domingo, mayo 29, 2011

Hipstamatic - Indignado

Soy uno más de los indignados. Que es la forma cortesana de exclamar y exclamar que estoy hasta los huevos. Imagino que como muchos de los que leerán estas cuatrocientas palabras después de haberse topado, hoy mismo, con alguna noticia que les estruje el alma. Estoy cansado de un sistema político y económico que, de una forma desvergonzada y mísera, quiere adoptar la apariencia natural de un campo de trigo o de una mantis religiosa. Una voz en off parece canturrearnos: lo siento mucho, la vida es así y no la he inventado yo. Cantinela que entra a ras de piel y a contrapelo. Estoy harto de que el lloriqueo y el chantaje de los banqueros tengan más efectividad que el desahucio de los desprotegidos. Los bonus, los sueldos vitalicios, los viajes en primera, la limosna del fariseo, la factura del almuerzo con el CIF, por favor, la tarifa plana de la blackberry y la nómina de los asesores me traen tales desajustes hormonales que veremos a ver por dónde escapo. Detesto que el gobierno no haya tenido la valentía de ponerle los cascabeles al gato y, en consecuencia, que quienes menos teníamos hayamos pagado los despropósitos de la opulencia. Detesto que la oposición haya gestionado la crisis con un claro fin electoralista sin que se le conozca cuál es su receta milagrosa –aunque ya me hago una idea-. Y detesto, cómo no, que esta ley electoral les refresque el hocico a los partidos mayoritarios cuando más aprieta el calor. Me avergüenzo de gran parte de la clase política. No me puedo sentir representado por candidatos que han pisado la cárcel o están imputados y son jaleados, además, por sus respectivos líderes; no por quienes robustecen la voluntad de perpetuarse en el cargo; no por quienes han sido rechazados una y otra vez en las urnas y se resisten a dejar paso a otras ideas y otros nombres; no por quienes han traicionado sus principios en pos de un patrimonio escandaloso y de difícil justificación ética. Si el sistema no tiene problemas en acogerlos, el sistema es una chapuza de consecuencias dolorosas, y no quiero tener más opción que oponerme a él. Hace apenas año y medio se hablaba de la refundación de capitalismo y, como era de esperar, han acabado por fundirnos el alma al compás altruista del FMI, del BCE y de las todopoderosas élites económicas que, excéntricas ellas, son felices en su particular Club Bilderberg. Soy uno más de los indignados y quiero que lo sepan.

HIPSTAMATIC - Indignado (outraged)

I am one of those “indignados”. This is nothing more than a courteous way of exclaiming and exclaiming that I am fucked off. I guess like many of those who read these four hundred words today, after feeling their souls crushed by some piece of news that they have been faced with. I am tired of an economic and political system which bewilders us with the natural appearance of a wheat field or a praying mantis, in a shameless and despicable manner. A voice-over seems to be humming to us that song that goes: I am truly sorry, that is the way life is and I did not make it up. That ditty penetrates your skin like a close shave against the grain. I am sick and tired of seeing how the weeping and blackmailing by bankers becomes more effective than the eviction of the unprotected. The bonuses, the salaries for life, first class journeys, the alms of the Pharisee, the lunch bill on the company expense account, please, the Blackberry flat rate and the advisors’ payroll is bringing me such hormonal disorder that I don’t even know how I am going to get away with this. I detest the fact that the government has not been brave enough to bell the cat, and consequently, the nonsense of opulence has had to be paid by those who have the least. I detest the fact that the opposition has been handling the crisis keeping their eye on the polls and not revealing their magic formula – though I get the idea-. And I of course detest that this electoral law refreshes the snout of major parties when the heat becomes unbearable. I am ashamed of most of the politicians. I cannot feel represented by candidates who had a foot in jail, or by those who have been accused and are cheered by their leaders; nor by those who strengthen their will to perpetuate themselves into their position; nor by those who have been rejected once and again in the polls and refuse to set aside in favour of new ideas and new names; nor by those who have betrayed their principles for an outrageous patrimony, of difficult ethical justification. If the system shows no objections to hosting them, the system is nothing but a botched job of painful consequences, and I want no other option but that of going against it. No more than a year and a half ago, people were speaking of refounding capitalism and, as it was expected, they have ended up founding our souls to the altruistic beat of the IMF, the ECB and the almighty economic elites that, eccentric as they are, feel blissful in their particular Bilderberg Club. I am one of those “indignados” and I just wanted you to know.

