miércoles, junio 25, 2008

Inopia by José Daniel García* (16)


Presentar un libro supone siempre una responsabilidad, más aún si se trata de un amigo. Siempre temo que la novela no me guste o que no me apetezca leerla, lo que me obliga a realizar un ejercicio de profesionalidad… a salir del paso como buenamente puedas. En ese caso, aunque consigas engañar al público asistente, el escritor que tienes al lado verá la gomilla de tu máscara y te arriesgas a que algo muera sin remedio entre vosotros. Por suerte, a mí me ha ocurrido justo lo contrario.
Cuando Juan Manuel Gil me pidió que lo presentara, cerré la agenda, porque entonces me enfrentaría a las miles de cosas que tengo que hacer durante este mes, y le dije que sí, que estaría encantado. No contábamos con mucho tiempo, pero estaba seguro de que Juanma no iba a defraudarme. Por problemas de envío, Inopia llegó el lunes a casa en manos de un cartero que casi funde el portero automático. Preparé un té, me subí al cuarto y me senté en el silloncito orejero con intención de echarle un primer vistazo… casi llego tarde a clase. INOPIA me enganchó desde el principio.
Si tuviera que definir por qué me ha gustado, y mucho, y por qué recomiendo, y mucho, su lectura y (auguro) su disfrute, diría que el acierto de Juanma está en el mantener un arriesgado equilibrio entre lo novedoso y lo ameno. La estructura de esta novela se aleja del planteamiento clásico y se aproxima a una aplicación literaria de la teoría del caos. Cinco historias donde se mezclan personajes ficticios y reales a un paso de la inopia, cerca de la frontera; una zona que, como la define Héctor, el escritor cuyo pasaporte a la literatura reside en cierto parecido físico con Ray Loriga, está “marcada a fuego por la imposibilidad de comunicarse mediante cualquier medio tecnológico de tercera o cuarta generación”. En ese espacio sin cobertura se mueven, como sombras casi transparentes, una serie de personajes que, sin previo aviso, burlan el radar y los satélites, desapareciendo tras un rastro de amoniaco. En la frontera está el hotel donde Marco Pantani decidió descolgarse del pelotón. Y más allá flotan, ingrávidas, las últimas palabras de Passolini. En la aduana se sienta el escritor, y desde su garita tiene acceso a lo inefable, abre la ventana y se zambulle en lo desconocido, a riesgo de volver con uno de los velos que cubren la verdad o regresar, en cambio, con los labios cosidos y las manos vacías.
INOPIA es, como digo, similar a un caos ordenado donde la fragmentación de las historias que se dan cita en esta novela híbrida no le quita coherencia al resultado, sino que, conforme aumentan la tensión y el vértigo, los partes fragmentadas del relato parecen alinearse en la cabeza del lector, consiguiendo, sin esfuerzo, encajar las piezas del puzzle conforme transcurre la cuenta atrás. Aunque el tiempo del libro es simultáneo, como en el poema de Eliot. Es quizá en este manejo de los tiempos, en el uso discreto de estructuras rítmicas y figuras retóricas donde el poeta le echa una mano al prosista para mantener el pulso e insertar imágenes de hondo lirismo dentro de los párrafos, dando mayor intensidad a la página. De forma sutil, el mensaje del libro se va desvelando, y pongo por ejemplo este símil: “la mayoría de aquellos nombres se disolvieron, como terrones de azúcar en una pecera china”. Flotando, quedan Sofía, Mateo, una encarnación ficticia de Holden Caulfield, el detective Naldini, Lola…

-----------------------------------

[José Daniel García ha ganado el premio 'Andalucía Joven' de poesía con El sueño del monóxido (DVD, 2006) y el premio Hiperión de poesía con Coma (Hiperión, 2008)]

lunes, junio 23, 2008

Notebook: Se subasta el verano


Cuatro. Se aproxima la noche más mágica del año. Eso dicen quienes entienden de arquitectura galáctica. Las hogueras de San Juan concentran y catapultan hacia la mañana la energía de nuestro trasfondo más atávico: caminar despacio sobre ascuas, bailar buscando la convulsión, beber hasta alcanzar el trance etílico y comer para rayar el corte digestivo. Y para quienes vean esta noche como un géiser de accidentalidad, siempre pueden agotar su deseo en cuanto el reloj marque las doce. Es cuestión de meter los pies en el agua y decir para los adentros de uno: ‘San Juan, San Juan, deseo salir vivo de aquí y que el filo de una lata de atún en aceite vegetal no me acabe rebanando un dedo del pie’. Es mucho pedir, pero, precisamente por eso, es la noche más mágica del año.

