lunes, enero 30, 2012

Un oscuro asunto de cine y apuestas



Mi padre tiene un punto Clint Eastwood. Es efectivo con la mirada, sin embargo con el movimiento de brazos no alcanza la excelencia. Es verdad. Imagino que le iría bien un poncho como el que le calzaron en El bueno, el feo y el malo. Su expresión ganaría fuerza. Pero me temo que no se va a dejar, que es muy suyo. Ayer le dije que iba a ver la última de Clint. ¿Clint?, me preguntó. Tú eres tonto, añadió. Luego estuvimos hablando de las novelas del oeste que leía hace veinte años. Las llamó western y yo no me reí por si me soltaba un guata a la velocidad de la luz. Recuerdo que las guardaba bajo la almohada para que yo pudiera curiosearlas cuando él no estaba en casa. O eso imagino. Prácticamente todas las portadas eran amarillas solar y mi madre se las intercambiaba por otras que, en muchas ocasiones, ya había leído. Hoy me pasaré por casa para decirle que no me ha gustado la película. J. Edgar. Los personajes parecen a punto de derramarse de tanto maquillaje postnuclear, la historia quiere apretar pero sólo abarca y ese John Edgar Hoover está muy desaprovechado. Sé que él me dirá que es hora de que se atreva con un western de los humildes. Que piense lo que quiera. Lo bueno es que le pedí un pronóstico para el Málaga-Sevilla y acertó. Y como le tengo confianza, aposté veinte euros. Así que me he ganado unos cuarenta euros, sin contar la inversión.  

jueves, enero 26, 2012

Desórdenes (2)

A ver cómo te lo digo. Todo empezó con un par de filetes de atún a la plancha. Riquísimo, oye. Algo menudo y pasado de espinas, la verdad, pero fresco como un madrugón. Me lo recomendó la propietaria del bar donde suelo desayunar. Oye, Juanma, que tal y cual. No pude resistirme. Se me hicieron las cinco de la tarde relamiéndome como un gato. Que si natilla con galleta, que si café solo y que si digestivo de raíces en peligro de extinción. Tibio, tibio. Con decirte que me envalentoné tanto que, en lugar de asistir a la siesta que tenía concertada, me puse una película. Y ahí vino lo gordo. Old boy. Coreana. De Park Chan-wook. Creo que basada en una historia manga. En versión original (VO), subtitulada, tela de cultureta. 7,9 en Filmaffinity. Yo qué me iba a imaginar que esa película es de Esas películas. A los tres cuartos de hora ya se me movían todos los dientes. Brutal. Qué manera de dispararme la mente a la hora de la siesta. No puede ser sano. Esta película no es de contar ni de decir si es del oeste o de crítica de la sociedad contemporánea. Esta película es para ver después de clavarse un par de filetes de atún fresco.

miércoles, enero 25, 2012

Hipstamatic - Tiempo



Lo ha metido en el trastero. Estaba hasta arriba de cachivaches y mierda, así que, para que tuviera cabida, ha tenido que sacar un par de bicicletas y una tabla acolchada de gimnasia. Lo ha dejado en el trastero porque la casa no es un buen lugar, no pillaba lejos y lo importante era ganar algo de tiempo. Tiempo para pensar. Haz ganar tiempo a la gente y no tardarás en ser multimillonario. Eso piensa él. Pero claro, no sabe cuál es la fórmula para conseguir ese tiempo. Y menos ahora. Así que tampoco puede aplicársela. Por lo pronto, lo ha escondido ahí y está pensando. Primero en cuál es el siguiente paso que tiene que dar. Luego en todo lo demás. Y ese todo lo demás se supone que tiene que concentrar cómo cojones acaba uno metido en una situación así. Porque era una mañana de sábado bastante buena. El café humeaba sobre  la mesa y la mantequilla se untaba con mucha facilidad. Apenas era necesario pasar el cuchillo por el endeble pan de molde. Cuando él salió a la terraza y le preguntó al tipo del cortacésped si podía dejar eso para más tarde, nunca imaginó que un rato después estaría en la puerta del trastero, intentando ganar algo de tiempo. Incluso, de haberlo imaginado, le habría resultado incoherente. Hasta a mí, que soy una especie de narrador omnisciente, me habría parecido un episodio sin pies ni cabeza. Pero, a veces, las cosas no ocurren. Las cosas trituran. Así que el primer sorbo de café le resultó delicioso. Cuando ese trago abandonó la lengua y atravesó la garganta, fue capaz de saborear su color negrísimo. En el jardín, mientras tanto, el tipo del cortacésped continuaba gritándole. Lo llamaba hijo de puta y señoritingo de los cojones, pero el ruido del motor no dejaba que esas palabras llegaran muy lejos.  Hacía una mañana de sábado tan buena, que volvió a hacerse una tostada y pensó en la única camisa blanca que tenía limpia y planchada. Fue al frigorífico y buscó la mermelada de pomelo. La olió detenidamente antes de empezar a untarla. Entonces, se agotó todo su tiempo. El pasado y el futuro. Ese tiempo que transcurrió en sonar el timbre, abrir la puerta, sentir un guantazo y hundir instintivamente el cuchillo de untar en el oído del tipo del cortacésped. Porque ese tiempo se hizo infinito hasta quedarse en nada.   