[Traducción de Loreto Barranco]

miércoles, abril 27, 2011

Hipstamatic - La inteligencia

Imagino que lo habréis leído ya. El servicio de inteligencia norteamericano desarrolló una sofisticada técnica para detectar miembros de Al Qaeda. Una especie de sónar antiterrorista cuya extremada simplicidad no estaba reñida con su contrastada eficacia. La cosa es más o menos así: que eres musulmán y llevas un reloj Casio de los baratujos, tú a mí no me engañas, tunante, que lo que quieres es poner bombas. Y, a decir verdad, el procedimiento de diagnóstico debía de ser infalible, porque más de medio centenar de los secuestrados en Guantánamo lucía un Casio F91W o A159W en el momento de su detención.

El protocolo de actuación estaba claro. Se aproximaban al sospechoso. Lentamente. En plan persona lista. Perdone, ¿me dice la hora? Y zas, el costurero le tomaba las medidas para el pijama naranja. Bueno, bonito y barato. El reloj –catorce euros- y el método. Las dos cosas. Una especie de equilibrio poético entre justicieros y malhechores que ha quedado inmortalizado por la viva, tensa y apretadita prosa de los documentos secretos norteamericanos.

La noticia parece preguntarte que cómo se te queda el cuerpo. Y yo, que soy de emoción desbocada, no he podido reprimir el escalofrío. Creo que mi sistema nervioso aún no sabe descodificar con cierta soltura información de esta naturaleza. Porque, en el momento de reaccionar, duda entre una risotada convulsiva y una especie de llanto tan triste para los ojos como áspero para la garganta. O lo que es parecido: mi desconcierto oscila entre la frivolidad defensiva y la pena contante y sonante. Lo del reloj no deja de ser una desnortada excentricidad que demuestra que la estupidez y la soberbia son las peores de las tumoraciones, y entre sus consecuencias estará, sin duda alguna, la vergüenza. Lo estamos comprobando: vejaciones a los presos en nombre de la seguridad nacional y del miedo, desamparo legal casi absoluto –sólo siete de los presos han sido juzgados y condenados después de casi diez años-, además de reclusión de enfermos mentales, ancianos con demencia senil y más de un centenar de personas inocentes o que no suponían ningún riesgo para EE.UU. y sus aliados.

La publicación de estos documentos hace carne el más horrible de nuestros miedos. El desvarío es infinito. La inteligencia es de trazo grueso. La chapuza ya es un arte noble. La petulancia nos va a salir por la culata. Nuestra indiferencia puede llegar a ser blanda y gorda. Y, lo queramos o no, estas miserias morales huelen a mierda.

miércoles, abril 13, 2011

Hipstamatic - El candidato

Se te ve agotado. Cansadísimo. Y tú me lo vas a negar. Las personas agotadas, en un primer momento, no aceptan su desaliento. Eso es de primero de psicología. Pero alguien tendrá que decirte que esa lentitud en el parpadeo te delata. También la falta de armonía que habitualmente hay entre tu indumentaria y ese perfume herbáceo, húmedo, casi de reptil. Es como si entre una cosa y otra hubiera una grieta abisal, un cuarto de las ratas. Además, cuando hablas, escupes. Y no es agradable, créeme. Desde hace un tiempo, tienes facilidad para que las palabras huelan mal. Bueno, no es exactamente eso. Es como si al pronunciarlas las sometieras a una trepanación. Las dejas inservibles, exhaustas, quietas como cadáveres. Y si no es así, explícame qué querías decir la ultima vez que  gritaste confianza, igualdad, compromiso, respeto y austeridad.  Determinadas palabras, blandidas desde según qué lugares y por según qué personas, suenan a carcajada espasmódica. Y ése, quizá, sea tu caso. Además de una pena, claro. Por favor, mírate los colmillos. Esculpidos, salvajes, heridos por el sueño y la nicotina. Dicen que están huecos porque tienen que estarlo: así inoculan puro vacío. Lo más difícil es determinar en qué momento, cuál fue el gesto o qué decisión tomaste para desencadenar ese cansancio que ahora erosiona tu escaso brío. Y todo parece indicar que llegó con la lentitud propia de los fenómenos naturales. Igual que se resuelve de cabeza un problema matemático. Del mismo modo que uno escribe su nombre y lo pronuncia incontables veces a lo largo de una vida. Y eso, aunque te parezca mentira, también me trae agotamiento a mí. Ya no es una cuestión de que no crea ni en tus respuestas y ni en tus soluciones. Es algo previo: no creo ni en tus preguntas ni en tus problemas. Se te ve agotado y tristísimo en mitad de la arena. Te he observado en la foto –casi siempre es la misma-, y te entregas, sonriente, al abrazo de unas ojeras como las tuyas, de unos hombros idénticos a los tuyos, de un aliento que podría confundirse con el tuyo. Juegan en mi mismo equipo, te dices. Los abrazas una vez más. Y vuelves a sonreír. Foto. No me vengas con que las encuestas están de tu parte. Has perdido tantas veces aquí que ganar puede ser la peor de tus derrotas. Hazme caso: date un respiro. Ya te has hecho con el descrédito del eterno candidato. Es suficiente.

