viernes, julio 20, 2007

El sabotaje del verano

Lectores veraniegos

Recuerdo que el año pasado, más o menos por estas fechas, cayó en mis manos un libro que me refrescó las tardes de julio y al que reserve un importante hueco en ‘La casa del nadador’. Se trataba de ‘Viaje infame a Cancún’ de Alberto Viertel, una novela que me plantó dos guantazos y acabo atrapándome en el personalísimo mundo de Uan Casanova, personaje trasunto del propio autor. Así que en cuanto he empezado con las lecturas que había pospuesto para este tiempo de mayor tranquilidad ―al menos para mí―, no he dejado de pensar en la posibilidad de dar con un libro de efecto balsámico parecido.
Desgraciadamente no ha sido así. Al menos hasta ahora. Uno se sienta en la puerta de casa cuando el aire alivia un poco y espera con paciencia un cambio, alguna indicación, una leve señal que le lleve a ese estado de desvelo, cuando la búsqueda ha sido larga y fatigosa. O lo que es lo mismo: si uno lee es porque espera hallar algo. Si eso no sucede a pesar del esfuerzo lector, se acaba por recoger los bártulos y buscar en algún otro lugar que no ande muy lejos.
Quizá, en lo que llevemos de verano, ningún libro me haya traído lo que ‘Viaje infame a Cancún’, pero eso no significa que no estén llegando otras cosas. De hecho, algunos de esos libros superan en calidad la obra de Viertel sin ningún atisbo de duda. Ahora mismo me vienen a la cabeza el concepto de thriller en la ‘Ciudad de cristal’ de Paul Auster, el desbordante caudal imaginativo de Rafael Reig en ‘Manual de literatura para caníbales’ o el aire documental de la obra de Agustín Fernández Mallo ‘Nocilla Dream’, que son algunas de las obras que han pasado recientemente por mi mesita de noche.

Teoría Gaia

Pero hoy quiero detenerme en la obra que me ha saboteado el verano y, probablemente, diez o quince veranos más. Se trata de ‘La venganza de la tierra’ de James Lovelock, un ensayo sobre las inminentes consecuencias del cambio climático. Para quienes no conozca a este señor, les diré ―hay gente a la que le gusta los eslóganes― que ha sido calificado como ‘uno de los grandes pensadores de nuestra época’ o ‘uno de los cien intelectuales más importantes del mundo’; además, fue el padre de una de las teorías más controvertidas del ecologismo: la Teoría de Gaia.
Yo sé que esto que voy a hacer no está del todo bien, pero me van a disculpar si reproduzco literalmente parte del texto que viene en la contraportada invitando a su lectura: ‘Durante miles de años, la Humanidad ha explotado la Tierra sin tener en cuenta las consecuencias. Ahora que el calentamiento global y el cambio climático son evidentes para cualquier observador imparcial, la Tierra comienza a vengarse’.
Alguno habrá pensado, con toda lógica, que no se trata de un fragmento que anuncia un ensayo científico, sino una novela de Stephen King o Michael Crichton. Pero no es así. James Lovelock en este ensayo nos advierte de las catastróficas e inminentes consecuencias que conllevará el calentamiento global si seguimos aferrados a unos planteamientos egoístas. ¿Y cuáles son esos planteamientos? Básicamente la sobreexplotación de la Tierra, la producción descontrolada de dióxido de carbono y un ecologismo de más apariencia que sentido común.
Según James Lovelock, el punto de retorno del cambio climático ya lo hemos superado. Así que lo único que podemos hacer es amortiguarlo lo máximo posible. Para ello debemos apostar por una energía efectiva que garantice el suministro en tiempos de crisis mundial ―provocada por el cambio climático, claro―, y ésa es la energía nuclear. La eólica, la biomasa, la hidroeléctrica, la solar o la mareomotriz, hoy por hoy, están muy lejos de resolver un problema que requiere soluciones a corto plazo. Ni siquiera la energía de fusión, que posiblemente en un futuro sea una gran fuente de abastecimiento, puede sacarnos, en los próximos años, las castañas del fuego.
El alegato de James Lovelock resulta tan difícil de concebir como estremecedor. Sus descripciones del deshielo, de las inundaciones de Liverpool o Londres, de las emigraciones masivas, descontroladas y conflictivas, de las progresivas extinciones de especies o del aumento abrasivo de la temperatura son aterradoras. A uno le acaba resultando más cómodo tachar sus ideas de disparates, o creer, como en un principio, que se trata de una novela de King o Crichton. Porque, de otro modo, te puede pasar como a mí. Que un libro te sabotea el verano y, probablemente, los quinces próximos también.