Tres. Ahora que han declarado oficialmente el inicio del verano –oficiosamente ya lo trajo la manga corta hace algunas semanas-, el cuerpo empieza a pedir un callejeo de sombrajo y terraza al caer la tarde. Recuerdo que, en mi etapa universitaria, la época estival era de lo mejorcito que tenía el año. Y no porque dejara de ir a clase –que también-, sino porque algunos amigos y yo empezábamos el periplo que habíamos proyectado meses antes a través de becas y pequeñas inversiones bien rentabilizadas. Como lo nuestro no eran los festivales de música electrónica que tan de moda están hoy, buscábamos teatro, talleres, charlas y buen ambiente. Literatura, en definitiva. Ahí van algunas recomendaciones para quienes se atrevan. Están a tiempo. Primera: Festival de Teatro de Mérida (del 21 de junio al 30 de agosto). Segunda: Festival de Teatro Clásico de Almagro (del 26 de junio al 20 de julio). Tercera: La escritura de la poesía española actual (en Barbastro, del 2 al 4 de julio). Y cuarta: La novela en el cine (en Cursos de verano de la UAL, del 9 al 11 de julio). Todo es rastreable en Internet y, en algunos casos, ofrecen becas que cubren parte de la actividad e, incluso, el alojamiento.

Dos. Aún no he terminado de leer este libro, pero ya tengo ganas de hablar de él. Me refiero a ‘Así fueron las cosas’ (Circe, Barcelona) de Maryann Burk Carver: un testimonio en primera persona de quien fue la primera esposa del memorable escritor Raymond Carver. De lo que tengo leído -más o menos la mitad-, puedo decir que se engulle cómodamente. A pesar de que algunas páginas están cargadas, para mi gusto, de un exceso de sentimentalismo, quizá para reconstruir los años de adolescencia, enamoramiento y paternidad precipitada, su valor documental, sobre todo para los amantes irrecuperables de Carver, es grandísimo. Me da que este libro –ya os lo confirmaré cuando termine su lectura- no es un acercamiento certero a determinadas facetas de su vida, pero sí una fuente de información inevitable para cualquier futuro biógrafo.

Uno. Acabo de enterarme de que ha salido a subasta un nuevo vídeo de Marilyn Monroe. Al parecer, y a diferencia de otros, es decente. Se trata de imágenes captadas por un videoaficionado durante el rodaje de ‘Vidas rebeldes’. Concretamente unos tres cuartos de hora, donde la Monroe juguetea con éste y con aquél, toma café o habla con Clark Gable, sin que éste supiera, claro está, que su corazón estaba a punto de tartamudear y detenerse para siempre. Unos sesenta y cuatro mil euros será probablemente el jugo que dé el estrujón del video. No está nada mal, la verdad. Sobre todo teniendo en cuenta que este tipo de actividades ya van tomando el peso específico de la costumbre. En cualquier caso, no creo que pase nada parecido con los escritores, los libros y los autógrafos. O si ocurre, será a la inversa: el día de mañana se subastarán por cantidades astronómicas aquellos libros que no tengan en las primeras páginas señal alguna de que ese ejemplar estuvo en las manos de su autor; que no lo firmó ni lo dedicó, vamos. Porque si hay algo que le gusta a un escritor es ponerse en una caseta de la feria del libro y que la gente enfile el bolígrafo bic con el que les firmará. Por eso suelo poner a buen recaudo los ejemplares de mi biblioteca particular. Los protejo hasta de mí.