miércoles, abril 06, 2011

Hipstamatic - Pandemia

Pienso que las catástrofes nos traen palabras en un cesto de mimbre. Tras el manotazo de cualquier desgracia importante, las palabras comienzan a burbujear hasta alcanzar la superficie. Vuelven a la vida, buscan ser pronunciadas y escritas, desarrollan masa muscular, se desplazan con celeridad y propician la pandemia. Su comportamiento no anda muy alejado del que despliega una voraz plaga de langostas. Cuando vienes a darte cuenta, ya es tarde, ya están sus ojos dentro de tus ojos.
     Lo que digo es que, antes de que dos aviones hicieran añicos las Torres Gemelas, a mí el nombre de Osama Bin Laden, de haberlo escuchado, me habría sugerido un cóctel en el piano bar de un crucero. Y eso que ya era el hombre más buscado por los servicios de inteligencia norteamericanos. Lo que digo es que, después de que el Prestige dejará escapar unos pequeños hilitos de petróleo (Rajoy dixit), a mí la palabra chapapote (del náhuatl), durante unos días, me pareció una broma de Gomaespuma. Lo que digo es que yo reconozco que no tenía ni puta idea de lo que era un tsunami antes de que un vómito de mar arrasara Indonesia en el año 2004. Y ahora no hay terremoto que no nos haga alzar la mirada al horizonte. Lo que digo es que me pregunto. Y lo que me pregunto es cuál será la palabra que nos deje el chirriar de dientes de Japón. Y ahí vuelvo a decir que, según el sondeo que me he realizado a mí mismo, quizá ande en un punto intermedio entre Fukushima y la fusión del núcleo. Más o menos, que no es algo científico.
     Pienso, además, que las alegrías también traen palabras en un cesto de mimbre. Que el júbilo es un gran dispensador de palabras renovadas. Pero, tal vez, no les damos la misma relevancia que a las que nos endosa el catastrofismo. Si te fijas bien, están ahí. Son más de chisporrotear que de magullar. Les va bien tanto el satén como la lentejuela. Prefieren la minúscula y los puntos suspensivos. Y, atento, escucha lo que dicen: su pronunciación reduce el riesgo de caries. Yo tiro de memoria y me vienen algunas. Iphone, vuvuzela, hipstamatic, clembuterol, massagué, iniestazo y me-gusta. Tú tendrás algunas más en la punta de la lengua. Dímelas. No me seas de los que aseguran que España está al borde del abismo. Qué flato, oye.

