domingo, septiembre 17, 2006

Nada nuevo bajo el sol

Uno (El regreso)

Apenas nos hemos descuidado, los políticos han vuelto a meterse en el salón de casa. Me vine a dar cuenta la misma noche que el cielo de Almería se abrió por la mitad y dejó a la vista una espeluznante cartografía de sus nervios. Eran blanquísimos, retorcidos como tallos de parra y capaces de sacudirnos, en décimas de segundo, el calcio de nuestros huesos. Creo que fue esa noche cuando los políticos decidieron contar todo lo que llevaban en la guantera, antes de que el bronceado se les escurriera tobillos abajo.
Desde entonces, el PSOE ha inaugurado su propia televisión en Internet y se ha lanzado a la aventura de la bitácora; las tropas españolas desembarcaron junto a un grupo de bañistas en una playa de Líbano para verificar la retirada Israelí; la primera entrevista de la temporada de Cuatro nos permitió deducir que Iñaki Gabilondo y Mariano Rajoy procuran no veranear cerca el uno del otro; el gobierno, ante las últimas oleadas de inmigrantes, ha optado por mostrar su colmillo izquierdo; y Acebes se parece a alguien del que no termino de acordarme.

Dos (La verdad)

Pero nada de esto es lo peor. Hasta aquí lo que más o menos uno podía predecir mientras se tomaba un combinado con mucho hielo en el mismo borde de una piscina comunitaria. Lo más preocupante es que algunos temas hayan vuelto a tomar valor y cuerpo de arma arrojadiza, y sus esquirlas estén viajando, tremendamente hambrientas, en todas las direcciones. Me refiero, como ya habrán podido deducir, al 11-M y a la conspiración que el Partido Popular y algunos medios de comunicación se han dedicado a pergeñar y promulgar allá donde plantan sus zapatos de suela de caucho.
Dicen que quieren saber la verdad. Y lo cierto es que, dicho así, suena muy loable y meritorio, puesto que todo hombre y mujer debe aspirar siempre a conocerla. Este afán es garante de un mundo mucho mejor y nos otorga la posibilidad de enmienda. Sin embargo, no deja de resultar curioso que quiera conocer la verdad el mismo partido político que por entonces, cuando los cercanías de Madrid sollozaron, tenía sus clips, grapadoras y rotuladores en la mismísima Moncloa. Es decir, que el señor Rajoy, por poner un ejemplo, si tiene alguna duda, debería dirigirse a los señores Acebes, Zaplana o Aznar, que por aquel entonces llevaban las riendas que días después les arrebataría un electorado que se sintió ultrajado.

Tres (El sumario)

Pero, como siempre cabe la posibilidad de que uno no se fíe ni de los suyos, lo que puede hacer el señor Rajoy es darle una oportunidad al sumario instruido por el Juez del Olmo. No sé exactamente el número de páginas de las que consta -creo que, por sus dimensiones, hay que trasladarlo en un vehículo mixto-, pero, que yo sepa, no hay ni una sola declaración o indicio que haya hecho pensar a los expertos en estos menesteres que tras los atentados estuviera la mano negra de ETA. Hasta aquellas fuerzas de seguridad en las que decía basarse el señor Acebes para afirmar que la hipótesis de ETA era factible y cobraba fuerza, hasta ellas mismas han declarado que el atentado etarra lo descartaron con tanta rapidez como vehemencia ponía en su discurso para mantenerla el portavoz del gobierno.

Cuatro (Conclusión)

Como procuro no pecar de cándido, sé que posiblemente el señor Rajoy prefiera leer y dar credibilidad a determinados medios de comunicación, antes que al sumario instruido cautelosamente por el juez del Olmo. Me sorprende que el Partido Popular profese tanta desconfianza hacia el poder judicial. Sobre todo porque lo he escuchado decir muchas veces eso de ‘la justicia tendrá la ultima palabra’ o ‘dejémoslo en manos de la justicia y que ella disponga’. Tratándose de otros temas, claro.
La cuestión es que mientras el ‘El Mundo’ se esfuerza en demostrar lo contrario a través de ese periodismo de investigación del que tanto se vanagloria, yo seguiré creyendo en lo que por ahora tiene más peso y así ha sido demostrado: el ataque fue preparado y ejecutado por terroristas islámicos; eligieron España como objetivo de su matanza por su participación activa en una guerra (sobre la que Aznar también mintió) a la que una gran parte de la población española se opuso abiertamente; y el Partido Popular intentó gestionar la información sobre el atentado con claros fines electorales, es decir, mintió despreciablemente y una gran parte de la ciudadanía se lo hizo pagar en las urnas. Esto es lo que hasta el momento parece sensato a tenor de las pruebas recabadas. Y esto es lo que yo creo. El resto son ínfulas, pataleos y estrategias que emponzoñan un terrible capítulo de nuestra historia más reciente. Me refiero, claro está, a estos que piden la verdad y que entonces no dudaron en mentir. Como ven, nada nuevo bajo el sol.

