lunes, julio 02, 2007

Soy todo oídos

Reformas sociales

Pertenezco a la primera generación que nació al sombrajo de una democracia española recién constituida. Así que, por una cuestión natural de memoria y conciencia, no tengo recuerdos políticos de aquellos primeros momentos. Los más impactantes para mí no eran precisamente políticos: una imagen borrosa de Naranjito y los gritos de alegría de mi padre por la que sería la última liga de fútbol del Athletic Club de Bilbao. Como ya imaginarán, con el paso de los años, a través de los libros, la televisión, la escuela y lo que me han contado algunos familiares, he ido tejiendo una tela de araña conformada por datos históricos, olores, consignas, fechas, mudanzas y transformaciones, sensitivamente tan reales, que parece que viví aquello con toda la intensidad posible.
De aquellos años marcados a fuego por las reformas, hoy tenemos lo que tenemos. Y no es poca cosa, teniendo en cuenta el socavón histórico de más de treinta años del que intentábamos salir. Lo digo porque, durante estas semanas, la prensa, con motivo del 30 aniversario de nuestra Democracia, ha dedicado un sinfín de tertulias, suplementos y programas especiales acerca de aquellos años en los que había tanto en juego. Hoy, la mayoría de aquellas reformas que implicaban sigilo, equilibrio y precisión en el paso, han saltado al terreno de la naturalidad, comos si hubiesen estado ahí toda la vida.
Pertenezco a una sociedad que vota libremente, se casa por lo civil con la persona que quiere –sea del sexo que sea- , se divorcia por la vía rápida, puede expresar su opinión respetuosamente sobre cualquier asunto, rechaza la violencia como camino político, busca la igualdad absoluta entre el hombre y la mujer, pretende reconocer todos los derechos a las minorías y cuando ha decidido alzar la voz se ha hecho escuchar. Y todo esto es consecuencia de una largo y difícil camino de reformas sociales que a veces hay que desandar para no bajar la guardia y procurar su constante defensa. Las cosas no siempre fueron así. Las cosas cambian cuando hay una clara voluntad de cambio. Y en aquellos años la hubo. Así que hoy vivimos con naturalidad realidades que fueron fruto de la ingeniería del encaje de bolillo.

José Antonio Amate

Lo cierto es que hoy no tenía pensado escribir acerca de política, sino de algo que presencié el sábado pasado y que me trajo a la mente todos estos pensamientos. Asistí a la boda de unos amigos –felicidades María Luisa y Luis- , que tuvo lugar en el patio central de la Diputación y que fue oficiada por José Antonio Amate. Éste, media hora antes, había tomado posesión de su cargo de concejal en el Ayuntamiento de Almería. En los momentos finales de la ceremonia, el concejal decidió recitar un poema dedicado a los contrayentes. Y ahí se produjo algo muy poco común. O al menos algo a lo que yo no estoy acostumbrado en este contexto.
José Antonio Amate leyó el primer verso y cesó el bullicio de las últimas filas. Prosiguió. Lo hizo con cadencia, ritmo, atendiendo a las pausas, sin caer en un patetismo exagerado ni en un efectismo tramposo, y alejándose de la fría lectura que les es inherente a algunos políticos hartos de inaugurar plazas y monolitos. Leyó con más convencimiento que la mayoría de poetas suelen hacerlo. Y eso no pasó desapercibido a los oídos de los que allí estábamos, que decidimos guardar silencio y escuchar con absoluta atención lo que les decía a los novios. Después, tirar del hilo e ir masticando todo lo que se agazapaba tras aquel acto.
No sé qué tal hubiese desempeñado José Antonio Amate su papel de alcalde. Ni cómo lo va a hacer en su recién estrenado cargo en la oposición. Lo que sí tengo claro es que no hay nadie en el Ayuntamiento de nuestra ciudad que recite poesía mejor que él. Y si alguno de los afectados no está de acuerdo con esta afirmación, estaré encantado de salir de mi absoluto convencimiento. Seré todo oídos. No tendrán problema en encontrarme en la casa del nadador.

Juan Manuel Gil

5 comentarios:

Juan Manuel Gil dijo...

Si alguien ha vivido un episodio similar, este es el lugar idóneo. Soy todo ojos.

Anónimo dijo...

Mi comentario a "Soy todo oídos" ha aparecido en "Cambios" (encuesta).

Juan Manuel Gil dijo...

traemos has aquí el comentario de fan de cabellera. muchísimas gracias, amigo.

Fan de Cabellera dijo...
El día 23 de junio asistí en Córdoba a una boda civil. Tuvo lugar en el Alcázar de los Reyes Cristianos. La ceremonía iba a ser oficiada por la alcaldesa, doña Rosa Aguilar, pero un compromiso fuera de la ciudad se lo impidió. Fue para todos una pequeña (?) desilusión. Pero el concejal que la sustituyó lo hizo muy bien: sus palabras introductorias y sus comentarios de verbo fluido dieron calidez a la frialdad del Código Civil. La intervención final de familiares y amigos de los novios convirtieron la ceremonia en un acto memorable. El padre del novio, tras unas palabras de afecto paternal, leyó un poema con voz trémula, pero firme. Se trata de un poema de amor (es natural) y de compromiso con la humanidad. Un poema de filosofía panteísta que, tal vez con excesivo atrevimiento, reproduzco a continuación:

"Siembra"

Cuando de mí no quede sino un árbol,
Cuando mis huesos se hayan esparcido
Bajo la tierra madre;
Cuando de ti no quede sino una rosa blanca
Que se nutrió de aquello que tú fuiste
Y haya zarpado ya con mil brisas distintas
El aliento del beso que hoy bebemos;
Cuando ya nuestros nombres
Sean sonidos sin eco
Dormidos en la sombra de un olvido insondable;
Tú seguirás viviendo en la belleza de la rosa,
Como yo en el follaje del árbol
Y nuestro amor en el murmullo de la brisa.

¡Escúchame!
Yo aspiro a que vivamos
En las vibrantes voces de la mañana.
Yo quiero perdurar junto contigo
En la savia profunda de la humanidad:
En la risa del niño,
En la paz de los hombres,
En el amor sin lágrimas.

Por eso,
Como habremos de darnos a la rosa y al árbol,
A la tierra y al viento,
Te pido que nos demos al futuro del mundo…
Miguel Otero Silva (De "Agua y cauce")

Anónimo dijo...

Empiezo a estar algo cansado de los constantes recordatorios, homenajes o conmemoraciones de aquellas fechas históricas de la llamada transición, supongo porque soy joven y no viví ese período, que no excluye su valoración como algo importantísimo en nuestra Historia.

Empiezo a pensar que no es una buena noticia este recordatorio perpetuo, ya que, o bien todavía nuestra democracia aún no está asentada y necesita el pegamento de la transición, o bien seguimos estancados en los mimos prejuicios y mentalidades de los setenta.

Creo que la última opción es la más real. Continuamente vemos cómo los políticos, los tertulianos (los otros políticos), las radios, etc., atacan o se defienden con alusión directa al franquismo.

Quiero mirar al futuro.

Saludos.

Anónimo dijo...

La calidad de tu post de esta semana y la calidad de la entrada de "fan de cabellera" hacen que me sienta bien. Pero, ¿por qué relegamos la poesía a actos en los que parece que todo vale? ¿Por qué somos capaces de rescatarla de ese "olvido insondable" sólo cuando las circunstancias no nos hacen parecer patéticos? ¿Por qué alguien que sabe recitar poesía acaba metido en política? A lo mejor se le cayó por el camino el verso que había de salvarlo... Quizá las prisas le arrancaron la necesidad.