miércoles, febrero 27, 2013

Hipstamatic - Invocación


Según cálculos del Observatorio Astronómico Nacional, dependiente del Ministerio de Fomento, la primavera comenzará el miércoles, veinte de marzo, a las doce y dos del mediodía, una hora menos en Canarias. Quiero dejar claro desde ya que me opongo frontalmente a esa realidad. Este año la primavera tiene que entrar antes. Sí o sí. ¿Me escucha alguien? Acepto sin reservas los tres eclipses que se producirán –dos de luna y uno de sol-, el cambio de hora del treinta y uno de marzo, la buena visibilidad de Saturno, Júpiter y Venus, y la previsión de una alta actividad magnética solar. No me voy a poner tiquismiquis en ese tipo de cuestiones. Pero exijo que se adelante todo lo posible la entrada de la primavera. Amigos, a estas alturas de la película, esta demanda es a todas luces innegociable. Repito, innegociable. Todos los esfuerzos que invirtamos son de vital importancia. Y si arrimamos las caderas, lo conseguiremos. Creedme. Lo que a continuación sigue es una breve guía práctica para que la primavera estalle mañana mismo.

En primer lugar, poned en un punto visible del armario las camisetas de manga corta. Desordenadlas por colores. Es importante que, en el hipotético caso de que llegue el fin del mundo en forma de zapato de fuego, nos pille en las terrazas de los bares. No nos salvará, pero nos lo tomaremos de otra manera. Leed algo de poesía en el autobús. Cada seis horas, diez o doce versos. Los que saben de esto dicen que la poesía siempre reverdece la lengua y los labios. Abandonad el asfalto con cierta frecuencia y seguid la orillita del camino, que no pasa nada por perderse de vez en cuando. Ahí están los vientos, los faros y las mareas por si nos da por preguntarnos hasta dónde hemos llegado esta vez. Las canciones, ya se sabe, las de siempre. Que mira tú por dónde nunca son las mismas. Los secretos, las luchas internas y los temores, como la ropa tendida: al aire libre. Es importante que, para que la primavera no nos rehúya, nadie se cuelgue el móvil en el cinturón ni acepte la riñonera como recurso estético. Cualquier énfasis que le dé a este último punto es poco. Por favor, no riñoneras y no móvil en el cinturón. No la caguemos. Vaciad el cajón de las medicinas y empezad cuanto antes con la hierba luisa, el tomillo y la albahaca, que huelen y suenan mejor que el ácido clavulánico. No os andéis con remilgos: saltad las tapias para robar limones a manos llenas. Y lo más decisivo de todo: no volváis a casa antes de las doce. Total, ¿qué podemos perder por intentarlo?

miércoles, febrero 20, 2013

Hipstamatic - La mujer invisible


Ponte en situación. El camarero le pregunta por la bebida. Buenas tardes, ¿qué desea beber la señora? La mira con atención manoseando un pequeño cuaderno y un bolígrafo mordisqueado. Ella sonríe y él simplemente estira los labios. Se mantienen así durante más de diez segundos. Que vienen a ser unos quince latidos de ambos corazones. Ella no contesta, así que el camarero vuelve a formularle una nueva pregunta: ¿Desea que vuelva en un rato? Pero nada. Más sonrisa y más silencio. El chico que toma café en la mesa de al lado, deja de mirar su móvil y se concentra en aquello que no dice ella. En la Nada que parece taponar la hemorragia de un Todo. Señora, ¿desea beber algo? Y su gesto es como un latigazo. Coge un recipiente metálico que hay sobre su mesa y lo lanza más allá de la barra. No alcanza a nadie, pero un buen puñado de tazas acaba en el suelo y algunos clientes no son capaces de reprimir los gritos. El camarero, que de repente siente frío en la espalda y en la cabeza, se queda mirando a su compañero y le hace un gesto con los hombros que no viene a significar nada. Entonces ya sí empieza el ruido. Las quejas, los insultos y las amenazas con llamar a la policía. Pero ella ya está en algún punto lejano de sí misma. Y siente que se ha desencadenado una especie de musical a su alrededor. Las lámparas tartamudean y todos, camareros y clientes, giran hasta marearse y perder el equilibrio, borrachos de tristeza. Es así como lo ve ella, que se ha puesto unas gafas de sol enormes y sonríe con más entusiasmo que antes. Porque está cansada de que nadie la vea. De sospechar que tiene la misma naturaleza que un fantasma o una sombra. Así que mientras todos bailan y cantan a su alrededor, piensa que en esa cafetería, a la que viene todas las tardes desde hace seis meses a beberse dos copas de vino tinto, ya no volverán a olvidarse de ella. Y que quizá también debería de hacer lo mismo en la gasolinera donde reposta cada lunes y le preguntan si diesel o súper. Y en el taller donde pasa la revisión del coche, en el gimnasio que hay dos calles más abajo de su casa y que frecuenta los martes y los jueves, y en la tienda de comida para llevar de los fines de semana. Lo ve claro, y todos bailan y cantan a su alrededor. Quince latidos cada diez segundos. Seis o siete corazones. Es suficiente para comprobar que ya es capaz de hacerse visible. Así que se alegra de que la música suene fuerte en su cabeza.



