no les quepa la menor duda de que lo intentaría fichar para su aventura en el ‘The Inquirer’. Otra cosa es que él se dejara hacer.
Juan Manuel Gil
Soy un adicto a los fines de semanas por muchas razones. Algunas de ellas las intuyo muy compartidas por un elevado porcentaje de la población activa. Sin embargo, hoy quiero detenerme en una en concreto: los periódicos y su infinita descendencia.
A diferencia de muchos de los lectores asiduos a la prensa diaria, a mí no me molesta que las publicaciones de fin de semana lleven adosados suplementos, colecciones enciclopédicas, artículos de higiene personal, cuberterías de diseño y películas y compactos del más diverso pelaje. Si acaso todo lo contrario. Me genera una especie de euforia que no debe ser muy sana a ojos de según quién y qué casilla marque en la declaración de la renta.
Es así. Los fines de semana se articulan en torno a la lectura del ‘Babelia’, ‘El Viajero’, ‘El País Semanal’, el ‘ABCD las Letras’, ‘Negocios’, además de los correspondientes periódicos sin los que aquéllos no serían lo que han acabado siendo. Evidentemente, como no puede ser de otra forma, selecciono y desecho información a mi libre antojo, e, incluso, cuando mi motivación es alta, recorto y pego fragmentos, llevado por la estúpida creencia de que podré leerlos en cualquier otro momento. Pero, en la fugacidad propia de la prensa diaria, no hay cualquier-otro-momento. Sólo ése. El mismo en que decides que esto lo lees ahora o, probablemente, ya no vuelvas nunca atrás.
El resto de semana
La fidelidad que dispenso a los periódicos del fin se semana no suele ser la misma que la de los días de madrugón. Aunque siempre compro un diario –mínimo-, opto por darme un garbeo por la versión digital de alguno de ellos, dejar algún comentario entre centenares de comentarios y enviar vía mail a los amigos alguna noticia que probablemente ya hayan leído. Todo esto variable y dependiente de mi estado de ánimo, del trabajo acumulado y de los plazos de entrega. Por rachas, vamos.
Creo que si un buen momento, por pequeño que sea, justifica el resto del día, la lectura de un artículo brillante suele convencerme de que mereció la pena comprar el periódico e invertir el esfuerzo de rastrear en su interior. Por eso no dejo escapar las colaboraciones de Juan José Millás, Kayros, Antonio Orejudo, Javier Cercas, Vicente Verdú o Antonio Muñoz Molina, por mencionar algunos. Porque creo que apuesto sobre seguro.
En este mismo sentido, la mayor alegría de todas me la ha traído el nacimiento del nuevo periódico ‘Público’. Nunca le estaré lo suficientemente agradecido a Ignacio Escolar –el que fue director adjunto de La Voz durante algún tiempo- por contar en sus filas con Rafael Reig y ponerlo al frente de las cartas de los lectores.
Siento adicción por la literatura de Rafael Reig desde hace tiempo. Sus novelas ‘Autobiografía de Marilyn Monroe’, ‘Sangre a borbotones’ o ‘Manual de literatura para caníbales’ son tan buenas que siempre me acabo preguntando por qué a este tipo no lo mencionan todo lo que debieran cuando hablan de los escritores de su generación. Él, junto a tres o cuatro escritores más, como Lorenzo Silva, Antonio Orejudo, Martínez de Pisón y Juan Bonilla, constituyen una minúscula caterva cuyos resultados son verdaderamente difíciles de cuestionar. Se habla de futuras y pujantes generaciones transgresoras y posmodernas, y, paradójicamente, es justo ahora cuando ellos han empezado a dejar ver lo que son capaces de dar. Y en verdad provoca vértigo.
No sé si la participación de Rafael Reig en ‘Público’ le va a suponer un mayor número de lectores en lo que a sus novelas se refiere. Ojalá sea así, porque bien merecen la pena. En cualquier caso, estoy de celebración porque puedo leer a diario los artículos con los que responde a los lectores del nuevo periódico, y disfrutar así de su ingenio, ironía, malaleche, tino, desequilibrio, incomodidad, sentido del humor, transparencia, descaro, precisión y calidad. Si Charles Foster Kane siguiera vivo, no les quepa la menor duda de que lo intentaría fichar para su aventura en el ‘The Inquirer’. Otra cosa es que él se dejara hacer.