Juan Manuel Gil

viernes, junio 13, 2008

Inopia, Travis y El Vértigo (15)


Amigos, ya estoy de vuelta. Abro las puertas de la casa del nadador de par en par. Que entre el verano. Tengo algunos recortes y enlaces sobre las presentaciones de Inopia, y alguna que otra reseña, que iré colgando en los próximos días. Empiezo con lo más reciente:

Raúl Quinto, autor de los poemarios Grietas, La piel del vigilante y La flor de la tortura, hace una crónica en su blog sobre uno de los actos literarios más interesantes del año -a pesar de mi participación-. Tuvo lugar en el Zaguán y se homenajeaba la película París, Texas de Wim Wender. Aprovecha Raúl Quinto ese post para recomendar encarecidamente la lectura de Inopia. Ahora hago yo lo propio en mi casa: mil gracias.

domingo, junio 01, 2008

Inopia by Ginés Torres* (14)


[Fragmento]

Se ha puesto muy de moda en últimos tiempos la idea, la continua reflexión sobre la tan traída y llevada muerte de la novela: ha desatado riadas de artículos, de enfrentadas opiniones, de desconfiadas miradas críticas hacia cierto tipo de textos: una sensación de que al pulso de la vieja novela decimonónica tipo, digamos, Madame Bovary, el arsénico le ha empezado a hacer efecto. Yo creo que el foco hay que desplazarlo un poco: porque si es cierto que, tal vez, el viejo modelo decimonónico no goza de su mejor momento; si lo que hacemos es preguntarnos por la salud de la narrativa, o la nueva narrativa, la respuesta, creo, es que es muy, muy buena.
Y un gran ejemplo de esa buena salud es esta Inopia: por eso he evitado calificarla como novela, o como libro de cuentos, y dejarlo en libro, en un gran y buen libro de narrativa. Una obra que se estructura a partir de un nudo central, la inopia (entendida desde el principio del libro como indigencia, pobreza, escasez); inopia que va evolucionando a lo largo del libro hacia su grado máximo, que sería la desaparición -que afecta incluso a la propia estructura del libro: recordemos el orden descendente -de cien a cero- de los capítulos que conforman la parte de central del libro-, la posibilidad de encontrar una respuesta a la frase de Maurice Blanchot con que, precisamente, Enrique Vila-Matas abría El Mal de Montano: ¿Cómo haremos para desaparecer?.
Creo que ahí está la clave del libro: cómo hacer para desaparecer, o también cómo es que ha tenido lugar esa desaparición, o cómo contar una desaparición o cómo uno se sumerge cada vez más en la desaparición, incluso en la disolución de la propia conciencia -ese tema que ahora recorre con fuerza gran parte de la literatura europea-; o, incluso, las desapariciones casi míticas, parte ya de nuestra cultura popular de Elvis y Jesús Gil.
Todo esto nos lo plantea Juan Manuel Gil con una sabia construcción estructural en la que unas historias refuerzan a las otras, amplificando su fuerza, tendiendo hilos de unas a otras para formar una figura perfectamente trazada y trenzada, que se ve más clara según se avanza en el libro, según el lector va construyendo su silueta, aplicando la perspectiva, tendiendo líneas de una historia a otra, encontrando así un tono, un rumor, un clima -y no estoy hablando sólo de la meteorología almeriense, que también se proyecta sobre las páginas del libro- de los que participan sus diferentes historias: así, por ejemplo, nos encontramos con la conmovedora y difícil, por tantas cosas, historia de amor entre Yassine y Carmen; con Mateo, el peculiar y obsesivo bibliotecario, quien sostiene ante su no menos peculiar novia haber conocido a Holden Caulfield, protagonista de El guardián entre el centeno, y otro desaparecido, Salinger, al fondo; con la inspectora Sofía Carano, sus moleskines y su investigación sobre la muerte del ciclista Marco Pantani; o, entre otras historias, con una narración de los últimos días de Pier Paolo Pasolini.Pero, para terminar, creo que el libro niega y, gozosamente, hace fracasar gozosamente su título: Inopia no invita a la desaparición, a la disolución, sino a volver sobre él, a releerlo, a hacerlo aparecer una y otra vez, a hacerle ganar consistencia, la que Juan Manuel Gil ha sabido dar a su libro: la fuerte presencia literaria.
-------------------

*[Gines Torres Salinas es autor de El amor en tiempos de Chernobyl e Historia oculta de la literatura universal (Premio García Lorca)]