miércoles, marzo 30, 2011

Hipstamatic - Despertar

Ella desconocía el verdadero alcance de aquel despertar. Era muy temprano, había dejado de llover, apenas hacía frío y en la cama se estaba bien. Si hubiera aguantado la respiración, habría escuchado las voces que se pierden por las cañerías y el dinero que sus vecinos han decidido ahorrar poniendo lavadoras sobrecargadas. Si hubiera cerrado los ojos, no habría tardado en volverse a dormir. Pero aquella mañana, abandonó la cama y su cuerpo no presagiaba dolor, euforia o tristeza. Nada. No intuía que la casualidad pudiera haber crujido o resbalado no muy lejos de donde ella caminaba descalza. Miró el reloj y no tuvo la sensación de que perdiera el tiempo. Estuvo frente al espejo y no reparó en el difícil desorden de su pelo. Encendió la luz de la cocina y  ni siquiera se extrañó de que esa mañana obedeciera sin parpadear. Otras veces, es verdad, había despertado con la mandíbula demasiado apretada y la certeza de que todo iría tan mal que lo mejor sería empezar cuanto antes. Pero en esta ocasión simplemente era temprano, había dejado de llover, apenas hacía frío y en la cama se estaba bien. No había más. No parecía existir un mensaje cifrado en los primeros bostezos del día. Quizá, ahora, visto desde aquí, uno puede pensar que un desayuno, en una mañana así, tiene que saber forzosamente distinto. O que la ropa, más que abrigar, tiende a desmoronarse sobre el cuerpo. O que, cuando llega la primera sacudida, es la voz la que hace temblar el suelo y no a la inversa. Pero lo cierto es que aquel despertar no fue muy generoso en revelaciones y las cosas sucedieron de la misma manera que deciden trabajar un hígado o un párpado. Casi de forma intuitiva. De modo que está de más cualquier consideración que se pueda escribir a posteriori. Así queda: hizo esto y sintió esto otro. Despertó temprano, subió las persianas de la terraza, desayunó lo de siempre, metió algo de ropa en el armario, se duchó con cierta dedicación e imaginó con claridad la vestimenta de ese día. Eso fue todo. No descifró en la mañana, a pesar de que ella sabe que estas cosas ocurren, la avalancha de nieve, el colapso de una arteria o el agotamiento del nadador. Estaba muy quieta cuando sonó el teléfono.

viernes, marzo 25, 2011

Vaya tela


He perdido la cuenta de las veces que he visto en acción a Céspedes y Calavera. Me gusta ese humor almeriense, socarrón, hondo, de rotonda y biblioteca, que se abre paso a cuchillazos, irreverente, de vocales abiertas, pornográfico y santurrón, maximalista, etílico, revisionista, intelectualoide, con notas a pie de página y bibliografía, curativo, psicofónico, mediterráneo, de qué me comentas, eugenista, pro parques verdes y bicicletitas, publicitario, fan de niñas de La Salle versus Compañía María, poético hasta la sobredosis de primperán, alicaído, taciturno, cabizbajo, costumbrista, desternillante, locuelo, sandunguero, autodestructivo, negro, rojo, rosa, municipal y transoceánico. De modo que compartir un estudio de radio con ellos fue, sencillamente, la repolla. Muchísimas gracias por contar conmigo. Mucha suerte.

jueves, marzo 24, 2011

Antonio, I love you

Ayer, el escritor Antonio Orejudo charló con los lectores de El País con motivo de su novela Un momento de descanso . Dijo eso que capta la imagen de arriba. Y a mí como que me desordenó las válvulas cardíacas. Hoy estoy contento. Arrítmico, pero contento. Muchísimas gracias, Antonio.

martes, marzo 22, 2011

Con Céspedes y Calavera


Este jueves, entre las 19:00 y las 19:30, participaré en el programa de radio que los humoristas y librepensadores Paco Calavera y Pepe Céspedes comandan en Onda Cero. Me invitan a cenar con Gorosito, el entrenador que soñó con la permanencia del Almeria, y no me hace tanta ilusión. Verdaderamente, cómo viene la primavera, beibi.

lunes, marzo 21, 2011

La casa del nadador

                                             Imagen: Manu Muñoz

Abro. Con la primavera. Una vez más, desciendo al cuarto de máquinas y pongo en marcha los motores. Para que el líquido fluya, circule, renazca. Como siempre: filtros nuevos, aspiración, cloro, antialgas y aguaquenoesdebeber. Y añado: la reapertura  coincide con la inminente publicación de mi último libro, La casa del nadador. El IEA llevará a imprenta esta colección de artículos revisados y sometidos a orden y desconcierto, que espera estar en la calle cuando las flores de vinagrera colmen las cunetas. Esas que hay camino del trabajo. Camino de los espejos. Las flores del sueño, dicen. Aquí será donde, nuevamente, se deposite todo. Como la sal. Como la sal cuando se va el agua.