Cuatro. Cuando usted lea este artículo, la edición 2008 del Festival del Libro y de la Lectura habrá tocado a su fin. Si no asistió a ninguna de sus noches, tiene razones para lamentarse. El teatro Apolo, durante algo más de una semana, se ha vestido y desvestido ante unas cifras de público que no suelen ser habituales en el resto de actos librescos que jalonan el año. Un resumen del saldo podría ser el siguiente: Manuel Rivas dejando volar las cometas; el dramaturgo José Luis Alonso de Santos atando piedras a las cometas; las poetas Yolanda Castaño, Estíbaliz Espinosa y María Lado intentando ser cometas; y el costurero Adolfo Domínguez disfrutando, más que de las cometas, del viento que las hace cometas.
Tres. Acabo de leer que la Junta de Andalucía se ha comprometido a conectar los municipios del poniente, el Bajo Andarax y Cabo de Gata con una especie de tren híbrido; algo así como un tranvía, pero con nombre de recalcón: tren-tran. Me pregunto si se acordarán de El Alquián a la hora de decidir los apeaderos, del mismo modo que se acordaron para poner un gaseoducto y un aeropuerto, o, sencillamente, este tren será otro más que pase de largo. Me cuentan que hay políticos que ya le han puesto nombre al barrio: punto muerto. Al este los residenciales de El Toyo y el Parque Natural, al oeste el campus Universitario. Entre un punto y otro: El Alquián y el gaseoducto y el aeropuerto y, algo más allá, el vertedero de la ciudad y una planta de tratamiento de aguas residuales. Me dijo el escritor Manuel Rivas con su habitual ironía y sentido del humor: ‘Quizá se trate de una conspiración’. No lo descarto.
Dos. También acabo de leer ‘Sale el espectro’, del escritor norteamericano Philip Roth. Se trata de su última novela, y en ella vuelve a dar vidilla al viejo escritor Nathan Zuckerman, una especie de trasunto del propio autor, que decide volver a la ciudad, después de muchísimo tiempo apartado y encerrado en su escritura, para tratarse las incómodas secuelas de una operación de próstata. Ese viaje de retorno a Nueva York sacudirá con violencia sus miedos y deseos más radicales. Lo cierto es que no está a la altura de algunos otros de sus títulos como ‘La mancha humana’, ‘La conjura contra América’ o ‘El lamento de Portnoy’, pero el lector agradece la mirada implacable, afilada y, a la vez, compasiva del único escritor norteamericano vivo cuya obra ya está publicada en la Library of America. Que es como decir que se caga la perra de lo bien que escribe. Si no han leído aún nada de Philip Roth, apúntenlo en su lista de propósitos veraniegos.
Uno. ¿Qué aún no tiene lista de lecturas veraniegas? Aquí van unas cuantas recomendaciones, pero les advierto que no son lecturas que se lleven bien con la insolación y los cortes digestivos. Son más de sombrajo y atardeceres. Primera. ‘España’ (DVD Ediciones), del escritor zaragozano Manuel Vilas. Una novela desconcertante que te exige tanto como te da. Casi parece un blog, un repositorio de materiales inteligentemente dispuestos, una forma totalmente distinta de contar lo pensado. Segunda. El ensayo de Joyce Johnson titulado ‘Personajes secundarios’ (Libros del asteroide). Bueno, más que ensayo, memorias, y, más que memorias, relato. Se trata de un libro necesario para entender algo mejor lo que se dio en llamar ‘Generación Beat’. Ya saben: los Burroughs, Ginsberg, Corso, Kooning y Kerouac. Con éste último, Joyce Johnson mantuvo una relación durante años, lo que la convirtió en testigo y protagonista de excepción. Y tercera. ‘El viento ligero en Parma’ (Sexto Piso) de Enrique Vila-Matas. Se trata de una ordenada recopilación y disposición de textos que transitan por el extenso terreno de una literatura cuyos manidos límites se desdibujan para reinventarse. Este libro está lleno de libros. Y de películas, anécdotas, escritores, ciudades y años inolvidables. Enrique Vila-Matas en estado puro.
Juan Manuel Gil