miércoles, febrero 22, 2012

Tocino fiction



El lunes vi Pulp Fiction. Elijo ser Vincent Vega. Tú puedes escoger otro personaje sin ningún problema. Pero Vincent Vega soy yo durante toda la semana. Hasta el lunes por lo menos. También he leído un 35% de Libertad. La última de Jonathan Franzen. Los Berglund me tienen que no me tienen. No me los he sacado de la cabeza ni viendo al mentalista a punto de cazar a John El Rojo. Es curioso, y esto no tiene nada que ver con nada, cómo me cuesta cambiar determinadas ideas. No nos parecemos a nosotros mismos. Que no, que no. Que no insitas, gilipollas. Que no nos parecemos a eso que pensamos de nosotros mismos. Y menos tú que eres tan buena persona, ¿verdad? Me parece genial la escena en la que Vincent Vega habla consigo mismo mirándose en el espejo del baño. Lo he hecho tantas veces. Mira, en el botón seis de la radio de mi coche tengo memorizada Cadena 100.  A los del programa de la mañana les encanta buscar cosas en google. Es divertido y fácil y suelo tener sueño, así que perfecto: las hormigas recuerdan el olor de sus enemigos durante toda su vida. Toma contenido. Es curioso -o no-, pero yo recordaré el olor de las hormigas siempre. Esta última frase es un guiño personal que casi nadie pillará. No hace tanto almorcé con un amigo y pedimos de entrante ese plato de la foto. Se trata de una sencuencia de láminas de tocino cortadas con bisturí cauterizador. Nos lo comimos despacio porque el tema de conversación era bastante interesante y una cosa nos llevaba a otra. El encargado de servir el vino era yo; me pillaba más cerca el botellero. Por entonces acababa de empezar la novela de Franzen y colé en los postres cuatro o cinco frases que dice Patty en el 10% inicial de la historia. No resultaron forzadas. A la editorial Mondadori le mola estas new técnicas narrativas. Llamémoslas Flis Flas. De hecho, puede ser que esto que estás leyendo sea un capítulo de la novela en la que estoy trabajando. Tal cual. Bueno o malo. Ya lo decidiré. Pero tal cual.  

lunes, febrero 20, 2012

No serás capaz de odiarme

¿Por quién me has tomado?
Si he atesorado esta cobardía,
si he confundido la certeza
con el miedo del idiota,
si he atravesado las calles
gritando todas esas cosas tristes
de las que estoy perfectamente ensamblado,
ha sido por sacarte un cuerpo de ventaja.
Así que esto que ves es lo de menos:
el desfile de automóviles de época,
los músicos tocando para ti,
el quitanieves abriéndote camino
y tanto niño en la escalera de incendios.
Lo importante es lo otro, ya lo sabes.
Mi manera de llegar hasta aquí.
El miedo, la cobardía, las cosas tristes.
El recuento de todos los dolores
sobre los que he aprendido a reposar.

Insisto:
mi manera de llegar hasta aquí.

[De la antología Nubes con la mente]


miércoles, febrero 15, 2012

Hipstamatic - La sentencia



Estas palabras no nacen del fuego de los acontecimientos. No son expulsadas desde el espasmo, la rabia, la ofuscación o la ceguera que conllevan algunas emociones. Estas palabras nacen de la reflexión que ofrecen el tiempo y la lectura tranquila, la confrontación de ideas con los amigos y la sedimentación –no la aniquilación- de las emociones más contundentes. Es decir, estas palabras no buscarán excusa en la alucinación de un corazón incendiado por la injusticia o cualquier cosa ñoña que se le parezca. No habrá atenuantes una vez puesto el punto final.

Esto es: Me da miedo el Tribunal Supremo. O parte de él. Me da pavor la impecable lección de venganza y tirria que ha sido capaz de concentrar en setenta páginas. Ahora sé lo que antes sospechaba: que esta institución tiene estómago y sufre de agrios reflujos ultraconservadores. Le deseo que el tiempo y la justicia popular y poética –la ordinaria se concentra en ella misma- le devuelvan la seca neutralidad que calcinó mientras se quitaba del camino a Baltasar Garzón y lo dilapidaba con once años como once sogas como once pares de zapatos de plomo. Y se lo deseo de corazón, porque no hay nada peor para un país que una justicia que se intuye desproporcionada y anticipada. Eso nos hace infinitamente frágiles. Así que pienso que esta sentencia es una mala astracanada que, lejos de hacer reír, provoca desconcierto, desamparo, indignación y una peligrosa orfandad judicial. Quienes están al frente de esta institución aseguran que el texto es impecable y que la honestidad de los jueces ha de estar fuera de toda duda. Pero esa parece una lectura tan inocentona y superficial que no me saca de la cabeza este pensamiento: la sentencia es la pieza clave de un puzzle decisivo. El que dibuja un ejemplar pellizco de nuestra corruptela política y sus aledaños: la absolución del dueto Francisco Camps y Ricardo Costa –y su previsible regreso a cualquier cargo público- por un tribunal popular dividido, la inminente petición de nulidad del caso Gürtel argumentando que Garzón cometió ilegalidades tal y como asegura el Tribunal Supremo y, por último, el noqueo de quien impulsó con determinación y responsabilidad la búsqueda de las víctimas del franquismo en cunetas, fosas comunes y demás sucedáneos de la vergüenza. Me pregunto si Fitch, Moody´s y Standard and Poor´s nos rebajarán la calificación de la deuda por ocurrencias como ésta. Me pregunto si es ahora cuando deberían rescatarnos de verdad, sacarnos del pozo de las parodias más dolorosas y enfrentarnos a nuestro propio reflejo deforme.