Juan Manuel Gil
lunes, enero 07, 2008
Lo mejor del año 2007
Madrid
Aprovechando estos días de holganza navideña, me he ido a Madrid a que se me dispare el ácido úrico junto a mi faceta más autodestructiva y consumista. Y he sido feliz, la verdad. Además de visitar algunas exposiciones y librerías que llevaba anotadas en un periódico atrasado, me he pateado ceremoniosamente el Corte Inglés, he comido y bebido abundante y bien, me he encontrado con algunos amigos y he recreado con cierta y absurda precisión viajes de otro tiempo. Todo eso lo hice mientras no estuve abordo del vergonzante y achacoso TALGO Almería-Madrid o en un metro empantanado de residuos radioactivos y reivindicaciones laborales.
Probablemente, si supiera hacer un cálculo aproximado del tiempo que pasé en los diferentes lugares en que estuve, estos medios de transporte obtendrían unas cifras que los llevarían a la cabeza de la tabla. Para hacerse una idea: doce horas entre ida y vuelta y un metro con continuas demoras y excusas por lo improvisado del vertedero. La cuestión es que el tiempo que invertí en desplazarme haciendo uso de un vagón fue el mismo tiempo que invertí en la lectura de varios periódicos y sus correspondientes suplementos. Eso es lo que más he hecho en Madrid. Leer.
Por las fechas, a lo que no he tenido más remedio que atender es a esas selecciones que hacen todos los diarios de lo que juzgan lo más de lo más del año 2007. Los personajes del año. Los productos culturales del año. Los momentazos televisivos del año. Las hazañas políticas del año. Cualquier cosa es materia inflamable en este tipo de registros que, por regla general, nos empuja a la siguiente pregunta: quién coño se encarga de hacer la selección y con qué criterios. Sea como fuere, lo cierto es que suelen coincidir en gran medida los distintos medios de comunicación. Y eso, cuanto menos, pone los pelos de punta.
Selección
Yo, esclavo en navidad de modas y tendencias, he decidido llevar a cabo mi propia selección: algunas de las cosas que, en un momento del 2007, para mí tuvieron cierta importancia y por eso decidí incluirlas en ‘La casa del nadador’. La subjetividad en la confección de la misma es absoluta. A estas alturas no me pueden pedir otra cosa.
1. Una de las grandes noticias editoriales del año 2007 fue la reedición en Tusquets de la primera novela de Antonio Orejudo, ‘Fabulosas narraciones por historias’. Por fin está teniendo el recorrido que siempre mereció. De lo publicado este año, me quedo también con ‘La Carretera’ de McCarthy (Mondadori), el esperado libro de poemas de Pablo García Casado, ‘Dinero’ (DVD), ‘Cuánto dura cuanto’ de María Eloy-García (El Gaviero) y ‘Circular 07. Las afueras’ de Vicente Luis Mora (Berenice).
Aprovechando estos días de holganza navideña, me he ido a Madrid a que se me dispare el ácido úrico junto a mi faceta más autodestructiva y consumista. Y he sido feliz, la verdad. Además de visitar algunas exposiciones y librerías que llevaba anotadas en un periódico atrasado, me he pateado ceremoniosamente el Corte Inglés, he comido y bebido abundante y bien, me he encontrado con algunos amigos y he recreado con cierta y absurda precisión viajes de otro tiempo. Todo eso lo hice mientras no estuve abordo del vergonzante y achacoso TALGO Almería-Madrid o en un metro empantanado de residuos radioactivos y reivindicaciones laborales.
Probablemente, si supiera hacer un cálculo aproximado del tiempo que pasé en los diferentes lugares en que estuve, estos medios de transporte obtendrían unas cifras que los llevarían a la cabeza de la tabla. Para hacerse una idea: doce horas entre ida y vuelta y un metro con continuas demoras y excusas por lo improvisado del vertedero. La cuestión es que el tiempo que invertí en desplazarme haciendo uso de un vagón fue el mismo tiempo que invertí en la lectura de varios periódicos y sus correspondientes suplementos. Eso es lo que más he hecho en Madrid. Leer.
