martes, mayo 22, 2007

Lilec 07

Las ferias del libro

Aunque pueda parecer lo contrario, las ferias del libro no son eventos de mi devoción. Imagino que debido a algunas experiencias vividas en ellas, he acabado por desarrollar una especie de síndrome del desencanto, que suele ir acompañado de espasmos musculares, brotes de dentera y agorafobia. Y es que en ocasiones una feria del libro puede llegar a convertirse en la pesadilla mejor urdida para un aficionado a la literatura.
Lo normal, aunque pueda resultar exagerado, es que ocurran cosas como las siguientes. Que la caseta donde pretenden llevar a cabo los recitales de poesía y las charlas literarias esté situada a escasos metros de un semáforo hiperactivo y de su impaciente clientela. Que el responsable de megafonía, a la hora de anunciar los actos, desordene tus apellidos, vuelva a bautizar tu obra, te cambie de sexo o informe incorrectamente de la hora y el lugar del evento. Que no asista absolutamente nadie, salvo tú, a la intervención de uno de tus escritores predilectos y acabe dando la conferencia mirándote fijamente a los ojos. O que algunas librerías se muestren reacias a estar en la feria del libro, como si lo suyo fuesen las ferias inmobiliarias u hortofrutícolas.
Por todo esto, llevo unos años procurando dosificar mis visitas a las ferias del libro, y así consigo evitar que mi estado de ánimo descienda a niveles tan bajos que me resulte imposible hablar del libro y sus alrededores sin perder la dignidad en el primer gimoteo.

Nuestro festival

En Almería, en cambio, desde hace dos años, estamos de suerte. Vuelve una nueva edición del Festival del libro y de la lectura (Lilec 07) y trae bajo el brazo toda una declaración de principios. Lo que estaba condenado a convertirse en la alargada sombra de una feria del libro, ha pasado a ramificarse y reproducirse casi de forma celular. Y, ahora, respira y da aire desde diferentes puntos de nuestra ciudad. El Teatro Apolo, el Mirador de la Rambla, la sede del Instituto Andaluz de la Juventud y el Auditorio Maestro Padilla son algunos de los lugares desde los que se emitirán endorfinas que fortalezcan nuestro sistema inmunológico.
Porque este año, el tema del Lilec 07 es el humor. Y en torno a él se han proyectado talleres, conferencias, recitales, actuaciones, jornadas académicas y gymkhanas de animación a la lectura. Además de treinta y una casetas en las que expondrán sus libros trece editoriales, entre las que está la Fundación Catedral de Santa María de Vitoria, como representación de la comunidad invitada este año: el País Vasco.
Lilec 07 parece mantener esa voluntad -en la que precisamente está su origen y razón de ser- de dar con una fórmula eficaz que contribuya al fomento real de la lectura. Ni que decir tiene que se trata de un cometido verdaderamente complicado. Pero por eso, los coordinadores –los responsables de la editorial El Gaviero- han de mantener esa apuesta arriesgada y novedosa que ya inauguraron en la edición pasada. Han de continuar los diálogos literarios que tan buen resultado dieron con Luis Alberto de Cuenca y Loquillo (este año Javier Gurruchaga y Javier Tomeo); han de fomentar el lado más lúdico de la esfera de los libros; y han de seguir ofertando una vertiente más académica que satisfaga las necesidades de los profesionales, de los que diariamente procuran inocular el virus de la lectura. Porque los resultados del año pasado han demostrado que Almería necesita un festival dinámico, activo, que empuje a la participación de quien siente el más mínimo interés por la lectura y que necesita la unión de todas las instituciones. Por eso, que en el programa de actividades aparezca el sello del Ayuntamiento como organizador y el de la Junta de Andalucía como colaborador no deja de ser una excelente noticia para quienes sabemos que cualquier ayuda es poca en esto del libro.
Ahora sólo nos queda cruzar los dedos y darle a este Festival del libro y de la lectura una verdadera oportunidad. Afilar nuestros dedos y recorrer el lomo de sus libros, ofrecernos a él igual que él se ofrece a nosotros, disfrutar de un evento que ya empieza ser un referente fuera de nuestra ciudad y una alternativa eficiente a la tradicional feria del libro.

Juan Manuel Gil