sábado, febrero 11, 2012

Gominolas con gintonics



Esto es lo que va a ocurrir esta noche:

Me voy a abrigar. En el bolsillo interior de la chaqueta: un paracetamol, un ibuprofeno y un monóculo. Todo esterilizado. Me voy a ajustar bien las pulseras y las patillas de las gafas. Mentiré a mi vecino: Hey, me voy a Arlington (Texas) a pasar la noche. Nada de mirarse en el espejo del ascensor. Eso es de guapos. Mi coche, negro obsidiana, va a esperar en la calle a que le llegue la escarcha. Welcome to Sundown, baby. Hay buena música, me dirá Manu. ¿Es que no me vas a abrazar?, preguntaré yo. Todo el mundo hablará de ese hombre que se sienta al final de la barra. (¿Qué hombre? Yo no veo ningún hombre. // Pues hay un hombre porque todo el mundo está hablando de eso). No sé si existe un cóctel que se llame martirio. Si no, es probable que lo inventemos esta noche por casualidad. ¿Temas de conversación? Los de siempre: Te llamé y no me lo cogiste / Esta canción es de nuestro viaje de estudios, ¿la recuerdas? / Pasa de esconderme el móvil esta noche / Oye, aquello de lo que te hablé, que al final sí / Vamos a bailar y déjate la vergüenza en casa. Estas temáticas y otras en la misma línea. Por propia experiencia puedo decir que a mí, gominolas con gintonics, lo que más.

viernes, febrero 10, 2012

Llegan las heladas


Esta mañana el termómetro marcaba -1ºC. Iba de camino al trabajo mientras Carles Francino hablaba en la radio. La verdad es que era impresionante ver el campo cubierto de escarcha. También los coches y la carretera. Pero sobre todo el campo. Blanco, frío, agrietado, prehistórico, crujiente. Francino comentaba la sentencia del Tribuanl Supremo a Baltasar Garzón. Once años de inhabilitación por haber puesto micrófonos en las macetas de la sala donde se reunían detenidos y abogados. Y qué detenidos y qué abogados. Género fino. Los mismos que se han estado llevando dinero público a manguerazo limpio. No soy el único que se siente así: me avergüenzo hondamente del Tribunal Supremo. Su sentencia hiere la reputación de este país. No es cuestión de simplificar, pero así está el panorama: Los delincuentes -que necesitaron de políticos corruptos- sin sentencia, los políticos corruptos -que necesitaron a los delincuentes- declarados no culpables y el juez -que cortó el mamoneo a estos sinvergüenzas- condenado. Lo peor que nos podía pasar ahora es que sacara los colmillos una justicia vengativa, recorosa y fuera de todo sentido común. Porque eso es mucho más destructor que cualquier crisis económica, que cualquier prima de riesgo, que cualquier rescate a la europea. Llegan las peores heladas que nos podíamos imaginar.

miércoles, febrero 08, 2012

Hipstamatic - Temario



Hay temas sobre los que no me gusta escribir. Porque no me siento cómodo, me ponen mal cuerpo, desordenan mi poca tranquilidad, evidencian mi profunda ignorancia, indagan en el cuarto de máquinas y me hacen confundir la memoria con la invención. Esas son las razones que yo doy por buenas, pero no incurro en la estupidez de descartar otras muchas, porque seguro que las hay. Ahora bien, que no me agrade escribir sobre esos temas no implica que deje de hacerlo. Si me apuras, todo lo contrario. De hecho, la incomodidad, el desorden, la evidencia de desconocimiento, la búsqueda en uno mismo y la verosimilitud de la mentira le hacen bien al escritor. Al menos en una dosis justa que no imposibilite el desempeño de un buen trabajo. Así lo pienso yo. Luego están, obviamente, los temas con los que un escritor se siente convincente, a gusto y nativo; esos líquidos inflamables que manipula con cierta tranquilidad y que, incluso, se atreve a combinar con un inquietante descaro, aun a riesgo de volarse las uñas; ésos que, aunque nos resulten repetitivos en algunos escritores, estamos deseando que vuelvan a ellos una y otra vez, estamos temiendo que los abandonen para siempre.