Por las fechas, a lo que no he tenido más remedio que atender es a esas selecciones que hacen todos los diarios de lo que juzgan lo más de lo más del año 2007. Los personajes del año. Los productos culturales del año. Los momentazos televisivos del año. Las hazañas políticas del año. Cualquier cosa es materia inflamable en este tipo de registros que, por regla general, nos empuja a la siguiente pregunta: quién coño se encarga de hacer la selección y con qué criterios. Sea como fuere, lo cierto es que suelen coincidir en gran medida los distintos medios de comunicación. Y eso, cuanto menos, pone los pelos de punta.
Selección
Yo, esclavo en navidad de modas y tendencias, he decidido llevar a cabo mi propia selección: algunas de las cosas que, en un momento del 2007, para mí tuvieron cierta importancia y por eso decidí incluirlas en ‘La casa del nadador’. La subjetividad en la confección de la misma es absoluta. A estas alturas no me pueden pedir otra cosa.
1. Una de las grandes noticias editoriales del año 2007 fue la reedición en Tusquets de la primera novela de Antonio Orejudo, ‘Fabulosas narraciones por historias’. Por fin está teniendo el recorrido que siempre mereció. De lo publicado este año, me quedo también con ‘La Carretera’ de McCarthy (Mondadori), el esperado libro de poemas de Pablo García Casado, ‘Dinero’ (DVD), ‘Cuánto dura cuanto’ de María Eloy-García (El Gaviero) y ‘Circular 07. Las afueras’ de Vicente Luis Mora (Berenice).
2. Este año ha encallado en la orilla de la playa de Cabo de Gata una muesca del mismísimo horizonte: el Sundown Coffeehall; un lugar que Ernest Hemingway visitaría, si es que no lo hace ya. Además se ha asentado con aplomo y frescura la segunda edición de nuestro envidiado Festival del libro y de la lectura (Lilec) y, a la vez, asistimos a la despedida de una de las revistas más importantes del panorama nacional: nuestra querida ‘Salamandria’.
3. Junto al ascenso del Almería y la detención del terrorífico y superdotado Solitario (¿o al final no era tan inteligente?), aún recuerdo con precisión de polaroid la excelente exposición fotográfica de Manu Muñoz en la Sala Vampiras; de lo mejorcito que se ha visto este año en nuestra ciudad. ‘Femmes’ se titulaba.
4. Además, el final de año nos trajo el nacimiento de un premio literario que tiene su punto de partida en Almería y que, en su primera edición, con casi doscientos poemarios presentados a concurso, ha extendido sus raíces por gran parte de la comunidad hispanohablante. Lo publica una gran editorial (Renacimiento), lleva el nombre de Francisco Villaespesa y el primero en llevarse el gato al agua ha sido Raúl Quinto (Premio Andalucía Joven de Poesía) con ‘La flor de la tortura’. No le pierdan la pista a este libro.
5. ¿Por qué no haré más listas de este tipo? No sé muy bien qué utilidad tienen, pero poseen un alto componente adictivo. Suerte en lo que decidan leer, ver o escuchar durante este año 2008.
Juan Manuel Gil
3. Junto al ascenso del Almería y la detención del terrorífico y superdotado Solitario (¿o al final no era tan inteligente?), aún recuerdo con precisión de polaroid la excelente exposición fotográfica de Manu Muñoz en la Sala Vampiras; de lo mejorcito que se ha visto este año en nuestra ciudad. ‘Femmes’ se titulaba.
4. Además, el final de año nos trajo el nacimiento de un premio literario que tiene su punto de partida en Almería y que, en su primera edición, con casi doscientos poemarios presentados a concurso, ha extendido sus raíces por gran parte de la comunidad hispanohablante. Lo publica una gran editorial (Renacimiento), lleva el nombre de Francisco Villaespesa y el primero en llevarse el gato al agua ha sido Raúl Quinto (Premio Andalucía Joven de Poesía) con ‘La flor de la tortura’. No le pierdan la pista a este libro.
5. ¿Por qué no haré más listas de este tipo? No sé muy bien qué utilidad tienen, pero poseen un alto componente adictivo. Suerte en lo que decidan leer, ver o escuchar durante este año 2008.
Juan Manuel Gil
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