martes, enero 24, 2012

Sundown



Escribí esto hace algunos años:

Hay cafeterías, teatros, jardines y playas que acaban siendo el meridiano cero de su ciudad. Es decir, cualquier punto que vayas a fijar en un callejero cobra sentido cuando trazas la línea más corta que lleva a ese espacio-Greenwich. A partir de ese momento es más sencilla la orientación y el paso más liviano. Conozco algunas cafeterías o pubs que han llegado a trazar esa línea en algunas ciudades. Son el caso de ‘La Carbonería’ en Sevilla, ‘La Comuna’ en Córdoba o ‘El Piso’ en Málaga. Lugares que uno no tarda en darle categoría de muesca en el horizonte, como lo fue el lunar sobre el labio de Marilyn. En Almería parece estar claro que el gran espacio-Greenwich es el Parque Natural de Cabo de Gata. Todo las posibles líneas de huida son irradiadas por ese impresionante animal de piel dura y ojos brillantes. Pero quizá necesitábamos un punto que se extendiera sobre sí mismo en cuanto llegara la puesta de sol, que nos engatusara y metabolizara la sal de nuestro cuerpo, que nos diera de beber cuando nos queda casi todo por decir. Ese lugar ya es una realidad. Se llama Sundown Coffee Hall y se broncea en el Paseo Marítimo de Cabo de Gata (www.sundowncabodegata.com). Tiene el mismo peso atómico que el oxígeno y el hidrógeno, y su fotosíntesis no dista demasiado de la de cualquier planta rica en clorofila: cócteles, carta de vinos y cervezas, tapas de cuidada elaboración y un atractivo diseño del espacio y su mobiliario. Un lugar que no tiene pérdida para los que buscan el extravío, las últimas horas del día y la línea más corta que lleve al meridiano cero. Aconsejo que, si deciden ir, lo hagan a la hora de la puesta de sol. Es probable que también le den la categoría de muesca en el horizonte. Si sucede así, me gustará saberlo. Déjenlo escrito en La casa del nadador.

SUNDOWN - NUEVA APERTURA - 27 DE ENERO - CABO DE GATA

domingo, enero 22, 2012

Desórdenes



Concentrar toda la noche en el whatsapp de la mañana. Acariciarle la nuca a la cafetera express de cápsulas inteligentes. Planchar de mala manera la camisa de cuadros azules. Abusar del suavizante en la primera lavadora del día. Saludar desde la terraza a un tipo que conduce un enorme cortacésped. Triturar todo lo que tiene que triturar. Pasar de kilómetros a días, horas y minutos. Recibir la buena noticia de que todo sigue igual aquí y allí. Recordar que ha soñado que tenía bigote y ranchera. Meterse una sobredosis de Houellebecq. Despertar en el suelo de la cocina. Gastarse dos euros en lavar el coche. Apostar a que siempre llevó razón. Asumir la importancia de la vida inalámbrica. Repetir aquí y allí.. Golpear con un palo de golf al tipo del cortacésped. Dejarlo inconsciente. Esconderlo en el trastero. Preparar un zumo con naranjas recién compradas.