Juan Manuel Gil

domingo, septiembre 10, 2006

El otoño por delante

Desórdenes

Hay veces que caigo de golpe en la mañana y me magullo las rodillas. La sensación es muy parecida a la que siente la mayoría de personas en mitad del examen práctico de conducir: uno tiene que tomar conciencia de sus piernas, ojos, manos y corazón, y acompasarlos mientras observa a un desconocido en el espejo retrovisor. No sé explicarlo con más acierto y no sé cuándo me va a asaltar esta sensación. Lo hace, y ahí está llamándome, engatusándome, lamiéndome para que en pocos minutos acabe ensimismado en una especie de desorden psicótico, de neura estúpida que hiela y paraliza.
Pero no se alarmen –si empezaban a hacerlo-. La experiencia me ha enseñado a salir airoso en estos días de desorientación y, en contadas ocasiones, ansiedad. Existen algunas actividades que bien practicadas tienen un inmediato efecto balsámico: comprobar que mi listín telefónico sigue actualizado; leer muy, muy despacio la sentencia que Urdaci leyó muy, muy rápido; escribir artículos parecidos a éste; salir a buscar casa durante un par de horas; o manufacturar un calendario y anotar los compromisos y citas ineludibles.
Ahora, en septiembre, el que mejor resultado me suele dar es este último procedimiento. No dudo en anotar, como si de una agenda o diario íntimo se tratara, todas aquellas actividades de interés que he ido recabando de este o aquel medio, y las dispongo en un riguroso orden de prioridad. Así, créanme, consigo dar a los músculos faciales algo de ligereza y a la carótida menos torrente y más riego por goteo.

Agenda cultural

Estas fechas vienen bien para los menesteres de los que hablamos. A pesar de que la Bienal Internacional de Arte Contemporáneo (ALBIAC) toca ya a su fin y no tardarán en publicar sus cifras, esta época es propensa a la agenda cultural. Me explico. Apenas uno pegue un resbalón en cualquier periódico, podrá ver publicadas las propuestas culturales que este otoño nos ofertarán las concejalías, delegaciones, asociaciones, bares de copas, productoras, fundaciones, empresas privadas y locos encantadores.
De repente, mirando las agendas, asistimos al desvanecimiento del colorín y chancleteo de la oferta veraniega, para dejar paso a la solemnidad de la manga larga y el calefactor. Los recitales poéticos, las proyecciones cinematográficas, las conferencias más sesudas, los talleres literarios, las grandes exposiciones, los conciertos de cámara, los cursos formativos y los cócteles de la cultura almeriense tornan a la par que la hoja caduca. Algunos de los eventos vuelven a ser minoritarios pero distinguidos; el Teatro Cervantes muestra pequeñas señales espasmódicas de lo que tendrá que acabar siendo; las sillas se alinean frente a la tarima y el atril; y cada noche, antes de acostarnos, pedimos veladas frías para desempolvar las bufandas que tan elegantes nos quedan.

Lo que nos espera

Haciendo repaso a lo que pudimos disfrutar durante la temporada anterior, me encuentro con una serie de actividades de las que espero noticias con prontitud. Algunas de ellas son viejas conocidas en el panorama cultural almeriense y otras, con cierto mimo y esmero, no tardarán en acomodarse a la fría noche en el bosque. Ellas serán las encargadas de que la humedad no hiera nuestras rodillas y la carretera disponga de claridad. Me refiero al Cine Club Universitario –ojalá no demore su inicio tanto como la temporada anterior-; los Banderines Poéticos –con apenas tres números ya son una referencia en lo recitales de Almería-; los encuentros con directores de la Fundación Unicaja –espero que la participación de los directores de cine en los Institutos de secundaria se vea incrementada-; las actividades organizadas por el Centro Andaluz de las Letras –me consta que en la provincia ya se están pergeñando algunos talleres de escritura creativa-; las propuestas que se hacen carne a través del Instituto Andaluz de la Juventud; y el ímpetu con el que ha irrumpido un Museo Arqueológico cuyo ramaje promete ser fuerte y denso.
Sobra decir que a este panorama cultural le faltan actividades, bien porque he tropezado en el olvido, bien porque no tengo conocimiento de su existencia. Aunque, a decir verdad, me temo que no son muchas más las propuestas con capacidad pulmonar suficiente para atravesar el otoño. En cualquier caso, uno llega a esta época del año con las manos extendidas y los ojos como platos, dispuesto a quedar donde siempre con los mismos, con la certeza de que más de una tarde-noche acabará eternizada en el blog de cualquiera de los que allí estuvimos y no abandonamos a tiempo.