miércoles, febrero 06, 2013

Hipstamatic - El ruido (I)



Este personaje conduce su citröen a ciento veinte kilómetros por hora. Lo hace por una autovía, dirección al sur, y son las dos y media de la madrugada. El coche emite un ruido. Lleva haciéndolo un buen rato. De hecho, ya lo hacía a la ida. Da la sensación de que dos piezas metálicas rozan cuando las ruedas cambian de dirección con suavidad. Le baja el volumen a la radio, levanta el pie del acelerador y, sin apartar la vista de la carretera, aproxima la cabeza al volante. Y ahí está. Va y viene. O se intensifica y afloja. No lo sabe. Pero el ruido está ahí, constante, hiriente. Maldice cien millones de veces las tripas de ese cacharro y vuelve a subir el volumen de la radio. Está hablando una mujer sobre un gran terremoto, y lo hace tan insoportablemente despacio que adormece. Así que termina por apagarla y fijar la mirada en los destellos que escupen los quitamiedos. Como teme reconcentrarse en su cansancio, empieza a enumerar las hipotéticas razones del graznido que emite el coche. Y lo hace en voz alta: los discos de freno, la dirección asistida, los rodamientos, el amortiguador izquierdo. Hasta que sus reflejos le tensan los músculos de brazos, cuello y cara, y da un volantazo hacia la izquierda e intenta corregirlo con otro hacia la derecha. Sin saber qué ha pasado exactamente, se encuentra detenido muy cerca del arcén y el interior del coche huele a plástico derretido, a campo de batalla. En apenas dos segundos, apaga el motor, se quita el cinturón y sale afuera. Los faros siguen encendidos. Tiene la sensación de que un animal salvaje se le ha cruzado. De hecho, si cierra los ojos, puede reconstruir en su imaginación lo que parece un enorme espinazo de pelo recio. Podría decirse que de un jabalí muy oscuro. Tan oscuro como la mismísima nada. ¿Estás bien? Al principio cree que es él mismo quién se hace la pregunta, como si fuera una especie de mecanismo interno contra el miedo o la noche. Pero la segunda vez que la escucha sabe que no es así. La pregunta viene del exterior, se le cuela entre las costillas y se aloja en su pecho. Amigo, ¿estás bien? Es un hombre de unos cincuenta años y viste, a pesar de las bajas temperaturas, unos vaqueros, una camiseta blanca de manga corta y unas zapatillas deportivas. Su voz parece rebotar en el frío y las luces del citröen lo envuelven como si quisieran engullirlo. Te has debido de dar un buen susto. Era una auténtica bestia. ¿Estás bien?

viernes, febrero 01, 2013

Dietario


Para mis familiares que viven en el extranjero:

1.- El martes presenté Mi padre y yo. Un western en Granada. Muchas gracias a todos los que me acompañasteis física y jurídicamente. No olvidaré ese momento en que Stephen King se nos cruzó en la autovía. En breve daré más información sobre próximas presentaciones.

2.- Diario Kafka ha dedicado la semana a "Padres e hijos", así que he tenido la posibilidad de presentar Mi padre y yo. Un western a sus lectores. Podéis leerlo AQUÍ.

3.- El programa Es la vida de Canal Sur Radio me hizo una entrevista bastante simpática. También es posible escucharla. En este AQUÍ.

4.- Sumamos dos reseñas más. Una de Javier Rodríguez en su blog de librero y otra de Alfonso López en el periódico asturiano La Nueva España.

5.- Mientras tanto, seguimos tecleando para Diario Kafka. Este es el perfil donde se van almacenando mis textos.