viernes, enero 20, 2012

Excelencia Almería



Mi comida favorita es esa tajada de carne que mi madre saca de la paila y me da a escondidas minutos antes de que el arroz con conejo esté en su punto. Trapicheo gastronómico. No he encontrado nada más sabroso y alucinógeno en mi vida de futuro hipertenso. Así que sí, podéis llamarme romántico, poeta y místico. Lo encajo todo. Porque hoy se presenta en FITUR la nueva edición de Excelencia Almería. Esa guía de restaurantes y hoteles que es más que una guía de restaurantes y hoteles. Es una alacena y un mapa del tesoro. Un canasto de regaliz cuando tienes antojo de regaliz. Una cama con sábanas de algodón a estrenar un viernes por la noche. Y, sobre todo, un libro que no tiene wifi porque no le apetece. Así de claro. Si tú eres una persona de datos porque te gusta parecer interesante y siempre que sueltas un nombre lo acompañas con el primer apellido, eres de los míos. Así que te diré que la portada es del fotógrafo José María Mellado, el diseño de Charo González y Manu Muñoz, la dirección de Kiko González y Miguel Ángel Muriana y el prólogo de un servidor. Un servidor con barba que siempre quiso dedicarse a poner y quitar estrellas michelín en restaurantes donde uno pasa tensión catando el vino junto al sumiller (sommelier). Estará a la venta a partir del lunes. Si queréis más información, hacedme un llamacuelga.

jueves, enero 19, 2012

Philip Roth y el Real Madrid-Barcelona



Me vais a perdonar la pedantería. O no. Pero a mí los Real Madrid–Barcelona me recuerdan a las novelas de Philip Roth. Son buenísimas y tal. Lo que pasa es que algunas se parecen tanto entre sí que ya se me han enredado en la memoria. Y que conste que no me quejo. Que Philip Roth es un crack y si tiene que repetir, pues repite lo bueno: un viejo que se folla a tías más jóvenes que él y, además, tiene tiempo de tratar la política norteamericana, la hipocresía tontaina, la próstata castigada, la sociedad circundante, la cultura académica y la comprensión de uno mismo. Y así en un puñado de buenas novelas en formato bolsillo y tapa dura. De modo que, en un par de semanas, me volverá a pasar. No sabré cuál fue ese clásico en el que a Pepe se le fue la perola, Mourinho la cagó, Guardiola lució su buenismo, al Madrid no se le levantó, el Barcelona salió desnortado al césped y yo bostecé de tanto como me sonaba la función. Todo enredado en la memoria. Mi madre, pongan la película que pongan en la tele, siempre me dice: quita esa que ya la he visto. Ayer lo dijo cuando vio que el Barcelona marcaba el segundo. Cambié de canal, claro.

miércoles, enero 18, 2012

Hipstamatic - El juego

Lo despertó en mitad de la noche y le preguntó la hora exacta. Era un juego estúpido que siempre consistía en lo mismo. Ella lo despertaba y le pedía que adivinara algo. Entonces, él decía una cifra, un color, una idea o una fecha, y minutos después ya estaban durmiendo de nuevo. Le aproximó su boca a la nuca y preguntó en voz baja si era capaz de decir la hora exacta. No te gires, no mires el despertador, no te lo pienses mucho. Él no tenía ni idea de por qué hacía eso. Al principio, cuando empezaron a dormir juntos con cierta regularidad, curioseó un par de veces y sacó el tema, pero ella se hacía la despistada o, sencillamente, le restaba importancia con alguna burla. Esa noche, como tantas otras noches, al sentir que una pregunta volvía a cosquillearle en la nuca, permaneció con los ojos cerrados y buscó una respuesta al azar. Se había acostumbrado a no acertar nunca, así que dejaba escapar la respuesta como una burbuja, sin apenas mover los labios, para que ella, en cuanto la escuchara, se abrazara a él hasta caer en el sueño. Llegó a preguntar por la edad a la que le vino la menstruación, la nota de selectividad, los puntos de su única cicatriz, el sabor que le había venido a la boca, el dinero que había dejado sobre la mesa o la palabra en la que estaba pensando en ese momento, por poner algunos ejemplos. No te gires, no mires el despertador, no te lo pienses mucho. Y él contestó que eran las cinco y dos de la madrugada. Jamás habría sospechado que su respuesta iría seguida de una nueva pregunta. ¿Estás seguro? Porque  los juegos estúpidos flotan en la misma charca que los mínimos desastres; esos que crujen sin escándalos ni grandes hemorragias.  Sí, digo que son las cinco y dos. Entonces ya no hay vuelta atrás. Porque las reglas de los juegos están para que sean asumidas y cumplidas. Por muy gilipollas y poético que sea el invento. Y si coincide la respuesta con la hora que el despertador escupe sobre la mesilla, coincide. Y si se determinó que esa coincidencia, en su ridícula simbología de juego poético, iba a significar que él ya no la quiere, pues no la quiere. Así que ella le hizo la última pregunta. ¿Es que ya no me quieres? Y él le contestó.