Juan Manuel Gil

lunes, septiembre 04, 2006

La resaca del verano

Septiembre

En septiembre todo retoma su color y blandura. Vuelven los periódicos a fruncir el ceño, despierta la acidez de corazón, los gimnasios se implantan colmillos de oro, los bloggers juran sobre un portátil escribir más a menudo, Kayros retoma su necesario y terapéutico ‘Té con limón’ y entran en vigor las relaciones sentimentales que días atrás fueron escarceos veraniegos. Septiembre es un mes propicio para que los papeles empiecen a ser compulsados, los políticos luzcan ojos sin ojeras y el hombre del tiempo se compinche con las agencias de viajes. Nadie está libre de los efectos de un mes que camufla con torpeza la mala leche del día de año nuevo en la oficina.
No es de extrañar que lo primero que hagan los damnificados –somos casi todos- sea poner cara de capullo a mitad de la primera mañana de trabajo y, como si las muerte se nos llevara, repasar una sucesión de fotogramas que aún huelen a cloro en nuestra memoria. Esto viene a ser el compuesto químico que carga nuestra batería y nos ayuda en la reincorporación laboral. Aunque viene a durar lo que unas pilas normalitas en una cámara digital.

Ecografía veraniega

Yo, como no podía ser de otra forma, he caído en las fauces de la nostalgia y, unas horas después de que el 1 de septiembre me arrojara el despertador a la ceja, me he encontrado haciendo balance de lo vivido durante julio y agosto. Lo he hecho con tanta distancia que parecía estar recordando algún intrépido episodio vivido durante mi estado embrionario. Tal es así, que algunas de las imágenes las visualizaba en blanco y negro y tenían resolución de ecografía anhelada. Lo que viene a continuación son un par de experiencias o estados que me han acompañado la mayor parte de un verano que olvidaré, si la memoria no me falla. Quizá, siendo optimista, quede algo de esto que escribo.

Israel y Líbano

La imagen de un Líbano convertido en escombrera ha sido la más dolorosa. Sobre todo porque no resultaba difícil averiguar qué se ocultaba tras el entramado de bloques de hormigón y hierros retorcidos hasta el quejido. La reacción del ejército israelí, según declaraciones de nuestro propio gobierno, resultó ser a todas luces desproporcionada; palabras que vienen a significar que uno no puede hacer lo que le salga de los huevos y atacar objetivos civiles y dejar caer bombas racimo y hacer oídos sordos a lo que dice la comunidad internacional. Pues resulta que, para mi asombro, alma cándida yo, al PP le resultaron polémicas y provocadoras estas palabras por una razón que, por absurda, me he obligado a olvidar. Ahora, después de asistir al miedo de los afectados por la barbarie, nos queda presenciar el dolor en su forma más ácida: remover las fosas comunes y poner las iniciales de las víctimas sobre cada una de ellas. Nada más sufrido.

Revista de agosto

Los acontecimientos de esta guerra los he seguido, en su mayor parte, a través de ‘El País’, periódico que se ha convertido en otra de las constantes de este verano. Así que, el cierre de las columnas ‘Mar de copas’ de Sergi Pàmies y ‘Pie de foto’ de Juan José Millás, ambas enmarcadas en el cuadernillo ‘Revista de Agosto’, han dejado en mí un fuerte desconsuelo. Y quiero dejar claro que esta vez no es mera retórica o artilugio de última hora. Lo escribo así, porque lo he sentido literalmente así.
A mi juicio, la primera columna ha sido una de las más frescas e ingeniosas secciones que he leído en este último año. Y el merito no sólo ha radicado en el irresistible trato que ha sabido dar a la parafernalia de los cócteles, las barras, los pétalos de rosa y su periferia literaria, sino en la constante calidad de sus escritos. Puso el listón alto y supo mantenerlo con una tensión digna del mejor barman o del bebedor que nunca se retira a tiempo. No en vano, ha sido una de las secciones más visitadas en la versión digital de ‘El País’. Prueben a echarle un vistazo a las estadísticas y de paso lean cada una de las entregas, acompañándolas con sus correspondientes combinados, claro está.
A ese mismo nivel ha estado el de siempre. Y es que, a estas alturas, no voy a descubrirle a nadie el talento de Juan José Millás. Que pone el ojo donde nadie, que tiene en su casa una sala de autopsias de lo cotidiano, que nos pone nerviosos tanta lucidez en agosto, que en el interior de su frigorífico ocurren cosas extrañas, que su foto de cabecera también merece uno de sus comentarios, que hay gente que piensa en él para el banquillo de nuestra selección, que más de uno daría un par de meses de vida por encontrárselo en algún cuento escrito por Luis el Vitaminas, es algo que saben los que lo leen diariamente.
Como pueden imaginar, el verano me ha deparado algo más. Algunas cosas, bien planteadas, pueden llegar, incluso, a parecer ligeramente interesantes. Otras, por no resultar confesables, me las reservaré para los santos óleos. Mientras tanto, la casa del nadador, después de estos días de feria, vuelve a abrir sus puertas de par en par, a lucir tarima flotante y a pedir al lector que nos deleite con el inolvidable momento de su verano. No es la mejor terapia para nuestro regreso al trabajo, pero es lo que hay.

Juan Manuel Gil