Juan Manuel Gil

domingo, julio 08, 2007

Cumplimos un año

2006-2007

Hoy hace un año que ‘La casa del nadador’ abrió sus puertas. Hoy hace un año que salió publicado en estas mismas páginas el primer artículo rico en cloro y antialgas. Sé que suena a tópico lo que voy a decir, pero parece que fue ayer mismo cuando me reuní con María Maicas en la redacción de ‘La Voz’ y hablamos de hacer realidad un artículo que tuviera su piscina pública en la Red. De aquella conversación salió aproximadamente lo que hoy es ‘La casa del nadador’. Porque ya se sabe lo que suele ocurrir con este tipo de artefactos: se reproducen, fagocitan, fracturan, regeneran, y acaba siendo, por regla general, lo que a ellos se les antoja.
En verdad, hasta que estuve metido de lleno en este proyecto, no me hice una idea de la complejidad que suponía inaugurar un blog o bitácora. Y no me refiero a los aspectos técnicos –la configuración de un blog estándar supone un nivel de dificultad mínimo-. Estoy pensando en la posición microscópica que ese blog va a ocupar en una malla, cuyos nudos de enlace van a propiciar una mayor o menor presencia en la Red. Cuantos más blogs amigos te tengan en su lista de recomendables, más posibilidades se tiene de ir captando adeptos. Cuanto más especializado sea el blog, más posibilidades de hacerte con un grupo de lectores de perfil determinado. Cuanto más genérico es el tema tratado, más posibilidades de que la competencia sea descarnada y atroz. Pero ya hemos dedicado dos o tres artículos a reflexionar sobre este tema, y hoy estamos de celebración.

Las cifras

En cuanto vi próximo el aniversario de ‘La casa del nadador’, hice números y analicé lo que podrían ser unos resultados, aun a riesgo de caer fulminado por la eléctrica evidencia de las cifras. El dominio http://www.lacasadelnadador.es/ ha albergado en la Red, a lo largo de este año, cuarenta y cuatro artículos como éste, casi medio millar de comentarios de los lectores y ha recibido unas diez mil visitas. Estos datos, en comparación con otros blogs de mayor calado, alcanzan el valor de una medusa en mitad del Mediterráneo. Sin embargo, mi lectura para nada es pesimista.
La mayoría de blogs –con un número de visitas superior al indicado- publican con una periodicidad mucho más corta y suelen tener voluntad de repositorio –cosa que yo veo con buenos ojos, si se hace con criterio-. ‘La casa del nadador’ decidió colgar un artículo semanal que se iba a corresponder con el que había salido en la sección ´Vivir´ de este periódico el domingo anterior. Esto, a mi juicio, limitó sensiblemente el número de visitas, puesto que los lectores, al conocer la periodicidad, solo tendrían necesidad de visitarlo una vez a la semana o, a lo sumo, dos o tres si querían conocer la opinión de los lectores. Y en cuanto al número de comentarios que han dejado los internautas, en mi opinión, que quizá no sea la más adecuada, no está nada mal. Basta con darse un paseo por diferentes blogs, escogiéndolos al azar, para darnos cuenta de que la mayoría tiene un número muy reducido de comentarios y que se limita a firmar y saludar. Además, un centenar de los comentarios de los lectores los he llevado a las páginas de ‘La Voz’ domingo a domingo. Por todo ello, soy optimista cuando valoro la situación actual de ‘La casa del nadador’, y me siento afortunado por la confianza que me han mostrado algunos lectores semanalmente.
Convertir un blog en un espacio estable de tertulia y reflexión es probablemente la tarea más difícil. Y quizá por eso tengo las miras puestas ahí. Así que con motivo de este aniversario, se avecinan cambios importantes en ‘La casa del nadador’. Para tal finalidad, en su página web, he colgado una sencilla encuesta para que los lectores puedan dar su opinión, sugerir, criticar, valorar, aportar y orientar a quien escribe estas líneas. Cumplimentarla no lleva más de un minuto y a mí me puede ser de gran ayuda. Muchísimas gracias a todos los lectores de ‘La casa del nadador’ por su paciencia y confianza. Ha sido y seguirá siendo todo un placer.