De estos últimos, yo tengo unos cuantos. Me reconozco muy cómodo cuando recreo en mi cuaderno escenas de un western. Escenas que, por lo general, poco tienen que ver con el clásico duelo a vida o muerte, la pelea enredada en el saloon o el atraco a una diligencia jadeante. Supongo que ése es uno de mis líquidos inflamables. Me encanta, además, hacer que un personaje literario irrumpa con violencia en mis textos cuando menos me lo espero o cuando menos me lo merezco. Por ahí andan Holden Caulfield, Santos Bueno o Geoffrey Firmin poniéndome las cosas difíciles y sacándome de apuros. Hay más temas, claro. Las noches de verano en las que cuesta romper la membrana del sueño, la opulencia negrísima y brillante de Scott Fitzgerald y Zelda Sayre, la coctelería más seca y austera, las conversaciones plagadas de elipsis que hilamos mi padre y yo, los asesinatos múltiples en mi pretenciosa urbanización y los libros sobre ciudades a las que nunca viajaré sobrio. Lo que no termino de tener claro es qué le interesa más al lector. Si los temas que me secan la saliva de un solo puñetazo o los que dan cobijo y alimento a mi comodidad. La mezcla de ambos. O ninguno de los dos. No sé, la verdad. No obstante, puede que me importe muy poco.


lunes, febrero 06, 2012

Mis mascotas



Esta mañana ha ocurrido. Mientras tomaba café en casa, un perro negrísimo ha abandonado su cesta y se ha echado junto a mí. Yo siempre había imaginado que eso ocurriría. Pero nunca tan pronto. Se ha tumbado, ha colocado una de sus patas sobre mi pie derecho y me ha estado mirando todo el rato. Durante un momento, he conseguido ser una persona más o menos tranquila. Le he contado que mi mascota siempre ha sido una cafetera. Roja y eléctrica. Por suerte prepara el café muy caliente y apenas me da problemas, le he dicho mientras le manoseaba las orejas. Obviamente no me ha entendido. Pero es así. Tienen que saber que hay quienes piensan que toda cafetera es lo que es y punto. Nada más. Bueno. Me alegro. Pero no me confundan con ellos. Tengo ganas de llegar a casa.

miércoles, febrero 01, 2012

Hipstamatic - Teletienda


Señores espectadores, bienvenidos a la teletienda. Hoy les ofrecemos un producto francamente irrechazable. Incluso francamente necesario y francamente inaplazable. Estamos convencidos de que no viven ajenos a la coyuntura económica mundial. Habrán observado que los pájaros no entonan como es debido, que la vegetación no colorea con la intensidad esperada y que la afonía es ya una pandemia en nuestro país. Esto es el fin del mundo, habrán susurrado en más de una ocasión. Y quizá, todo hay que decirlo, no les falte ni una pizca de razón. Por eso hoy es un día importante. Hoy, señores clientes, ponemos a su disposición un producto francamente extraordinario. El producto que nunca habían imaginado, pero que siempre desearon poseer. Conózcanlo. Sólo les pedimos un pellizco de su tiempo. Apenas unos minutos. Les vamos a hablar, oh, sí, oh, baby, del gran Paquete de Medidas (PdM). Que suene la música y que pase la azafata, por favor. Ahora comienza lo bueno. Mírenlo. ¿No es una maravilla? Han de saber que el resultado final de este nuevo producto es consecuencia de un laborioso y concienzudo proceso en el que han participado activamente los hombres más poderosos y ricos de este país. Francamente portentoso. Compacto, ajustado, completo, equilibrado. Hace años que no se ve nada igual. Emociónense. O no. Esperen. Antes de eso, vayamos más allá. Examinemos el interior del novedoso Paquete de Medidas (PdM). Como podrán comprobar, no falta ni un solo detalle. Basta abrirlo para disfrutar de una centelleante subida de impuestos que otorga un protagonismo merecido a las clases medias asalariadas. Nuestros creativos le han puesto nombre: “Recargo Temporal de Solidaridad”. Que suene la música de nuevo. Esto es muy grande. Sí, señores clientes. Porque hay muchísimo más. Nuestro equipo de expertos ha decidido incluir en este fabuloso lote –y no se lo van a creer- la supresión de los doscientos diez euros de ayuda al alquiler para jóvenes, la reducción de subvenciones y préstamos en I+D+I, la congelación de la tasa de reposición de los empleados públicos, el aplazamiento de la Ley de Dependencia y la congelación del salario mínimo profesional. Perdonen que me emocione, pero es que resulta francamente insuperable. Y más aún después de decirles esto: por el mismo precio, sin gastos de envío añadidos, a los primeros 46.081.574 habitantes de España que descuelguen el teléfono y nos llamen, les incluiremos un pedazo de reforma laboral que bien le va a costar a Rajoy una señora huelga. Francamente esperpéntico.