martes, agosto 05, 2008

Swimming pool: Derrumbe

Ya se sabe que uno puede cometer la tontería de pensar que una situación determinada ya no puede ir a peor, que se ha tocado fondo y que lo que corresponde ahora es ascender con más o menos destreza. Valiente estupidez. Si por algo se caracteriza una experiencia indeseable es porque las cosas empeoraron cuando ya pensábamos que era imposible continuar en caída libre. Pero ¿qué sería de nosotros sin esas creencias terapéuticas, sin esas tablas de salvación que se mecen en mitad del naufragio?
En verano, y más aún en vacaciones, esas tablas de salvación cobran tal peso específico que resultan vitales. Sí, no se alarme. Porque tablas de salvación, son, por ejemplo, el ascenso terriblemente humano de Carlos Sastre al Alpe D’Huez, la caza de Radovan Karadzic en un autobús urbano con destino al Tribunal Internacional de La Haya o el paisaje de nuestra holganza en una polaroid ya extinta. Ahora bien, si hay una tabla de salvación por excelencia esa es la lectura, y por ello, quizá, deberíamos preguntarnos si un libro cumple el mismo papel en verano que en el resto de estaciones. Yo creo que no. Es mi opinión. En las vacaciones estivales el libro asume una responsabilidad añadida a las que ya se le adjudican: convertirse en válvula de escape de lo que suponíamos que iba a ser nuestra válvula de escape, las anheladas vacaciones. Ahí es nada.
Como consecuencia de este planteamiento, estoy conformándome una balsa de salvamento a golpe de lectura. No vaya a ser que. Y la novela ‘Derrumbe’ de Ricardo Menéndez Salmón, paradójicamente, se ha convertido en una de las últimas incorporaciones a ese entramado de cordajes y maderas; una historia poderosísima donde la violencia, el dolor, la constante amenaza y el futuro, sumados a un lenguaje tan sugerente como efectivo, tejen un thriller de los que ya cuesta encontrar en la literatura española. Luego di que no te avisé.