Juan Manuel Gil

lunes, julio 02, 2007

Soy todo oídos

Reformas sociales

Pertenezco a la primera generación que nació al sombrajo de una democracia española recién constituida. Así que, por una cuestión natural de memoria y conciencia, no tengo recuerdos políticos de aquellos primeros momentos. Los más impactantes para mí no eran precisamente políticos: una imagen borrosa de Naranjito y los gritos de alegría de mi padre por la que sería la última liga de fútbol del Athletic Club de Bilbao. Como ya imaginarán, con el paso de los años, a través de los libros, la televisión, la escuela y lo que me han contado algunos familiares, he ido tejiendo una tela de araña conformada por datos históricos, olores, consignas, fechas, mudanzas y transformaciones, sensitivamente tan reales, que parece que viví aquello con toda la intensidad posible.
De aquellos años marcados a fuego por las reformas, hoy tenemos lo que tenemos. Y no es poca cosa, teniendo en cuenta el socavón histórico de más de treinta años del que intentábamos salir. Lo digo porque, durante estas semanas, la prensa, con motivo del 30 aniversario de nuestra Democracia, ha dedicado un sinfín de tertulias, suplementos y programas especiales acerca de aquellos años en los que había tanto en juego. Hoy, la mayoría de aquellas reformas que implicaban sigilo, equilibrio y precisión en el paso, han saltado al terreno de la naturalidad, comos si hubiesen estado ahí toda la vida.
Pertenezco a una sociedad que vota libremente, se casa por lo civil con la persona que quiere –sea del sexo que sea- , se divorcia por la vía rápida, puede expresar su opinión respetuosamente sobre cualquier asunto, rechaza la violencia como camino político, busca la igualdad absoluta entre el hombre y la mujer, pretende reconocer todos los derechos a las minorías y cuando ha decidido alzar la voz se ha hecho escuchar. Y todo esto es consecuencia de una largo y difícil camino de reformas sociales que a veces hay que desandar para no bajar la guardia y procurar su constante defensa. Las cosas no siempre fueron así. Las cosas cambian cuando hay una clara voluntad de cambio. Y en aquellos años la hubo. Así que hoy vivimos con naturalidad realidades que fueron fruto de la ingeniería del encaje de bolillo.

José Antonio Amate

Lo cierto es que hoy no tenía pensado escribir acerca de política, sino de algo que presencié el sábado pasado y que me trajo a la mente todos estos pensamientos. Asistí a la boda de unos amigos –felicidades María Luisa y Luis- , que tuvo lugar en el patio central de la Diputación y que fue oficiada por José Antonio Amate. Éste, media hora antes, había tomado posesión de su cargo de concejal en el Ayuntamiento de Almería. En los momentos finales de la ceremonia, el concejal decidió recitar un poema dedicado a los contrayentes. Y ahí se produjo algo muy poco común. O al menos algo a lo que yo no estoy acostumbrado en este contexto.
José Antonio Amate leyó el primer verso y cesó el bullicio de las últimas filas. Prosiguió. Lo hizo con cadencia, ritmo, atendiendo a las pausas, sin caer en un patetismo exagerado ni en un efectismo tramposo, y alejándose de la fría lectura que les es inherente a algunos políticos hartos de inaugurar plazas y monolitos. Leyó con más convencimiento que la mayoría de poetas suelen hacerlo. Y eso no pasó desapercibido a los oídos de los que allí estábamos, que decidimos guardar silencio y escuchar con absoluta atención lo que les decía a los novios. Después, tirar del hilo e ir masticando todo lo que se agazapaba tras aquel acto.
No sé qué tal hubiese desempeñado José Antonio Amate su papel de alcalde. Ni cómo lo va a hacer en su recién estrenado cargo en la oposición. Lo que sí tengo claro es que no hay nadie en el Ayuntamiento de nuestra ciudad que recite poesía mejor que él. Y si alguno de los afectados no está de acuerdo con esta afirmación, estaré encantado de salir de mi absoluto convencimiento. Seré todo oídos. No tendrán problema en encontrarme en la casa del nadador.

Juan Manuel Gil